domingo, 15 de noviembre de 2020

Flores celestes

Después de las salida del sol, después de la mañana, después del camino caminado, hay un árbol con hojas verdes que se colorean de rojo cuando arranca el otoño. Las hojas no se caen, porque no pueden tocar el suelo mientras el otoño convierte los suelos en caminos de hojas que no quieren caer.

No hay lugar para las mañanas de otoño cuando no hay hojas.

Antes de la salida del sol, antes de la mañana, antes del camino caminado, hay una flor chiquita de color celeste que de tanto ser despierta la primavera. Y son ellas, las flores mas pequeñas las que se desvisten para producir frutos y futuro.

Hay lugar para las mañanas de primavera cuando hay flores desvestidas.


Ella esta sentada, corta pétalos celestes y pisa las hojas que no caen.

Luego se va, para volver adonde nunca se fue.

sábado, 5 de septiembre de 2020

El seguro

 

Sabía que levantarse cada mañana mientras esperaba el caer de las pocas gotas que salían de la canilla oxidada, no era un desafío. Era pensar que debía hacer exactamente lo mismo cada día, cada hora, cada pasar del tiempo. De mediana edad, canoso, alto y flaco por la mañana se vestía con un pantalón marrón medio aviejado, una camisa amarillenta y una campera negra. Caminaba cuatro cuadras hasta el bar de la esquina en la avenida. Se sentaba en la misma mesa de siempre y Rosa le alcanzaba su café con leche con tostadas. Las untaba con mermelada mientras miraba por la ventana. Los autos pasaban, iban y venían. Le gustaba verlos mientras terminaba su desayuno. La idea de estar detenido mientras todo estaba en movimiento le generaba la imperiosa necesidad sentirlo.

Miraba el reloj siempre a la misma hora, dejaba el dinero bajo la taza y se iba a trabajar. La jornada en su oficina era monótona pero segura. El departamento estaba a unas cuadras del bar, era un primer piso contrafrente. En la puerta tenía el cartel de productor de seguros.

Empezaba su tarea a las diez en punto, nunca antes, nunca después. La oficina estaba venida a menos, poca luz, un cuadro de un paisaje pampeano, un cuadro de un santo y su certificado de productor. A eso de las diez y media empezaba a sonar el teléfono. Atendía displicentemente pero seguro. Describía el servicio y pasaba presupuesto. Así varias horas. No paraba para almorzar pero tampoco trabajaba todo el tiempo. Por momentos miraba la única planta que nunca se marchitaba. Se mantenía bella, llena de vida. El se acercaba y metía un dedo en la tierra. Si estaba seca, iba al pequeño baño llenaba un vaso blanco de plástico para regarla. Y la regaba. No pasaba día que no admirara su planta. Sentía una notable satisfacción de tenerla.

Luego de varias horas, se iba. Había vendido algunos seguros, resuelto un par de reclamos y planificado su día siguiente. Entonces volvía a su casa caminando, con la campera en le brazo y la sensación que mañana sería muy parecido. Estaba seguro.

La rutina de la tarde consistía en llegar a su casa, prepararse un mate cocido mientras escuchaba radio. Leía algún libro o veía algo de televisión. Los martes y viernes hacía las compras. Tenía una lista que repetía y le permitía asegurar sus provisiones para las semana. Ya a las ocho, cocinaba su cena y a las diez estaba en la cama mirando alguna película. Le gustaba las policiales, las de misterio a veces algún que otro documental. Así terminaba su día. Conforme y seguro de todo lo que fue su día y sabiendo como sería el de mañana.

No mucho más de las doce se quedaba dormido. Pero antes, apagaba la televisión.

viernes, 28 de agosto de 2020

Que añito, Teté.

