A veces ocurre que
tenemos que hacer cosas por primera vez, y cuando eso pasa el vértigo
de lo nuevo genera una ansiedad impensada. Sin embargo llegué
bastante tranquila a la zona de Tribunales. Me senté en un café con
el abogado quien me comentó medianamente lo que esperaba que
testifique. Lo primero que me dijo es que lo bueno era que íbamos a
decir la verdad, y como tal, no debía preocuparme demasiado. Traje,
pelo corto, prolijo. Su celular que sonaba bajito. Los años de
experiencia. Tenía una simpatía extraña. Se reía sabiendo que se
estaba riendo. Quedé mirándolo varias veces, tratando de comprender
que lleva a alguien ser consciente de su propia risa. Lo observaba
cómo se y me preparaba para diseñar sus preguntas. Estaba apurado.
Llegué al juzgado
correspondiente. Un segundo piso. Expedientes atados por lo pasillos.
Papeles de todo tipo y color, papeles que crean un paisaje de
papeles.
Me llamaron a la
audiencia. Entré a una salita que tenía por pared cajas con
expedientes por donde lo mirabas. Papeles, más papeles. El espacio
era pequeño. Un gran escritorio viejo con una computadora en medio.
Tres sillas de madera. Viejas. De distintos estilos pero elegantes.
Había un hombre joven mirando los expedientes. La señora que me
llevó habló con hombre y dijo que no había sistema.
Hacemos la declaración en word, decidió.
Para mí era lo mismo.
El mismo joven que nadaba
en los expedientes de repente se levantó, acomodó las sillas, se
sentó en el escritorio y me pidió que me sentara frente a él. Me
pidió el DNI y confirmó mis datos de forma oral. Terminada la
ceremonia de verificar que yo era yo, me pregunta si voy a decir la
verdad a lo que le contesto que sí. Luego me aclaró que estaba bajo
juramento y que debía decir la verdad. Me sentí adentro de una
película y me sentí maravillosamente bien de estar viviendo lo que
me estaba pasando. Era un personaje de mi imaginación actuando en la
realidad.
Me imaginaba en otros
contextos, en algún cuento de Juan José Saer.
Tardé como hora y pico
en testificar. No fue tan sencillo como me había dicho el abogado
allá en el café. Me hicieron salir tres veces para no escuchar
discusiones entre las partes a cerca de las preguntas de los
abogados y de mis respuestas. Quedaba sola en el pasillo también
repleto de expedientes (papeles) y esperaba a ser llamada otra vez
para ver que habían decido preguntarme. Mientras esperaba pensaba en
alguna respuesta o imaginaba otras preguntas. Pero también miraba
las paredes con pintura vieja, los afiches gremiales, los nombres en
los expedientes.
A veces pasaba algún
empleado o empleada y me miraban. Y yo miraba con cara de nada.
Cuando volvía a entrar
miraba las caras a ver si estaban conformes o disconformes de lo que
habían acordado sin mi pero sobre mí. O mejor dicho sobre mis
respuestas. Pero no podía verlas demasiado. Yo debía mirar siempre
al escriba y no a quienes estaban atrás mio. Era hasta
psicoanalítica la situación. Pero era clara. Otros preguntaban, yo
le respondía al que escribía.
Con estas raras
circunstancias pasé la hora de la audiencia.
Cuando terminó, imprimió
mi testimonio y me lo dio para que lo lea. Corregí dos cosas y lo
firmé. Me devolvió mi documento, le dí la mano a todos y como si
nada, me retiré.
Quedé algo cansada, la
tensión del responder, de qué decir y cómo, de encontrar las
mejores respuestas a las peores preguntas. Bajé las escaleras señoriales de mármol y ya en la calle prendí un pucho. Miré los
rostros de quienes entraban y salían. Muchos debían ser testigos
como yo, otros acusados y otros acusadores. Abogados, ciudadanos,
empleados públicos. La marea de hombres y mujeres jugando a hacer
justicia. Miraba la puerta y no pensaba en nada aún.
Ya había emprendido la
vuelta a mi día y empezó a rondar por mi cabeza esto de ser
testiga. De testificar sobre un hecho por la simple razón de haber
visto o participado del hecho. Y pensaba en la subjetividad del
testimonio más allá de la objetividad del hecho.
Somos constantemente
testigxs de todo. ¿Seremos testigxs de nosotrxs mismxs? ¿Las
acciones que hacemos pueden ser atestiguadas por nosotrxs mismos? ¿O
será que la existencia de testigxs valida quién somos o que
hacemos? Si nadie ve lo que hago entonces.. ¿realmente lo hice o
sólo es una idea que yo misma imagino de mi misma? ¿Es unx porque
esta un otrx?
No logré responderme del
todo, lo que sí ocurrió es que fui testiga.
Y fue muy divertido.
Aclaración: Busqué la
palabra “testiga” a ver si existía. Y no, es “la” testigo.
Pero la palabra “testiga” es tan divertida como serlo, así que
decidí dejarlo.
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