jueves, 19 de septiembre de 2019

El cerco



Nunca me gustó la autopista Buenos Aires-La Plata. No sé bien porque. Tan vez es ese asfalto tan irregular, o las curvas tan amplias, o tal vez la sensación que podría llegar al mar pero falta mucho. Entonces siempre que la transito recuerdo esa insatisfacción.
Si faltaba algo para no gustarme es que vi el cerco. Probablemente haya estado hace mucho pero me habrá encontrado distraída o insensible.
La cosa es que sobre la mano derecha se presentó frente a mí un terrible cerco que funciona de aislante para la villa que se despliega sobre el costado derecho. No se bien la localidad ni la ubicación, solo sé que eran unos cuantos metros de una gran estructura metálica con redes cual gigantes mediasombras que evitan algo. Dividen algo. Le dicen al quien vive del lado de la villa que vive del lado de la villa y que es tan distintx al resto de la sociedad que necesita de una mediasombra con vigas metálicas para ser. O no ser. O no hacer. Me pareció terrible.
Y tal vez tiren piedras o se crucen para que parar los autos.
Y de alguna manera se entiende o creemos entenderlo.
Sin embargo pienso que es una solución horrible. Tan horrible como la imagen de ruptura que me produjo verlo. Ruptura cultural, económica, social, humana.
¿Qué puede sentir quien en la villa ve que su límite con la saciedad es un cerco? ¿cómo puede ser que así pretendamos que vivan como nosotrxs creemos que hay que vivir?
Creo imposible que esa solución sea solución.
Creo que es un espanto.
Ahí me quedé y no saqué foto. Y tampoco encuentro registro en el gran mundo de internet.
Un espanto sin registro.
Un espantoso cerco.

viernes, 6 de septiembre de 2019

Adoquines


Que no haya subtes no necesariamente es una mala situación.
Desde San Telmo a Once se camina bien. La ciudad muestra la belleza del movimiento. Miles de personas que se cruzan y ni se miran. La exacerbación del individualismo. Cuánta gente que se cruza de frente en su mirada y no pasa nada. Cuanta gente que no es nadie en la vida de nadie.
Las miradas se cruzan e imaginamos la posibilidad de que algo debería pasar porque si hay un cruce de miradas, hay intenciones. Pero esas intenciones no se comparten a pesar del frente a frente de los ojos. Esas intenciones tampoco son parecidas. Se reprimen las intensiones.
Por suerte, lo que corre ese cruzamiento de miradas son los adoquines.
Las calles por Defensa están llenas de piedras que tropiezan pies pero que le dan una pincelada de antaño, una cultura colonial que contrasta con la miradas y las camisas de empleadxs que caminan pegando miradas a sus celulares.
Y bancos. Iglesias. Organismos públicos. Y la Plaza de Mayo.
Una plaza que tiene tantas miradas como pulso histórico. Sin valor consciente, el hecho de pisarla produce la sensación de acción y de historia ajena. De balcones, de luces, de pasado y de futuro.
Caminarla, según el momento y el motivo, la carga de contenido, de valor social, económico y político.
Los adoquines quedaron atrás y la ancha Avenida de Mayo es la extremidad de esa plaza, que es cuerpo y alma de muchos mas que menos y de muchos ojalá.
La avenida, recta, sólo se ve desorganizada cuando el Congreso se para de frente para generar una diagonal derecha, que la encamina finalmente a ser eterna.
Varias cuadras después te recibe Once, uno de los centros de confluencia de transporte. Nada se parece a San Telmo y a sus adoquines. También aquí miles de personas se cruzan y no se miran. Y cuando se miran, esconden la intención y bajan la mirada para no pensar en intensiones.
Ropa. Negocios. Vendedores ambulantes. Monumentos. Y la Estación.
De tanto San Telmo en adoquines llegas a Once vestido con ropa de oferta.
Que no haya subtes no necesariamente es una mala situación.
Es una mirada. Es una intención.

sábado, 24 de agosto de 2019

De Transformaciones, Axolotl y Cortázar



No se si alguna vez leíste el cuento Axoltl de Julio Cortázar. Si no lo hiciste y te interesan historias de hombres y peces te invito a hacerlo. También podes leerlo porque solo en algunos párrafos el autor convierte muy naturalmente a un ser en otro distinto Y lo hace muy bien.
Te puedo asegurar que es bastante menos oscuro que Kafka, pero aborda la transformación como el resultado del deseo. Y no desde el deseo consciente, sino del que está y que por ahí ni se ve. Piensa al deseo como respuesta a una necesidad auto observada que busca resolverse y que encuentra la respuesta libremente, sin un mandato de ser.
El protagonista va descubriendo los peces con admiración, se va identificando y va creyendo que todo aquello de su identidad que le generaba inquietud, tiene respuesta frente a lo que ve. La distancia de quien es, con lo que ve dentro de la pecera es tanta, que comprueba que la atracción hacia ellos no es más que la visión de que es ellos. Y así, como por arte de magia, termina siendo el pez.
Y se mira desde afuera de la pecera y cada vez se mira menos porque va dejando de ser el que ve para ser el que se mira.
Y así la transformación que te decía.
Hoy pensé bastante en la transformación. En lo que somxs y en el deseo de lo que creemos querer ser. En cómo lo opuesto, lo distinto, lo irreconciliable motiva para el hacer. Y en esa oposición esta lo más parecido a lo que uno es.
No sé si vos sabías que mucha de nuestra existencia es la pecera de los Axolotl y que somos ellos nadando y que somos ellos mirados por otrxs que se identifican de tal manera que se van transformando en lo que somos para luego nadar con límites de pecera.
Pensaba en la transformación desde el deseo y pensaba en el deseo de quién. Tal vez muchos de nuestros deseos no son propios. Son deseos de otrxs que por algún motivo los incorporamos para hacernos cargo y con la convicción de que son nuestrxs. 
Para que me entiendas mejor, lo que digo es que el protagonista que mira los Axolotl se identifica y se va transformando en ellos porque realmente creer que lo es. Y en esa transformación queda atrapado en la pecera.
Transformar no implica entonces siempre ir hacia donde deseamos. Transformar es simplemente mutar a otro ser y vestirse con otra ropa o sacarse ropas y ponerse escamas. Pero nada garantiza que sea direccionado hacia el deseo.
Y te estarás preguntando porqué estaría mal transformarse en el deseo equivocado, en el deseo autoimpuesto o en el deseo del otro. Y si bien no tengo respuesta y no se que pensás vos, pero yo al deseo lo vinculo con la satisfacción de ser. Lograr otros deseos o deseos prestados entonces no generar la satisfacción del ser, nos da la sensación de deber cumplido.
Y el deber no es necesariamente es satisfacción del ser.
No sé si sabés que podes ser todo lo Axolotl que quieras, aunque partas de ser persona que visita acuarios. Pero no sé si sabés, que no necesariamente ser Axolotl es el fin del ser, por ahí solamente te encierra entre paredes de vidrio.
Hoy pensé bastante en la transformación. Y recordé los Axolotl, una vez más.