Se termina Agosto. Qué añito, Teté. El único consuelo es que más o menos todes estamos con el mismo año. Tengo unos días horribles. No tengo ganas de vincularme positivamente con nadie. Miro mi celular y veo quien habla y me dan ganas de ladrar, cuál perro enfurecido. Lo peor es que sin motivo. Mi vida es tan predecible que más de uno y una podría afirmar que estoy haciendo a las 15 hs. Detesto estar expuesta de esa manera. Sí me gusta exponerme en mi cara graciosa y ocurrente, en mi faz de ir en contra de lo que la mayoría quiere o en decir un chiste. Y también me gusta ser un secreto indescifrable que siempre tiene algo más de lo que dice ser y hacer. Lamento mis días telarañas como suelo llamar a mis días oscuros. Disfruto en la oscuridad, no vaya a ser cosa de mentirme y mentirles. Disfruto las cosas porque hurgo en mi propio yo, disputando ideas propias y evaluando ideas ajenas, dudando de todo y sintiendo hasta la más chiquitita de las sensaciones.

Y en esa oscuridad de telaraña, de secretos no secretos y de exposiciones no expuestas, transito el Agosto que termina. Enojada con vos que nada tenés que ver, o con vos que todo lo tenés que ver y con vos que no me conocés además de vos que conoces todo. Con vos que me mirás y vos que ni siquiera sabés que estoy ahí. 

No puedo terminar de comprender para qué escribo esto, tal vez porque sería mi justificación a todo lo que hoy no puedo abordar. Todo aquello que no acepto no ser o poder.

Justificación o no, el mundo esta cada vez más extraño, Teté.


martes, 25 de agosto de 2020

Malo, malísimo

 

A veces me siento a mirarlo y no puedo dejar de pensar en la vida que llevó.

Siempre tengo la sensación que fue malo, malísimo. Que hizo todo aquello que alguien no tiene que hacer. Me lo imagino joven y lleno de autosatisfacción, sabedor de la historia aristocrática de su pueblo natal. Me lo imagino ambicioso de dinero y de placeres. Para nada empático. Egoísta de lo que quería y dispuesto a todo para lograrlo. 

Lo veo paseando entre las mesas del viejo restaurante indicando quién tiene que hacer qué y mirando que todo sea lo que tiene que ser. Puteando y señudo. Con nada de indulgencia.

Otras veces  me lo imagino tan solo como si fuera un adolescente que no podía hacerse cargo de nada y que sólo hacía lo que hacía para rebelarse contra algo que ni él sabía.

Lo veo en su coches y sus casas, sin tiempo para disfrutarlo.

Veo tristeza e insatisfacción, éxitos y excesos. La idea de que todo lo grande que hacía, lo tiraba por la borda.

No tengo demasiado claro si es verdad lo que mi mente recorre, pero cuando lo miro, mientras sus manos siguen trabajando entre harinas, no dejo de volver a imaginar.

Hoy por primera vez lo escuché hablando que al final estaba bien todo lo que le pasó. Que es mejor así sino hubiera sido una locura.

Nunca termino de saber qué pasó realmente y tampoco quiero preguntarlo. 

Prefiero imaginar que era malo, malísimo, y que a veces me siento a mirarlo.


viernes, 31 de julio de 2020

Flores de limón

Antes de ser limones son pequeñas flores blancas que duran poquito. Duran lo que apenas dura verlas. Y las ves porque se caen. Tienen aroma a limón.

En cada rama hay muchas de ellas. Pero son silenciosas y con un corazón amarillo, son la génesis.

Pasan sin pena, con gloria y dan paso a pequeños frutos verdes.

Los limones nacen tan chiquitos como quien nace. Así y todo su aroma parece no disimular su futuro. Un futuro posible de ver en los días que siguen. Y entonces crecen y no cambian su color hasta que un leve amarillo va transformando su presencia.

Se amarillan, como las hojas en otoño.

Pero los otoños nos avisa del recambio, nos obliga a pensar en la decadencia de las cosas, en la finitud de los ciclos.

