sábado, 16 de marzo de 2019

Pantanos


Ella miraba a través de la ventana. Llovía.
Eran raros los momentos que sus ojos quedaban quietos mirando, probablemente porque la sensación de detenerse le resultaba algo incómoda.
De repente se levantó de la silla. No sabía que debía hacer después pero no quería mirar más.
El silencio de su alrededor la estimuló a pensar otra alternativa, quería dejar de mirar pero estaba dispuesta a ponerse a escuchar. Entonces, parada en medio del living empezó a escuchar el silencio que lentamente dejaba de serlo. Los silencios colaboran a descubrir los ruidos secretos, los sutiles, aquellos suelen ser tapados por otros ruidos más altos. Pasó apenas un rato e impulsivamente corrió a poner música, probablemente porque la sensación de oír el silencio le resultada algo incómoda.
Ni lo que ver, ni lo que escuchar le producía satisfacción.
Había pasado media hora de intentar probar la búsqueda de los sentidos. Al menos algunos de ellos. Pero el resultado fue inútil. Se dijo a sí misma que no tenía sentido.
Volvió a su normalidad y siguió su vida habitual. Las tareas que demandaba esa vida estaban configuradas en el perfecto orden o desorden que la existencia social y cultural impone. Ir al banco a blanquear la clave de la tarjeta.  Evaluar a quién visitar de la familia el fin de semana y confirmar la asistencia al cumpleaños del novio de una vieja amiga. Pensar en comer y en qué hacer para comer. Dedicarle tiempo a los que forman parte de su vida con cariño y dedicación. Responder a las demandas laborales y profesionales. Preguntarles a un amigo por su madre internada y a una amiga si recibió el pedido de Avon que le había encargado la semana anterior. Mirar el cuaderno del hijo y salir corriendo a conseguir el manual de matemática. Barrer, limpiar, lavar. Pagar impuestos y hacer por tercera vez el plan de pagos de la patente del auto. La comida del perro y reponer el recipiente del agua. Depilarse. Cambiar el jean que finalmente no le gustó. Responder mensajes en el teléfono. Pensar en la ropa para el otro día porque sale muy temprano y hay demasiado que hacer antes de tomar colectivo. Y así, ese interminable listado de innumerables actividades que carecen de miradas y silencios.
Y pasó el día, y los días, y dejó olvidado el mirar la lluvia y el pararse en medio del living a percibir otros sonidos. Ella entendía que en su balanza de satisfacción el hacer lo que iba eligiendo hacer para la continuidad de su vida pesaba más que el inútil disfrute los sentidos. Y probablemente tenía razón, porque en esa alternativa ella era parte de algo y de alguienes. Era orden o desorden pero saber qué hacer. Era sencillo desde la alternativa de decidir aunque no necesariamente de hacer.
Pero a ella no le importaba pensarlo porque en definitiva pensar algunas cosas convierten a la lluvia en lago y el lago, cuando hay mucho barro y clima adecuado, puede convertirse en pantano. Y para pantano, mejor olvidarse del silencio y de la mirada, aunque en el fondo y en secreto le resulte la mejor opción.

Porque ella es él.
Porque ella es ella.
Porque ella es ellos y ellas.
Porque ella somos todxs.
Porque ella es de a ratos.
Porque ella es casi siempre
Porque ella.

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