*¨Axolotl, del Libro "Final del Juego" de Julio Cortázar

sábado, 6 de julio de 2019

Mi fundamento cooperativo


Desde que comencé a trabajar y a estudiar, me fui cruzando con organizaciones sin fines de lucro más que con empresas comerciales. No sé si atribuirlo al destino o a la energía que uno genera sin saber o sabiendo. Tal vez por ese gusto es que siempre me pelee con mi profesión. Siempre sentí que me automatizaron a ser parte del sistema. No por nada el 99% de la gente me dice “sos
 administradora de empresas” y yo, furiosa, siempre respondo “no, de organizaciones”. En mi transitar por económicas no me formaron para organizar estados, o asociaciones, o cooperativas, o clubes o nada que no sea una multinacional. Imaginate que eran los noventas.
La cosa es que recién me choqué de frente con el cooperativismo cuando Norberto me llamó para trabajar con cooperativas recuperadas desde el Estado. El me venía contando de su trabajo con ellas desde unos años atrás y siempre escuchaba interesada. Es así que le dije que sí, que claro que iba a trabajar. Y así empecé, aunque nunca logré trabajar con Norberto ni con recuperadas. Vaya a saber mi destino que me mandaron a innumerables lugares a hacer distintas cosas con un montón de gente. Y me sumergí en todos los mundos cooperativos y también mutuales. Trabajé, aprendí y empecé a entender un poco más de éste mundo. Me especialicé en la misma facultad que odié casi inmersa en una canción del Cuarteto de Nos.
Años más tarde, me fui a otros mundos extranjeros que me hicieron ocupar de otra cosa aunque nunca dejar de añorar u olvidar. Con los años, la situación política fue injusta conmigo y como con muchxs otrxs y de un día para otro, aunque sabiéndolo de antemano, me invitaron a repensar lo que quería para mi vida.
Tardé seis meses de reciente madre en cruzarme con Facundo que me invitó a volver a esta mundo tan lindo como difícil. 

Pero esta vez no fue lo mismo, ni fue igual. No hay punto de comparación entre vivir el sector de la economía social y solidaria desde el Estado o desde los papeles de estudio a la realidad las cooperativas o mutuales. Es un maldito abismo indescifrable. Laburar siendo parte, haciéndose día a día con otrxs, me explotó el cerebro en mil partes y me hizo (y me hace) entender, comprender, aprender, mejorar, enojar, frustrarme y sonreír.