El amarillo del limón no se asoma amarronado, se convierte en cada vez más amarillo.
Algunos caen antes de ser lo que deben ser, Algunos no se sueltan ni logrando ser lo que son.

Dicen por ahí que sacarlos en su punto justo le permite al árbol reproducirse y crear nuevos frutos.

El limón maduro es poderoso, mira altivo lo que va a pasar. Y pasa que toda su madurez se transforma en momento exacto para ser parte de otra cosa o de otras cosas. Su naturaleza ácida y bondadosa ofrece alternativas inimaginables. Incluso, partido, lamerlo produce una sensación inigualable, digna de florcitas ignotas.

Algunos limoneros no descansan. En el frío del invierno regalan su proceso natural para la contemplación y el aroma deslumbra al viento helado de la mañana.

Aquellos que quedan luego de la madurez, se hacen chiquitos, arrugados, hasta el amarillo se opaca. El aroma se va, quedan apenas dejos de lo que fueron.

Y las flores que ya no son comprenden, justo en ese momento, que llegó el momento de volver a ser sin ser, de volver a crear en silencio, de volver a ser solo el bello secreto que permite ser al limón.


sábado, 13 de junio de 2020

Humanas


Pensarnos.
Porque nuestra corporalidad es un sujeto de cambio que necesita la libertad de poder decidir, como una búsqueda imparable contra quienes impedían e impiden esa transformación.
Pensarnos
Porque  somos casi todas mujeres  las que cuidamos a los viejos y a las viejas, a los niños y y a las niñas, a enfermos y enfermas.  Porque en hospitales y en los barrios les ofrecemos té y leche de cuarentena. Y de la vida.
Pensarnos.
Porque la revalorización y conquista de nuestros derechos incrementó el cansancio de tener que hacer todo lo que hay que hacer, lo que hacíamos antes, lo que hacemos ahora…  casi sin preguntarnos si está bien ser y hacer todo.
Pensarnos
Porque la existencia del deseo de ser lo que se quiere ser, se vio atrapado en una jaula de miedos. Y porque aún hoy, en esa inexistencia de posibilidades, de recursos, de saberes.. Aún hoy, millones de mujeres viven oprimidas al yugo familiar y machista.
Pensarnos
Porque como actoras sociales  y económicas, aún estamos relegadas en consideración para las tareas, todavía se oye el rumor entre hombres dudando de las condiciones de mujeres o desvalorizando ser pares cuando no hay ninguna duda que lo somos.
Pensarnos
Por todas aquellas que en mayor o menor medida, sufren violencia física. Porque en los últimos 5 años fueron 1450 mujeres muertas por ser mujeres. Y sin contar las anteriores,  otras agresiones y otros tipos de violencia.
Pensarnos 
Por las 400.000 mujeres que según estimaciones, deciden interrumpir su embarazo anualmente con el riesgo de perder su vida en el camino.
Pensarnos
Porque está en nuestra lucha correr el telón de un nuevo paradigma. Porque llenas de humanidad debemos transformar esa humanidad para que sea más humana.
Pensarnos
Porque no queremos seguir contando desigualdades ni muertes
Porque la lucha no para
Porque queremos la libertad de poder elegir decimos #abortolegalya
Y porque queremos seguir vivas #niunamenos

domingo, 31 de mayo de 2020

Junio


Mañana empieza junio. ¡Habíamos planificado tantas cosas!
Se pasaron todos los meses envueltos en incertidumbre, nuevos pensamientos, nuevas formas de sentirnos.

Mañana empieza junio. ¡Habíamos imaginado tantas cosas!
Y el corazón nos despierta remolón de hacer por el miedo a no saber qué hacer o si va a servir lo que veníamos haciendo.

Mañana empieza junio  ¡Habíamos pensado tanto en salir!
Y navegamos entre imágenes pixeladas, compartimos mates lejanos, redimensionamos las  necesidades, miramos números, rascamos el fondo de las cuentas de los bancos.

