sábado, 30 de marzo de 2019

Verbo


Hablar para callar
Callar para seguir
Seguir para crear
Crear para vivir
Vivir para hacer
Hacer para sentir
Sentir para ser
Ser para pensar
Pensar para escuchar
Escuchar para callar
Callar para decir
Decir para creer
Creer para vivir
Vivir para hacer
Hacer para ser
Ser para sentir
Sentir para decidir.

viernes, 29 de marzo de 2019

Canastas de huevos


¿De dónde habrá salido esto de que los huevos deben estar en distintas canastas?
No lo busqué, preferí ponerme a pensar que significa.
Parece que las canastas son elementos en dónde se ponen cosas. Tienen forma rectangular pero redondeadas, aunque las hay redondas o cuadradas. Su material, el mimbre.
¿Será que para ser canasta hay que poder guardar cosas y ser de mimbre?
Ser recipiente de cosas diversas y ser canasta requiere (parecería) tener una manija para poder asirla mientras llevamos las cosas que lleva en su interior. Pero también hay canastas sin manija. Redondas y sin manijas.
Lo que parece innegociable es el material. El mimbre es indispensable para su existencia. Qué palabra mimbre. Es rarísima y no se puede usar para nada más.
Tal vez podamos encontrar canastas de otros materiales pero deben ser parecido al mimbre. No se me ocurre cuál, pero no importa porque la cuestión es que sin ese estilo descripto no hay canasta.
Si fuera de plástico sería otra cosa. Lo mismo que si fuera de madera o de cemento ya que seguramente tienen un nombre específico.
¿Y el huevo? El huevo es también un elemento raro. El huevo contiene futura vida aninal pero cuando esa vida no llega a ser, pues es alimento de ajenos. De otrxs humanos u otros animales.
Lo lindo de todo esto es que es huevo la génesis animal y es huevo alimento para diversos seres vivientes. También hay huevos detenidos en el tiempo, que tienen historia de no ser y que el humano los exhibe con fuerte sentido de sostener esa historia. Hay huevos de distintos tamaños y formatos. Huevos en tierra, en nidos de paja, en mares gigantes, en arena, en estanques quietos y en heladeras.

El hombre como formador de conceptos inexplicables habla de huevos en la canasta. Y no sólo eso, suele aconsejar poner huevos en distintas canastas. ¿Es una metáfora animal de dividir la descendencia para que alguien sobreviva? Si un animal pone los huevos en un solo lado y viene un depredador y descubre a dónde están, pues se come todos los huevos y la descendencia queda trunca. Si ese mismo animal pone los huevos estratégicamente separados, evita así perder todos sus huevos reduciendo el riesgo a fallar en su continuidad tan solo por poner todos los huevos en un mismo lugar al libre uso y usufructo del depredador.
¿Y la canasta? La canasta de mimbre nos suena a calidez y a reparo, ese material es agradable, calentito, seguro. Y los huevos para nacer deben estar bien guardados, estar seguros, calentitos y cuidados. De ahí la canasta de huevos. Y de ahí repartirlos en distintas canastas.

No sé cuán real sea mi deducción, pero lo que sí es real es que para sobrevivir hay que resguardarse de depredadores (los que sean) poniendo lo que nos reproduce o queremos reproducir en distintos lugares para no truncar nuestros objetivos (los que sean).

Creo entonces, que hay que aprender que es el mimbre, y las canastas, las formas de los huevos y los huevos, porque tal vez sea la única forma este día que nos toca vivir, de seguir haciendo lo que queremos.