Todos los días se me hace muy difícil pensar el como se hace y veo que la difucultad es doble. Veo que los problemas son hacia adentro pero también hacia afuera. Hacia adentro porque trabajar cooperativamente es más complejo que otras formas, pero sólo porque no estamos acostumbrados a ver las cosas de manera colectiva. Cuando vos trabajás comprendiendo que el fin de tu trabajo es que todxs estemos mejor y que podemos seguir estando mejor y hacer una sociedad mejor, obligatoriamente tenés que reformular la forma de ver todo. De cómo pensás, de cómo trabajás, del compromiso con las cosas y con la gente. Y aunque escribo mil veces todo, es porque es lo que importa. Resetear las neuronas para pensarnos como parte del todo y no como ser individual. Imaginate que cuando estás empleado, el fin último de tu trabajo es que otrx gane dinero. El dueño de tu trabajo. Y no digo que esté mal, así funciona el mundo. Pero gestionar otro tipo de organizaciones que no tienen ese objeto, ni tampoco que tengan un fin altruista como las ONG, hace que tengas que lograr o idear una gestión con valores colectivos pero que se adapte al sistema y su visión en la maximización del capital y a la costumbre del monopolio de los medios de producción. Y no sólo es poder hacerte vos la idea sino que tus compañerxs también se la hagan. Y en ese proceso poder acordar valores de vida y económicos para poder seguir viviendo y eligiendo vivir así. Menudo desafío.
La complejidad espanta. Espanta por difícil. Que las cosas sean de otrxs, que la responsabilidad sea de otrxs, que el riesgo sea ajeno, es mas relajante. Nos deja tiempo para lo que queremos, nos desliga de los procesos económicos que transitamos, nos para sin culpa ni carga.
Pero también nos automatiza y nos hace parte de un sistema que se repite. Y que estaría bien si ese sistema no fuera excluyente de personas, sino fuera desbastador de vidas, sino lograra su máximo eficiencia cuando unos pocos tienen mucho y unos muchos tienen poco. Y millones de personas sin comida y otras millones que eso no le importa nada. Un sistema que decide por nosotrxs, que decide lo que nos gusta, lo que está bien o lo que está mal, que es lo bello, lo importante y lo olvidable.
Por ahí estén pensando que me fui al pasto otorgándole la responsabilidad a un empleado como vos o como yo en la reproducción de un sistema autodestructivo. Bueno, pues tienen razón. Ese empleado como vos o yo es parte del problema.
Entonces aparece cuando hablamos del sistema, el otro problema que observo en mi estar por la el mundo de la economía social y solidaria. El externo. El problema del otrx que forma parte del mundo de la economía social y solidaria. Por lo que les conté antes, quien trabaja, milita y construye éste sector obligatoriamete tiene un arraigo fuertísimo con el mismo. Es antisistema por lo general, o al menos sabe que tiene que serlo. Pero ese antisistema vive equivocado en la perspectiva. Está muy bien oponerse al sistema pero la forma de hacerlo no es excluirse, es usar sus mismos recursos para imponer los propios, como decía el Che.
De qué vale gestionar las organizaciones como si fueran organizaciones políticas únicamente sin evaluar siquiera que para transcender se debe construir organizaciones económicas sustentables. Entonces, al ser organizaciones donde la persona es más importante que cualquier otra cosa, se pierden en acciones sociales confundiéndose las cosas. Porque formemos parte de organizaciones en dónde los valores son distintos, donde nos importa el otrx, donde podemos decidir, no significa que no debamos hacer buenas gestiones, ofrecer buenos productos y servicios y ser competitivos en este sistema. Es obligatorio, no sólo necesario.
Durante mis viajes y recorridas como Estado por cooperativas en varias ciudades de nuestro país, pude corroborar que la gran mayoría de ellas tienen fuertes deficiencias para cumplir con las necesidades mínimas que se pretende para ser alternativas en el mercado. Cumplir plazos y calidad, tener precios buenos, ser efectivas y ser eficientes. Y esa deficiencia reside en la dificultad de articularse como sector para generar instancias colectivas de gestión integral de las compras, de la producción o de las ventas. Y también la representatividad e integración intraorganizaciones se hace difícil y compleja porque las personas que a pesar de toda elección, somos parte de un sistema que nos promueve al individualismo. Y eso nos influye.
Fijate que festejamos los clubes que juntan ropa. ¿Cómo es que podemos admirar algo que tiene que ser asi? Y te digo más ¿cómo puede ser que haya gente que no tiene techo?
Esta situación externa que describo, es fácilmente comprobable en mi día a día. Nos cuesta desde nuestros lugares pararnos en el sistema como una organización que no quiere esta forma sistema. Y nos cuesta integrarnos con otrxs y dejar en la percha nuestro bagaje individualista.
No voy a resolver en un rápido esbozo de mi porqué, el problema que tiene el sector. Un sector que representa mucha cantidad de gente y no es nombrado por nadie en la campaña política, ni por quienes nos representarán, ni por los periodistas, ni por nadie. No escuché a nadie fuera del sector saludar al cooperativismo. Y eso es un problema.
Pero insisto que en éste breve decir, no podré explicar porque tampoco debo tener todas las razones ni las soluciones. A pesar de tantos años de estar y estudio, soy apenas una debutante en ésto de pensarse colectivamente y aprendo cada día. Y tengo un maestro que me enseña cada día. Y compañerxs de quien aprendo como espejo. Y organizaciones. Y gentes con experiencias hermosas y terribles. Y cada día es una experiencia nueva.
En el día de las cooperativas, los invito a meterse en ésto, a pensarse de otra manera, a comprendernos como un todx, a no tener miedo de ver el sistema de otra forma.



Fotos: FECESCOR - Noviembre 2010 - Trabajando para INAES


Bollito de papel

Estábamos sentados en medio de la casa cuando sonó la alarma de la habitación. Nos gustaba sentarnos en ronda a pensar ideas para escribir. Siempre somos los mismos. Marcela, Juan, Alvaro y yo. Nos habíamos encontrado mientras estudiábamos en la facultad. Marcela nunca la terminó. Nos faltaban unas 6 materias y decidió que no era lo que quería. Es por eso que siempre vemos en ella un ser superior. Todo lo que dice nos parece perfecto. Tiene una forma de creer las cosas y de actuar sobre la creencia que nos hace sentir muy deficientes en el cumplimiento de los propios deseos.
Con 6 materias sin dar, Marce se puso a estudiar salsa cubana. Mientras nosotros seguimos el camino de los libros ella se paseaba por los boliches cubanos para aprender y bailar hasta largas horas de la noche. Había uno ahí, frente al Paseo La Plaza que no me acuerdo como se llamaba. Y ella iba religiosamente cada viernes. Alvaro solía ir con cualquiera de sus novias de turno, mientras que Juan y yo preferíamos estudiar.
Álvaro no sabía para que estudiaba en realidad. Sólo le importaba conocer gente y especialmente chicas para ir a bailar cubano o la cultura que sea. Era un año más chico que nosotros y siempre se jactaba de su juventud y de nuestro aburrimiento. Marcela consideraba a Álvaro un caso perdido. Imaginate que ella tenía tanta claridad con las cosas que ver un pibe que sólo iba a estudiar para ampliar su vida social y amorosa, le parecía espantoso.
Igual se querían. El y su liviandad, ella y su convicción. Muchas veces imaginamos que iban a vivir juntos para siempre. Dicen que los opuestos se atraen, y aunque suele ser así, en el caso de ellos era amistad pura. Disfrutaban los viernes cubanos como su espacio de encuentro deformado y eran un poco más felices de verse. Por mi parte siempre odie bailar cubano. Y con Marcela tenía sentimientos encontrados, aunque una vez de tanto insistir la acompañé. Me aburrí como nunca. Alvaro estaba pero con compañía, así que terminé pidiendo un taxi a eso de las 3 de la mañana y me fui a mi casa.
Juan nunca fue. Era un tipo callado y silencioso. No sabíamos bien que opinaba de nadie ni de nada. Era todo lo opuesto a la efusividad de Alvaro o la verborragia de Marcela. Juan era como bueno, nada le parecía mal, aunque nada le parecía bien. Quería recibirse porque sus padres y con tanta obligación no paraba de estudiar nunca. Nunca nos animamos a preguntarle demasiado o a plantearle si estaba contento con estudiar lo que estudiaba. Incluso si era feliz. Tampoco creo que hubiéramos obtenido respuesta a la pregunta.
Yo lo quería mucho (lo sigo haciendo). En realidad todxs lo queríamos mucho.
Juan se recibió el mismo día que yo y no festejamos. El porque no le importaba y yo porque me olvidé de avisar y organizar la fiesta.
Yo soy muy olvidadiza, no suelo recordar nada de lo que tengo que hacer o no hacer. No me gusta salir y no me gusta demasiado la gente. Por eso desde el principio me llevé bárbaro con Juan. No me preguntaba nada, no me opinaba nada. Hacíamos lo que debíamos y luego de terminar la clase o el estudio, casi sin hablar nos íbamos a algún lado a tomar un café. Marcela se reía de nosotros y decía que éramos los más aburridos del mundo.
Por suerte el tiempo nos sigue jugando a favor y ahora nos juntamos a pensar en que vamos a escribir la próxima semana. Tenemos un reloj que dejamos en la habitación. Siempre nos juntamos en la casa de Marce. Ponemos la alarma que suene a la media hora y arrancamos a decir el porqué y para qué elegimos los temas que elegimos. Cuando suena la alarma nos callamos. Quedamos en silencio. Los cuatro, en ronda escribimos una palabra que nos parezca la conclusión de lo que hablamos. Hacemos un bollito y se lo damos a Álvaro, que lo pone en sus manos y la sacude. Luego, las tira al aire como si fuera papel picado y caen dentro de la ronda que formamos. Por una decisión conjunta, aquel papel que cae más cerca del pie derecho de Juan, es el que elegimos. Marce es la encargada de abrirlo y leer. La palabra escrita es la guía de las palabras de la semana.