Mañana empieza junio ¡Habíamos dejado tanto pendiente!
Nos enamoramos de las formas nuevas. Nos sorprenden las palabras. Nos entristece la falta de otras pieles en nuestra piel.

Mañana empieza junio. ¡Habíamos organizado tantas cosas!
Ya no es tanto tiempo. En vida normal apenas nos hubiéramos dado cuenta que el tiempo pasaba.

Y el tiempo pasó. Y sonrío a quien quiero sonreír. 
Pero mañana, empieza junio.

sábado, 16 de mayo de 2020

Tu ser, no ser.


Dedicado a los que aún mirando, no dejan de mirar.

Es el eco de la noche misteriosa, es el calorcito del sol que de noche no se ve. 
Es la flor que crece mientras miramos brotar las sonrisas.
Mis palabras envueltas en canciones descubren esas miradas tensas que relajan pensamientos vacíos de pensar.
El mundo se abre en cuatro partes de manzana verde ácida y mi mirada rejunta la sospecha de no ser.
Ser, no espanta las gotas de esa lluvia constante que desata melancolía por ser y tener.
Y ves mi cara envuelta en humo como la transformación tan sencilla como el deseo de tener todo para no imaginar nada.
Los pasos que damos son extraños, como artistas locos creando visiones inimaginables.
Tu ser, no ser, da color en una paleta cromática que ansia el silencio. Que espera el silencio. Que añora el silencio.
Habrá un misterio sin sentido cuando nos tomemos de los codos y me enamore de un sol que revolotea ese cielo que algun vez dejaste de mirar.



martes, 12 de mayo de 2020

The Truman Show


Como cada dos o tres días salgo con mi bici a comprar. En la ruleta del abastecimiento soy yo quien mayormente se ocupa del quehacer pues, de alguna manera es mi forma de reconectarme con el entorno, tan necesario para mi como hablar.
Así, viajo en bici, miro los árboles, las calles vacías, el sol matinal que ilumina el cemento, o las nubes que pasean tiñiendo de gris los días.
No me cruzo casi con nadie pero sonrío a casi todos y todas. Porque el salir me produce alegría de ver. Los demás que miran mi sonrisa seguramente creen que estoy medio trastornada y me sonríen. O por ahí solamente sonríen sin yo tener nada que ver.
Hoy volvía de mis compras, con mi barbijo y las bolsas de compras a cuestas y decidí cruzar la vía por la barrera opuesta a la que siempre cruzo. Quedé en el paso a nivel y cerquita de las vías. Justo salía el tren para capital. Me paré, agarré mi bici por su manubrio y esperé mirando hacia arriba el tren que imponente comenzaba a pasar frente a mí. Era altivo y ruidoso y quedé mirandolo hacia adentro, desde el abajo. Veia la gente que iba cómodamente sentada. Había lugar a pesar de la hora. Muchos asientos vacíos. Cada persona en el tren miraba por la ventana o para el frente o para abajo y tenían su barbijo como quien sale vestido. Los vagones pasaban y sentía la inmensidad desde abajo y lme asombraba  de las personas con barbijo. De repente pensé que no entendía bien que pasaba. Era un cuento o en una dimensión no real de la realidad. 
¿Cómo es que estamos transportándonos con nuestras bocas y narices tapadas, todos y todas?  ¿Cómo es que buscamos abastecernos como un medio de conexión social?
Esa gente y ese tren me llevaron a un extrañísimo lugar de descreer de la realidad vivida. Es una caricatura de vivir. ¿Es verdad todo estamos que estamos viviendo?
Mi cabeza giraba y giraba y los pensamientos en ella pero no lograban tener claro si somos lo que estamos viviendo o vivimos lo que somos. Por otro lado tampoco sabía cuán cierto es nuestra realidad. Al final casi confirmé que seamos la creación de un escritor o una escritora que decidió escribir un libro de ciencia ficción y que estamos viviendo esa vida creada, como Jim Carrey en The Truman Show.  
Y esa vida tiene un límite donde termina el mar, que es donde chocaremos y todo para darnos cuenta que todo era una maldita escenografía.