viernes, 22 de marzo de 2019

Yo fui testiga


Por esas cosas de la vida, me tocó por primera vez ser testiga en un juicio.
A veces ocurre que tenemos que hacer cosas por primera vez, y cuando eso pasa el vértigo de lo nuevo genera una ansiedad impensada. Sin embargo llegué bastante tranquila a la zona de Tribunales. Me senté en un café con el abogado quien me comentó medianamente lo que esperaba que testifique. Lo primero que me dijo es que lo bueno era que íbamos a decir la verdad, y como tal, no debía preocuparme demasiado. Traje, pelo corto, prolijo. Su celular que sonaba bajito. Los años de experiencia. Tenía una simpatía extraña. Se reía sabiendo que se estaba riendo. Quedé mirándolo varias veces, tratando de comprender que lleva a alguien ser consciente de su propia risa. Lo observaba cómo se y me preparaba para diseñar sus preguntas. Estaba apurado.
Llegué al juzgado correspondiente. Un segundo piso. Expedientes atados por lo pasillos. Papeles de todo tipo y color, papeles que crean un paisaje de papeles.
Me llamaron a la audiencia. Entré a una salita que tenía por pared cajas con expedientes por donde lo mirabas. Papeles, más papeles. El espacio era pequeño. Un gran escritorio viejo con una computadora en medio. Tres sillas de madera. Viejas. De distintos estilos pero elegantes. Había un hombre joven mirando los expedientes. La señora que me llevó habló con hombre y dijo que no había sistema. Hacemos la declaración en word, decidió. 
Para mí era lo mismo.
El mismo joven que nadaba en los expedientes de repente se levantó, acomodó las sillas, se sentó en el escritorio y me pidió que me sentara frente a él. Me pidió el DNI y confirmó mis datos de forma oral. Terminada la ceremonia de verificar que yo era yo, me pregunta si voy a decir la verdad a lo que le contesto que sí. Luego me aclaró que estaba bajo juramento y que debía decir la verdad. Me sentí adentro de una película y me sentí maravillosamente bien de estar viviendo lo que me estaba pasando. Era un personaje de mi imaginación actuando en la realidad.
Me imaginaba en otros contextos, en algún cuento de Juan José Saer.
Tardé como hora y pico en testificar. No fue tan sencillo como me había dicho el abogado allá en el café. Me hicieron salir tres veces para no escuchar discusiones entre las partes a cerca de las preguntas de los abogados y de mis respuestas. Quedaba sola en el pasillo también repleto de expedientes (papeles) y esperaba a ser llamada otra vez para ver que habían decido preguntarme. Mientras esperaba pensaba en alguna respuesta o imaginaba otras preguntas. Pero también miraba las paredes con pintura vieja, los afiches gremiales, los nombres en los expedientes.
A veces pasaba algún empleado o empleada y me miraban. Y yo miraba con cara de nada.
Cuando volvía a entrar miraba las caras a ver si estaban conformes o disconformes de lo que habían acordado sin mi pero sobre mí. O mejor dicho sobre mis respuestas. Pero no podía verlas demasiado. Yo debía mirar siempre al escriba y no a quienes estaban atrás mio. Era hasta psicoanalítica la situación. Pero era clara. Otros preguntaban, yo le respondía al que escribía.
Con estas raras circunstancias pasé la hora de la audiencia.
Cuando terminó, imprimió mi testimonio y me lo dio para que lo lea. Corregí dos cosas y lo firmé. Me devolvió mi documento, le dí la mano a todos y como si nada, me retiré.
Quedé algo cansada, la tensión del responder, de qué decir y cómo, de encontrar las mejores respuestas a las peores preguntas. Bajé las escaleras señoriales de mármol y ya en la calle prendí un pucho. Miré los rostros de quienes entraban y salían. Muchos debían ser testigos como yo, otros acusados y otros acusadores. Abogados, ciudadanos, empleados públicos. La marea de hombres y mujeres jugando a hacer justicia. Miraba la puerta y no pensaba en nada aún.
Ya había emprendido la vuelta a mi día y empezó a rondar por mi cabeza esto de ser testiga. De testificar sobre un hecho por la simple razón de haber visto o participado del hecho. Y pensaba en la subjetividad del testimonio más allá de la objetividad del hecho.

Somos constantemente testigxs de todo. ¿Seremos testigxs de nosotrxs mismxs? ¿Las acciones que hacemos pueden ser atestiguadas por nosotrxs mismos? ¿O será que la existencia de testigxs valida quién somos o que hacemos? Si nadie ve lo que hago entonces.. ¿realmente lo hice o sólo es una idea que yo misma imagino de mi misma? ¿Es unx porque esta un otrx?
No logré responderme del todo, lo que sí ocurrió es que fui testiga.
Y fue muy divertido.

Aclaración: Busqué la palabra “testiga” a ver si existía. Y no, es “la” testigo. Pero la palabra “testiga” es tan divertida como serlo, así que decidí dejarlo.