Y escribimos, mientras Marcela baila salsa cubana, Alvaro no sabe porque escribe, Juan escribe para llevarle a sus padres y yo, escribo porque me olvido porque no hacerlo.

lunes, 24 de junio de 2019

Gotas caer


Estaba sola mirando las gotas caer. Pensando en nada.
Estaba tratando de comprender el desequilibrio de la energía.
En qué tanto se puede poder y se espera poder.
Mis recuerdos sobre gotas son secretos colmados de energía.
Y la energía que se desequilibra por culpa del tiempo y de la necesidad innegable que grita su inexistencia.
Serán que las palabras más silenciosas las que gritan?
Será el desequilibrio el motor que impulsa la vorágine insuficiente?
Sensaciones de un vacío lleno de vacíos y de un lleno vacío de llenos.
Mis manos se abren para abrazar palabras distintas y de esas que nadie creó aún.
Y entonces, esa soledad de gotas caer.



miércoles, 8 de mayo de 2019

Como el tango, siempre llega.


Y  te llega un wathsapp de un amigo que te conoce muy bien y con quién has hablado y vivido tantísimo de idelogías y políticas. Y te quedás sin nada que decir.

Es así Eze, tenés toda la razón.

domingo, 5 de mayo de 2019

Una mirada sobre trabajar


Siempre me caractericé por amar el trabajo por sobre la mayoría de las cosas. Suelo apasionarme hasta lo indescriptible con lo que voy eligiendo. Por suerte, suelo elegir mis trabajos. Tengo que valorar esa característica que transita mi ser.
Esa pasión de mi persona por el trabajo no deja de ser criticada aunque muy solapadamente. Principalmente porque la vuelta económica habitualmente no suele ser balanceada según los cánones sociales.
No digo que uno no tenga lo suficiente nunca, sino que el tandem dedicación/retribución tiende a ser despareja y para resolverlo se suele mermar la energía e igualarse para abajo. Cobro poco, trabajo poco. También viceversa.
Es muy cierto que cuando uno trabaja debe obtener como contrapartida un monto adecuado para justificar el tiempo que se dedica en pos de restar tiempo a otras cosas que también se cree son más valiosas que el propio trabajo. La familia, lxs amigos, la recreación, el ocio.
Claro que sería muy polémico por mi parte insinuar que no es verdad y que no hay prioridades.
El tema es como encaja y que representa para cada quién lo que se hace.
Suelo hacer el ejercicio de consultar a gente de qué trabajaría sino fuera profesional de lo que es o trabajador de lo que es. Por lo general, hay un porcentaje altísimo que haría cualquier cosa menos lo que está haciendo. Es ahí, entonces, en dónde la cosa se pone linda porque, claro, cuando uno no hace lo que quiere, por lo general no quiere hacerlo. Y si no quiere hacerlo entonces siente que no está haciendo algo que le gustaría. Así, sumamos valor a aquellas cosas que nada tienen que ver con el trabajo.
Entonces, ¿qué es para una persona trabajar? ¿Significa algo más que tener dinero? ¿qué trabajo haría si no hicieras lo que hacés? ¿Si lograras hacer lo que realmente te gusta, trabajarías más?
He escuchado hasta el hartazgo gentes que dicen que lo primero es la familia, que por trabajar perdieron tiempo con la familia. Un concepto que se replica en la calle, en los medios de comunicación, en películas. Es corolario de conclusiones intransigentes de que el trabajo nos rompe la familia y nos desgasta el tiempo.
A su vez el trabajo también es un instrumento de dominación de clases e identificación de clases. No quedan lejos los análisis económicos, políticos y sociales que nos determinan el concepto de lo malo que es trabajar. Imaginate que en gran cantidad de casos, hay unxs menos que tienen poder y que ese poder lo sostienen a través del trabajo de otrxs. De otrxs a quién no suele gustarles su trabajo porque en realidad harían otra cosa. Entonces es un combo explosivo de explotación y muchas veces de autoexplotación. 
Nuestra historia se puede ver a través del trabajo, de las relaciones del trabajo. Parecería que todo está armado para pensar que el trabajo es lo peor que nos puede pasar. No nos retribuyen bien, nos resta vida familiar y amistosa, nos roba tiempo, nos hace tener horarios, nos convierte en oprimidxs u opresorxs. Porque suele pasar que el que trabaja de opresor/a tiene por sobre sí otrx opresor/a que lx oprime. Y así como un círculo vicioso que alimenta la maldad del trabajo.