miércoles, 22 de abril de 2020

Desarrollo local y el nuevo paradigma

El desarrollo local como un espacio multidisciplinario que habla de las relaciones entre desarrollo y entorno territorial y con un abordaje de políticas públicas orientadas a generar condiciones de construcción de ciudadanía en un determinado territorio. El desarrollo local busca usar distintas herramientas que incrementen la competitividad económica, la cohesión social, la sostenibilidad ambiental y la capacidad innovadora y adaptativa. (1)
La CEPAL define ese mismo desarrollo como un proceso de construcción social del entorno, impulsado por la interacción entre las características geofísicas, las iniciativas individuales y colectivas de distintos actores y la operación de las fuerzas económicas, tecnológicas, sociopolíticas, culturales y ambientales en el territorio.
En cualquier definición, encontramos dos conceptos esenciales que deberíamos definir primero. Por un lado qué es el desarrollo y por otro qué es territorio. 
Cuando hablamos de desarrollo estamos hablando de un crecimiento equitativo en la calidad de vida expresada a través de la mejora en el alcance de los derechos y de las obligaciones de los ciudadanos y ciudadanas a través de una mejor calidad de vida desde lo cultural y económico.
Lo territorial por su  parte, nos habla del entorno que nos rodea y que teniendo sus propias características se ve influenciado y transformado por el humano que busca de adaptarse y adaptarlo. En lo territorial encontramos la relación directa con lo cultural, con las características que hacen a lo que somos en un determinado lugar. No es único ni de igual tamaño. El territorio varía en tamaño y en forma, y si bien no tiene que ver exclusivamente con lo geográfico, se asemeja bastante. 
El desarrollo local entonces, se enfoca en que dentro de un espacio determinado geográficamente y que posee de relaciones sociales y económicas entre las personas a través de una identificación de las características culturales propias, se genere un incremento en la calidad de vida ya sea económica, como social, como ambientalmente. 
En los últimos tiempos tiempos, ha mermado significativamente la relevancia de lo global. Sin hacer mucha historia, el proceso que nos encuentra previos a la pandemia mundial era un proceso de globalización local. Aunque suene extraño, comenzó a perder importancia la masividad de “las cosas” para darle lugar a espacios de comunidad que permitan fortalecer sectores específicos y para nada masivos. El advenimiento de la big data revolucionó el concepto de la masividad para iniciar un proceso de entendimiento local pero globalizado. Surgen así, infinitas comunidades sobre temas específicos y culturas específicas probablemente pequeñas pero que se conectan a través de la tecnología independientemente de lo geográficamente territorial. 
A su vez, muchas políticas públicas sociales y económicas, y en contraposición de la existencia de un neoliberalismo feroz que despersonaliza culturalmente todo aquello que se le atraviesa por el camino, comenzaba a poner en valor el desarrollo local, la importancia de los actores locales que generan progreso y desarrollo geográfico. Comenzaba a primar la asociación entre los actores locales sea de la sociedad civil o el estado. Se había comenzado a poner en valor la relevancia de la representatividad colectiva por fuera de las estructuras burocráticas de antaño y que esa representatividad local es lo que generaba y fomentaba las políticas locales de desarrollo. 
Toda esta tendencia motivada entre otras cosas por la tecnología cada vez más indispensable, por los cambios en la costumbres, por el signifcado de los asociativo y por cambios en las propias política pública, se vieron impactados por el COVID19 que llegó para romper todo lo imaginable e incluso lo inimaginable. 
La situación del desarrollo local entendiendo tal como lo entendíamos, choca frente a la necesidad de resignificar inicialmente lo territorial. Parecería que cada vez más lo geográfico va perdiendo contra lo comunitario, como un espacio que vincula culturalmente las personas independientemente de su espacio físico.  Esta nueva forma de vivir que nos impacta recién hace poco tiempo, ha venido para quedarse casi sin lugar a dudas. Es nuevas formas de relaciones territoriales ponen en alarma el concepto de desarrollo y por ende del desarrollo local. La invitación parecería entonces es construir nuevos paradigmas de desarrollo que nos permitan resignificar los las estrategias para la mejora de lo social, lo económico y lo cultural. Hoy las comunidades extra espaciales se ven fortalecidas, las relaciones interpersonales mutan a la distancia y sobre todas las cosas la sensación de incertidumbre sobre lo territorial y económico nos licúa la capacidad de comprender la relevancia de las acciones que efectivamente realizamos. 
Estamos en presencia de un momento donde los libros de historia contarán que fue el inicio de un quiebre económico hacia otra forma de relaciones, que seguramente derivará en otras formas de interrelación social y un cambio profundo en los conceptos de desarrollo tal como era hace un par de meses atrás.
Los gobiernos de los Estados deberán ser vanguardia para comprender los procesos de cambio, para adaptarse a los cambios culturales y ambientales y a entender el nuevo significado de lo territorial. Y de lo que es el desarrollo en este nuevo paradigma.
Las políticas públicas tienen la difícil tarea de ser lo nuevo que somos. 
Y nosotros y nosotras también, como sociedad, no debemos dejar de estar atentos a nuestra nueva tierra, hoy, que alguien decidió que es su día.