sábado, 16 de marzo de 2019

Pantanos


Ella miraba a través de la ventana. Llovía.
Eran raros los momentos que sus ojos quedaban quietos mirando, probablemente porque la sensación de detenerse le resultaba algo incómoda.
De repente se levantó de la silla. No sabía que debía hacer después pero no quería mirar más.
El silencio de su alrededor la estimuló a pensar otra alternativa, quería dejar de mirar pero estaba dispuesta a ponerse a escuchar. Entonces, parada en medio del living empezó a escuchar el silencio que lentamente dejaba de serlo. Los silencios colaboran a descubrir los ruidos secretos, los sutiles, aquellos suelen ser tapados por otros ruidos más altos. Pasó apenas un rato e impulsivamente corrió a poner música, probablemente porque la sensación de oír el silencio le resultada algo incómoda.
Ni lo que ver, ni lo que escuchar le producía satisfacción.
Había pasado media hora de intentar probar la búsqueda de los sentidos. Al menos algunos de ellos. Pero el resultado fue inútil. Se dijo a sí misma que no tenía sentido.
Volvió a su normalidad y siguió su vida habitual. Las tareas que demandaba esa vida estaban configuradas en el perfecto orden o desorden que la existencia social y cultural impone. Ir al banco a blanquear la clave de la tarjeta.  Evaluar a quién visitar de la familia el fin de semana y confirmar la asistencia al cumpleaños del novio de una vieja amiga. Pensar en comer y en qué hacer para comer. Dedicarle tiempo a los que forman parte de su vida con cariño y dedicación. Responder a las demandas laborales y profesionales. Preguntarles a un amigo por su madre internada y a una amiga si recibió el pedido de Avon que le había encargado la semana anterior. Mirar el cuaderno del hijo y salir corriendo a conseguir el manual de matemática. Barrer, limpiar, lavar. Pagar impuestos y hacer por tercera vez el plan de pagos de la patente del auto. La comida del perro y reponer el recipiente del agua. Depilarse. Cambiar el jean que finalmente no le gustó. Responder mensajes en el teléfono. Pensar en la ropa para el otro día porque sale muy temprano y hay demasiado que hacer antes de tomar colectivo. Y así, ese interminable listado de innumerables actividades que carecen de miradas y silencios.
Y pasó el día, y los días, y dejó olvidado el mirar la lluvia y el pararse en medio del living a percibir otros sonidos. Ella entendía que en su balanza de satisfacción el hacer lo que iba eligiendo hacer para la continuidad de su vida pesaba más que el inútil disfrute los sentidos. Y probablemente tenía razón, porque en esa alternativa ella era parte de algo y de alguienes. Era orden o desorden pero saber qué hacer. Era sencillo desde la alternativa de decidir aunque no necesariamente de hacer.
Pero a ella no le importaba pensarlo porque en definitiva pensar algunas cosas convierten a la lluvia en lago y el lago, cuando hay mucho barro y clima adecuado, puede convertirse en pantano. Y para pantano, mejor olvidarse del silencio y de la mirada, aunque en el fondo y en secreto le resulte la mejor opción.

Porque ella es él.
Porque ella es ella.
Porque ella es ellos y ellas.
Porque ella somos todxs.
Porque ella es de a ratos.
Porque ella es casi siempre
Porque ella.

miércoles, 6 de marzo de 2019

Canciones de miles, silencios de nadie




Sabemos que somos mujeres y sabemos lo que significa.
Entendemos que somos parte de una cultura que no se puede cambiar con sólo pretenderlo.
Acompañamos los procesos ajenos de cada una y de cada quien.
Ya no estamos sentadas a al espera de la igualdad.
La igualdad de las palabras y de los hechos.
La igualdad laboral, la económica, la social y la cultural.
Ya no estamos imaginando realidades imposibles.
La realidad del que no ve, del que no quiere ver.
La realidad de saberse parte de una transformación imparable.

Somos aquellas de la vanguardia que extreman todo lo necesariamente extremable.
Somos aquellas tímidas que dudan en pensarse fuera del mandato.
Somos todo lo que queremos ser.
Somos aquellas que aprendemos a ser.
Somos libertad para decidir sobre nuestros cuerpos.
Somos luchadoras exigiendo mirar y ser miradas.
Somos conciencia e inconsciencia.
Somos madres e hijas.
Somos miedo que se deshace.
Somos llanto que enseña.
Somos sonrisas que nos abrazan.
Somos cada muerte que nos provocan sabiendo que la intención es que lo sintamos.
Somos la historia.
Somos la transformación.
Somos porque somos todas juntas.
Somos canciones de miles y silencios de nadie.

Sabemos que somos mujeres y sabemos lo que ello implica.
Comprendemos que somos parte de una cultura que cambiará nuestra historia.
Sabemos que somos por y para nosotras. Y nos hacemos cargo.

A propósito de las SAD

Estos últimos días, los clubes son parte de la disputa ideológica que tiñe esta previa de ballotage presidencial. Frente a la reaparición de...