Por último, y para nada menor, el trabajo implica dinero y dinero es la base de nuestra sociedad hace mucho tiempo ya. Entonces trabajamos para tener dinero no para trabajar en si, por lo que el trabajo deja de ser la búsqueda de algo para ser apenas un medio para. Y un medio que no gusta, que resta ocio y felicidad y que oprime. Una cagada trabajar entonces.
Así, el imaginario y la construcción del sentido común pone al trabajo en éste lugar tan espantoso. Solamente le dan una característica que es la dignidad. Que, sería otra vez polémica si dijera que bueno pero no se sí tanto.
El trabajo no oprime, lo hacen las personas.
El trabajo no nos resta tiempo a nada, es el sistema o nosotrxs mismos como forma de justificar deseos ocultos.
El trabajo no es digno, somos dignos si valoramos lo que hacemos en pos de nuestrxs ideales.
El trabajo no es eso que tenés, el trabajo es una manera de relacionarte con el trabajo.
El trabajo es poder sentirse activo y el trabajo debe ser parte de lo que somos porque también somos lo que hacemos.
Trabajar es también pasarla bien más allá de los espacios de ocio.

Esta oda al trabajo es un intento de repensar lo que nos pasa con el trabajo. El que teníamos, el que tenemos y el que tendremos. Es intentar pensar qué es para cada unx y porque hay un montón de trabajo que nadie valora como tal... como mi vieja que sigue planchando y que aún no lo puedo comprender.

viernes, 26 de abril de 2019

Los inodoros de Santiago


Dice la leyenda que a principios de los ochentas en la zona sur del conurbano vivía un señor que tenía el don de conseguir inodoros, llevarlos a quien lo necesitara e instalarlos.
Se hacía llamar Don Santiago. Era flaco y de pelo entrecano. Caminaba lento como arrastrandro las piernas. Pantalón de corderoy marrón, camisa blanca. Su ojos pequeños no impedían ver sus párpados caídos como alimentando su imagen de cansancio.
Nadie sabía dónde los conseguía los inodoros, pero nadie le preguntaba.
Por alguna extraña razón, podía identificar la necesidad del artefacto. Una vecina del barrio de Gerli contaba que solía verlo mirando casas en construcción, sin embargo, nunca llegó a comprobarse la veracidad de esos dichos.
Si cualquier persona empezaba a pensar en la necesidad de comprar un inodoro, Don Santiago giraba en la esquina y aparecía en la casa cargando uno. Así nomas, sin envolver. Lentamente llegaba a la puerta de la casa, bajaba al piso el inodoro, en silencio le ofrecía un saludo con su mano y entraba a la casa a instalarlo.
Nadie nunca se atrevió a detenerlo.
Luego de una hora, se lo veía salir con su andar cansino y girar nuevamente en la esquina.
Don Santiago se ocupó de percibir necesidades hasta fines de los noventas que enfermó seriamente de los pulmones.
Las últimas veces que lo vieron, tosía mucho y cargaba inodoros con mucha dificultad.

Los restos de Don Santiago están en el cementerio de Lanús desde el invierno de 1999. Una multitud de gente lo despidió. Desde esa fecha, muchos vecinos agradecidos con el trovador de baños decidieron crear una fundación para recordarlo y valorizar la función social cumplida.

Hoy, la Fundación Amigos del Inodoro “Don Santiago” es uno de los pilares en la búsqueda, entrega e instalación de inodoros de la zona. Enfocan su tarea en aquellos que no puede cambiarlo por cuestiones económicas o afectivas realizando asistencia y tutorías. Además, han desarrollado un “banco de inodoros” en dónde se producen intercambios solidarios. 
En la sede de la fundación, puede verse una foto de “Don Santiago” con la leyenda “vos siempre pensando en nuestros inodoros y nosotros siempre llevándote  en nuestros corazones”.



Dedicado a Santiago y a Victoria, fundadores del banco de inodoros, por ser inspiración para la sonrisa.




lunes, 15 de abril de 2019

No te metas


Es necesario que nos sentemos a mirar cómo hacer para entender. En vez de eso parece necesario imaginar que se sabe lo que se cree que se sabe y empezar a crear la necesidad de intervenir sobre la creencia del saber para buscar respuestas a problemas que nadie plantea y que nadie pregunta.
¿Acaso usted cree que el no hacer lo que uno cree que es lo que hay que hacer le da derecho a opinar sobre lo que hacer?
A veces lo más importante es comprender que las creencias propias sobre lo que otrx hace es menos importante que sentarse a comprender lo que otrx hace a través de la mirada del otrx.
El trabalenguas es para tratar de entender lo que parece que no se entiende y no sólo eso sino que busca que usted comprenda que lo que no se comprende porque mucho se dice pero no se escucha.
Así, lo que se hace es mas importante que lo que se cree que se hace.
Y lo que se dice es menos importante de lo que se cree que se dice sin decir.
Lo que se dice sin decir es que no se entiende.
Y si no se entiende, entonces no se meta.

viernes, 12 de abril de 2019

Mañanas de otoño


¿Somos acaso, mesas vacías?
¿Somos mañanas silenciosas?
¿Veredas limpias?
¿Somos acaso, soles de otoño?
¿Somos asientos vacíos?
¿Carpas de colores?

