Ella miraba a través de la ventana. Llovía.
Eran raros los momentos que sus ojos quedaban quietos mirando,
probablemente porque la sensación de detenerse le resultaba algo incómoda.
De repente se levantó de la silla. No sabía que debía hacer después
pero no quería mirar más.
El silencio de su alrededor la estimuló a pensar otra alternativa, quería dejar de mirar pero estaba dispuesta a ponerse a escuchar. Entonces, parada en medio del
living empezó a escuchar el silencio que lentamente dejaba de serlo. Los
silencios colaboran a descubrir los ruidos secretos, los sutiles, aquellos
suelen ser tapados por otros ruidos más altos. Pasó apenas un rato e impulsivamente
corrió a poner música, probablemente porque la sensación de oír el silencio le
resultada algo incómoda.
Ni lo que ver, ni lo que escuchar le producía satisfacción.
Había pasado media hora de intentar probar la búsqueda de
los sentidos. Al menos algunos de ellos. Pero el resultado fue inútil. Se dijo
a sí misma que no tenía sentido.
Volvió a su normalidad y siguió su vida habitual. Las tareas
que demandaba esa vida estaban configuradas en el perfecto orden o desorden que
la existencia social y cultural impone. Ir al banco a blanquear la clave de la
tarjeta. Evaluar a quién visitar de la
familia el fin de semana y confirmar la asistencia al cumpleaños del novio de
una vieja amiga. Pensar en comer y en qué hacer para comer. Dedicarle tiempo a
los que forman parte de su vida con cariño y dedicación. Responder a las
demandas laborales y profesionales. Preguntarles a un amigo por su madre
internada y a una amiga si recibió el pedido de Avon que le había encargado la
semana anterior. Mirar el cuaderno del hijo y salir corriendo a conseguir el
manual de matemática. Barrer, limpiar, lavar. Pagar impuestos y hacer por
tercera vez el plan de pagos de la patente del auto. La comida del perro y
reponer el recipiente del agua. Depilarse. Cambiar el jean que finalmente no le
gustó. Responder mensajes en el teléfono. Pensar en la ropa para el otro día
porque sale muy temprano y hay demasiado que hacer antes de tomar colectivo. Y
así, ese interminable listado de innumerables actividades que carecen de
miradas y silencios.
Y pasó el día, y los días, y dejó olvidado el mirar la
lluvia y el pararse en medio del living a percibir otros sonidos. Ella entendía que en su balanza de
satisfacción el hacer lo que iba eligiendo hacer para la continuidad de su vida
pesaba más que el inútil disfrute los sentidos. Y probablemente tenía razón,
porque en esa alternativa ella era parte de algo y de alguienes. Era orden o desorden
pero saber qué hacer. Era sencillo desde la alternativa de decidir aunque no necesariamente
de hacer.
Pero a ella no le importaba pensarlo porque en definitiva
pensar algunas cosas convierten a la lluvia en lago y el lago, cuando hay mucho
barro y clima adecuado, puede convertirse en pantano. Y para pantano, mejor
olvidarse del silencio y de la mirada, aunque en el fondo y en secreto le resulte la mejor opción.
Porque ella es él.
Porque ella es ella.
Porque ella es ellos y ellas.
Porque ella somos todxs.
Porque ella es de a ratos.
Porque ella es casi siempre
Porque ella.
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