Desde
San Telmo a Once se camina bien. La ciudad muestra la belleza del
movimiento. Miles de personas que se cruzan y ni se miran. La
exacerbación del individualismo. Cuánta gente que se cruza de
frente en su mirada y no pasa nada. Cuanta gente que no es nadie en
la vida de nadie.
Las
miradas se cruzan e imaginamos la posibilidad de que algo debería
pasar porque si hay un cruce de miradas, hay intenciones. Pero esas
intenciones no se comparten a pesar del frente a frente de los ojos.
Esas intenciones tampoco son parecidas. Se reprimen las intensiones.
Por
suerte, lo que corre ese cruzamiento de miradas son los adoquines.
Las
calles por Defensa están llenas de piedras que tropiezan pies pero
que le dan una pincelada de antaño, una cultura colonial que
contrasta con la miradas y las camisas de empleadxs que caminan
pegando miradas a sus celulares.
Y
bancos. Iglesias. Organismos públicos. Y la Plaza de Mayo.
Una
plaza que tiene tantas miradas como pulso histórico. Sin valor
consciente, el hecho de pisarla produce la sensación de acción y de
historia ajena. De balcones, de luces, de pasado y de futuro.
Caminarla,
según el momento y el motivo, la carga de contenido, de valor
social, económico y político.
Los adoquines quedaron atrás y la ancha Avenida de Mayo es la extremidad de esa plaza, que es cuerpo y alma de muchos mas que menos y de muchos ojalá.
Los adoquines quedaron atrás y la ancha Avenida de Mayo es la extremidad de esa plaza, que es cuerpo y alma de muchos mas que menos y de muchos ojalá.
La
avenida, recta, sólo se ve desorganizada cuando el Congreso se para
de frente para generar una diagonal derecha, que la encamina
finalmente a ser eterna.
Varias
cuadras después te recibe Once, uno de los centros de confluencia de
transporte. Nada se parece a San Telmo y a sus adoquines. También
aquí miles de personas se cruzan y no se miran. Y cuando se miran,
esconden la intención y bajan la mirada para no pensar en
intensiones.
Ropa.
Negocios. Vendedores ambulantes. Monumentos. Y la Estación.
De
tanto San Telmo en adoquines llegas a Once vestido con ropa de
oferta.
Que
no haya subtes no necesariamente es una mala situación.
Es
una mirada. Es
una intención.
No hay comentarios:
Publicar un comentario