Si las mañanas de otoño tuvieran voz, cantarían canciones tranquilas. Si tuvieran manos, pintarían las calles de colores pasteles. Si tuvieran pies, bailarían entre las hojas secas. Y si tuvieran sentimientos, sonreirían mostrando de vez en cuando una mueca triste.

Pero no lo hacen, porque las mañanas de otoño no son mañanas, soy ayeres futuros.

domingo, 7 de abril de 2019

Estuche



Cuando iba a levantar el estuche y lo que quedaba de los anteojos, pasó un vendedor de churros motorizado y se lo robó. La moto disparó a toda velocidad lo que no dio tiempo al señor a reaccionar. Incrédulo miró al cielo y salió corriendo a los gritos. La moto le llevaba ventaja pero dejaba caer churros por la velocidad. Siguió el rastro de esa masa frita crujiente hasta que vio la moto detenida sobre la vereda de un lavadero de ropa. Se detuvo, tomó aire y avanzó hacia el otro lado de la calle a rescatar sus rotos anteojos. Cruzó y esquivó un colectivo. Pero no logró esquivar al camión que venía del otro lado. Fue un segundo en que todo pareció irreal, todo le daba vuelta, la calle, la moto y los churros. Y recordó sus anteojos. Ese fue su último pensamiento.

viernes, 5 de abril de 2019

Incondicionales

El misterio de tus ojos encierra tanta duda como certeza. Hay una mano que cuida tu transitar y tal vez sea una mano de seis dedos en donde el sexto es solo el indicio del exceso. Esa mano se convierte en abrazo que descansa. Los descansos estimulan las realidades para convertirlas en acción posible. Tus descansos no miden los vértigos pero desafían instintos. El abrazo se torna preocupante por culpa del sexto dedo, pero la preocupación no es tal cuando parece que se entiende todo. Tu todo es tambien un misterio y no hay un todo misterio que no sea atractivo. El misterio de tus ojos se convierten en mano y luego en abrazo y luego en vuelta a empezar como si nada hubiera existido. Pero existe el nada misterio y esta en tus ojos de a ratos. Está en ese instante de abrazo que descansa y que, cierto y para nada misterioso, no tiene ni tendrá condiciones. 

sábado, 30 de marzo de 2019

Verbo


Hablar para callar
Callar para seguir
Seguir para crear
Crear para vivir
Vivir para hacer
Hacer para sentir
Sentir para ser
Ser para pensar
Pensar para escuchar
Escuchar para callar
Callar para decir
Decir para creer
Creer para vivir
Vivir para hacer
Hacer para ser
Ser para sentir
Sentir para decidir.

viernes, 29 de marzo de 2019

Canastas de huevos


¿De dónde habrá salido esto de que los huevos deben estar en distintas canastas?
No lo busqué, preferí ponerme a pensar que significa.
Parece que las canastas son elementos en dónde se ponen cosas. Tienen forma rectangular pero redondeadas, aunque las hay redondas o cuadradas. Su material, el mimbre.
¿Será que para ser canasta hay que poder guardar cosas y ser de mimbre?
Ser recipiente de cosas diversas y ser canasta requiere (parecería) tener una manija para poder asirla mientras llevamos las cosas que lleva en su interior. Pero también hay canastas sin manija. Redondas y sin manijas.
Lo que parece innegociable es el material. El mimbre es indispensable para su existencia. Qué palabra mimbre. Es rarísima y no se puede usar para nada más.
Tal vez podamos encontrar canastas de otros materiales pero deben ser parecido al mimbre. No se me ocurre cuál, pero no importa porque la cuestión es que sin ese estilo descripto no hay canasta.
Si fuera de plástico sería otra cosa. Lo mismo que si fuera de madera o de cemento ya que seguramente tienen un nombre específico.
¿Y el huevo? El huevo es también un elemento raro. El huevo contiene futura vida aninal pero cuando esa vida no llega a ser, pues es alimento de ajenos. De otrxs humanos u otros animales.
Lo lindo de todo esto es que es huevo la génesis animal y es huevo alimento para diversos seres vivientes. También hay huevos detenidos en el tiempo, que tienen historia de no ser y que el humano los exhibe con fuerte sentido de sostener esa historia. Hay huevos de distintos tamaños y formatos. Huevos en tierra, en nidos de paja, en mares gigantes, en arena, en estanques quietos y en heladeras.

El hombre como formador de conceptos inexplicables habla de huevos en la canasta. Y no sólo eso, suele aconsejar poner huevos en distintas canastas. ¿Es una metáfora animal de dividir la descendencia para que alguien sobreviva? Si un animal pone los huevos en un solo lado y viene un depredador y descubre a dónde están, pues se come todos los huevos y la descendencia queda trunca. Si ese mismo animal pone los huevos estratégicamente separados, evita así perder todos sus huevos reduciendo el riesgo a fallar en su continuidad tan solo por poner todos los huevos en un mismo lugar al libre uso y usufructo del depredador.
¿Y la canasta? La canasta de mimbre nos suena a calidez y a reparo, ese material es agradable, calentito, seguro. Y los huevos para nacer deben estar bien guardados, estar seguros, calentitos y cuidados. De ahí la canasta de huevos. Y de ahí repartirlos en distintas canastas.

No sé cuán real sea mi deducción, pero lo que sí es real es que para sobrevivir hay que resguardarse de depredadores (los que sean) poniendo lo que nos reproduce o queremos reproducir en distintos lugares para no truncar nuestros objetivos (los que sean).

Creo entonces, que hay que aprender que es el mimbre, y las canastas, las formas de los huevos y los huevos, porque tal vez sea la única forma este día que nos toca vivir, de seguir haciendo lo que queremos.


viernes, 22 de marzo de 2019

Yo fui testiga


Por esas cosas de la vida, me tocó por primera vez ser testiga en un juicio.
A veces ocurre que tenemos que hacer cosas por primera vez, y cuando eso pasa el vértigo de lo nuevo genera una ansiedad impensada. Sin embargo llegué bastante tranquila a la zona de Tribunales. Me senté en un café con el abogado quien me comentó medianamente lo que esperaba que testifique. Lo primero que me dijo es que lo bueno era que íbamos a decir la verdad, y como tal, no debía preocuparme demasiado. Traje, pelo corto, prolijo. Su celular que sonaba bajito. Los años de experiencia. Tenía una simpatía extraña. Se reía sabiendo que se estaba riendo. Quedé mirándolo varias veces, tratando de comprender que lleva a alguien ser consciente de su propia risa. Lo observaba cómo se y me preparaba para diseñar sus preguntas. Estaba apurado.
Llegué al juzgado correspondiente. Un segundo piso. Expedientes atados por lo pasillos. Papeles de todo tipo y color, papeles que crean un paisaje de papeles.
Me llamaron a la audiencia. Entré a una salita que tenía por pared cajas con expedientes por donde lo mirabas. Papeles, más papeles. El espacio era pequeño. Un gran escritorio viejo con una computadora en medio. Tres sillas de madera. Viejas. De distintos estilos pero elegantes. Había un hombre joven mirando los expedientes. La señora que me llevó habló con hombre y dijo que no había sistema. Hacemos la declaración en word, decidió. 
Para mí era lo mismo.
El mismo joven que nadaba en los expedientes de repente se levantó, acomodó las sillas, se sentó en el escritorio y me pidió que me sentara frente a él. Me pidió el DNI y confirmó mis datos de forma oral. Terminada la ceremonia de verificar que yo era yo, me pregunta si voy a decir la verdad a lo que le contesto que sí. Luego me aclaró que estaba bajo juramento y que debía decir la verdad. Me sentí adentro de una película y me sentí maravillosamente bien de estar viviendo lo que me estaba pasando. Era un personaje de mi imaginación actuando en la realidad.
Me imaginaba en otros contextos, en algún cuento de Juan José Saer.
Tardé como hora y pico en testificar. No fue tan sencillo como me había dicho el abogado allá en el café. Me hicieron salir tres veces para no escuchar discusiones entre las partes a cerca de las preguntas de los abogados y de mis respuestas. Quedaba sola en el pasillo también repleto de expedientes (papeles) y esperaba a ser llamada otra vez para ver que habían decido preguntarme. Mientras esperaba pensaba en alguna respuesta o imaginaba otras preguntas. Pero también miraba las paredes con pintura vieja, los afiches gremiales, los nombres en los expedientes.
A veces pasaba algún empleado o empleada y me miraban. Y yo miraba con cara de nada.
Cuando volvía a entrar miraba las caras a ver si estaban conformes o disconformes de lo que habían acordado sin mi pero sobre mí. O mejor dicho sobre mis respuestas. Pero no podía verlas demasiado. Yo debía mirar siempre al escriba y no a quienes estaban atrás mio. Era hasta psicoanalítica la situación. Pero era clara. Otros preguntaban, yo le respondía al que escribía.
Con estas raras circunstancias pasé la hora de la audiencia.
Cuando terminó, imprimió mi testimonio y me lo dio para que lo lea. Corregí dos cosas y lo firmé. Me devolvió mi documento, le dí la mano a todos y como si nada, me retiré.
Quedé algo cansada, la tensión del responder, de qué decir y cómo, de encontrar las mejores respuestas a las peores preguntas. Bajé las escaleras señoriales de mármol y ya en la calle prendí un pucho. Miré los rostros de quienes entraban y salían. Muchos debían ser testigos como yo, otros acusados y otros acusadores. Abogados, ciudadanos, empleados públicos. La marea de hombres y mujeres jugando a hacer justicia. Miraba la puerta y no pensaba en nada aún.
Ya había emprendido la vuelta a mi día y empezó a rondar por mi cabeza esto de ser testiga. De testificar sobre un hecho por la simple razón de haber visto o participado del hecho. Y pensaba en la subjetividad del testimonio más allá de la objetividad del hecho.

Somos constantemente testigxs de todo. ¿Seremos testigxs de nosotrxs mismxs? ¿Las acciones que hacemos pueden ser atestiguadas por nosotrxs mismos? ¿O será que la existencia de testigxs valida quién somos o que hacemos? Si nadie ve lo que hago entonces.. ¿realmente lo hice o sólo es una idea que yo misma imagino de mi misma? ¿Es unx porque esta un otrx?
No logré responderme del todo, lo que sí ocurrió es que fui testiga.
Y fue muy divertido.

Aclaración: Busqué la palabra “testiga” a ver si existía. Y no, es “la” testigo. Pero la palabra “testiga” es tan divertida como serlo, así que decidí dejarlo.

sábado, 16 de marzo de 2019

Pantanos


Ella miraba a través de la ventana. Llovía.
Eran raros los momentos que sus ojos quedaban quietos mirando, probablemente porque la sensación de detenerse le resultaba algo incómoda.
De repente se levantó de la silla. No sabía que debía hacer después pero no quería mirar más.
El silencio de su alrededor la estimuló a pensar otra alternativa, quería dejar de mirar pero estaba dispuesta a ponerse a escuchar. Entonces, parada en medio del living empezó a escuchar el silencio que lentamente dejaba de serlo. Los silencios colaboran a descubrir los ruidos secretos, los sutiles, aquellos suelen ser tapados por otros ruidos más altos. Pasó apenas un rato e impulsivamente corrió a poner música, probablemente porque la sensación de oír el silencio le resultada algo incómoda.
Ni lo que ver, ni lo que escuchar le producía satisfacción.
Había pasado media hora de intentar probar la búsqueda de los sentidos. Al menos algunos de ellos. Pero el resultado fue inútil. Se dijo a sí misma que no tenía sentido.
Volvió a su normalidad y siguió su vida habitual. Las tareas que demandaba esa vida estaban configuradas en el perfecto orden o desorden que la existencia social y cultural impone. Ir al banco a blanquear la clave de la tarjeta.  Evaluar a quién visitar de la familia el fin de semana y confirmar la asistencia al cumpleaños del novio de una vieja amiga. Pensar en comer y en qué hacer para comer. Dedicarle tiempo a los que forman parte de su vida con cariño y dedicación. Responder a las demandas laborales y profesionales. Preguntarles a un amigo por su madre internada y a una amiga si recibió el pedido de Avon que le había encargado la semana anterior. Mirar el cuaderno del hijo y salir corriendo a conseguir el manual de matemática. Barrer, limpiar, lavar. Pagar impuestos y hacer por tercera vez el plan de pagos de la patente del auto. La comida del perro y reponer el recipiente del agua. Depilarse. Cambiar el jean que finalmente no le gustó. Responder mensajes en el teléfono. Pensar en la ropa para el otro día porque sale muy temprano y hay demasiado que hacer antes de tomar colectivo. Y así, ese interminable listado de innumerables actividades que carecen de miradas y silencios.
Y pasó el día, y los días, y dejó olvidado el mirar la lluvia y el pararse en medio del living a percibir otros sonidos. Ella entendía que en su balanza de satisfacción el hacer lo que iba eligiendo hacer para la continuidad de su vida pesaba más que el inútil disfrute los sentidos. Y probablemente tenía razón, porque en esa alternativa ella era parte de algo y de alguienes. Era orden o desorden pero saber qué hacer. Era sencillo desde la alternativa de decidir aunque no necesariamente de hacer.
Pero a ella no le importaba pensarlo porque en definitiva pensar algunas cosas convierten a la lluvia en lago y el lago, cuando hay mucho barro y clima adecuado, puede convertirse en pantano. Y para pantano, mejor olvidarse del silencio y de la mirada, aunque en el fondo y en secreto le resulte la mejor opción.

Porque ella es él.
Porque ella es ella.
Porque ella es ellos y ellas.
Porque ella somos todxs.
Porque ella es de a ratos.
Porque ella es casi siempre
Porque ella.

miércoles, 6 de marzo de 2019

Canciones de miles, silencios de nadie




Sabemos que somos mujeres y sabemos lo que significa.
Entendemos que somos parte de una cultura que no se puede cambiar con sólo pretenderlo.
Acompañamos los procesos ajenos de cada una y de cada quien.
Ya no estamos sentadas a al espera de la igualdad.
La igualdad de las palabras y de los hechos.
La igualdad laboral, la económica, la social y la cultural.
Ya no estamos imaginando realidades imposibles.
La realidad del que no ve, del que no quiere ver.
La realidad de saberse parte de una transformación imparable.

Somos aquellas de la vanguardia que extreman todo lo necesariamente extremable.
Somos aquellas tímidas que dudan en pensarse fuera del mandato.
Somos todo lo que queremos ser.
Somos aquellas que aprendemos a ser.
Somos libertad para decidir sobre nuestros cuerpos.
Somos luchadoras exigiendo mirar y ser miradas.
Somos conciencia e inconsciencia.
Somos madres e hijas.
Somos miedo que se deshace.
Somos llanto que enseña.
Somos sonrisas que nos abrazan.
Somos cada muerte que nos provocan sabiendo que la intención es que lo sintamos.
Somos la historia.
Somos la transformación.
Somos porque somos todas juntas.
Somos canciones de miles y silencios de nadie.

Sabemos que somos mujeres y sabemos lo que ello implica.
Comprendemos que somos parte de una cultura que cambiará nuestra historia.
Sabemos que somos por y para nosotras. Y nos hacemos cargo.

miércoles, 6 de febrero de 2019

Las agujas del reloj


Las agujas siempre pasan por las horas y siempre se van de las horas.
Una más rápido, otra más lenta.
Su vida útil transcurre en ese ir y venir.

(Somos agujas que llegamos y que nos vamos)

Las agujas no saben porque lo hacen realmente
Tal vez crean que es una manera de no olvidar
O tal vez crean que es una forma de reaprender las horas

                                                      (Somos agujas que no olvidamos para reaprender)

sábado, 2 de febrero de 2019

Contame


Contame quién sos, y que te gusta.
Contame porque mirás el cielo cuando esta nublado y escondes la vista al sol.
Contame que hacés cuando abrís la puerta de tu casa.
Contame que soñás, que esperás, para dónde vas.
Contame si la verdadera forma de hacer las cosas es un sueño.
Contame si lo que lo que se hace es la manera de lograrlo.
Contame si las estrellas tienen luz o son una ilusión.
Contame por qué los pájaros tiene alas y las marionetas hilos.
Contame por qué descubrís miradas que nadie hace.
Contame si dormir de noche te deja soñar de día.
Contame por qué las ideas son ideas y las acciones son acciones.
Contame por qué tenés un nombre.
Contame si es difícil hablar lo que pensás.
Contame si es difícil pensar lo que decís.
Contame cómo te gusta vivir, si te gusta vivir, si vivís.
Contame si tenés fé y fé en qué.
Contame cómo los aviones vuelan y los barcos navegan.
Contame si una flor crece en la arena.
Contame si la arena necesita de la flor.
Contame tu ser, tu existir.
Contame qué perdiste.
Contame qué ganaste.
Contame si vale la pena ganar o vale la pena perder.
Contame cosas tristes y de las otras.
Contame si te gusta que te abracen o te quieran.
Contame si mordés la manzana o la cortás en pedacitos.
Contame porque un secreto es secreto.
Contame porque las abejas hacen miel.
Contame porque la miel es dulce.
Contame que imaginás que sos.
Contame sin querer contarme.
Pero siempre, siempre... contame.

A propósito de las SAD

Estos últimos días, los clubes son parte de la disputa ideológica que tiñe esta previa de ballotage presidencial. Frente a la reaparición de...