(1) Qué es el desarrollo local, Fabio Quetglas 

Marcela, la pastelera


Marcela esta completamente decidida a convertirse en repostera.
Quiere estudiar. Quiere practicar.
Entonces se levanta temprano y elige recetas para cocinar. Sale, se pone el barbijo y va a comprar los insumos. Huevos, harina, manteca, azúcar, cacao, crema, chocolate amargo, un limón para rallar. A veces son otros los ingredientes.
Vuelve, lava todo con alcohol al 70%.
Se cambia. Se pone cómoda.
Nadie la mira y ella nada ve. Sólo un bol, una espátula y el futuro de repostera.


domingo, 19 de abril de 2020

Ciruelo, somos.

Estamos listos para emprender un camino que no tiene retorno. Levantamos los brazos indicando para donde ir. Somos quienes hacen los remolinos en los que desaparecen las emociones. Nunca pero nunca contamos la verdad ni siquiera a la verdad. A veces pensamos que no tiene ningún sentido y otras veces sentimos que lo tiene todo. La última vez fue ayer y recogimos frutos de un ciruelo. Estamos listos para volver el viento en huracán y el mar en tormenta. Sabemos pintar de colores inexistentes y cerrar postigos de madera para abrirlos cuando pase el viento.
Estamos esperando el momento justo para no arrancar nada ni terminar nada. Es longitud de las notas de esa canción quieta que rodea un mate que nunca compartiremos con nadie.
De todas las palabras que existen que podamos decir, la única que no decimos es la que no entendemos. No la decimos no porque no la entendemos sino porque es la que más hacemos.
Somos el granizo que choca contra la laja del camino que llega a un hogar lleno de amor que alcanza pero que nunca alcanza. Y nunca alcanzará mientras alcance.
Estamos listos para transformar las nubes en agua, el gusano en mariposa, la mano en aplauso, la rima en poesía. Somos los que miran desde lo alto estando desde lo bajo.
Los que nos abrazamos cuando la primavera nos llena de pétalos y nos encuentra mirando la ventana hacia aquello que nunca pero siempre, lograremos.

viernes, 17 de abril de 2020

De barbijos y tapabocas

Me maravilla cómo las cosas que pasan instalan saberes, necesidades y temas que hasta ayer no existían en nuestros pensamientos y que probablemente se pierdan en los futuros.
Hoy no encontramos con la vedette del momento: el tapa boca.
Ojo que el tapaboca no es barbijo. La idea es comprender que no tenemos que usar lo que usan los médicos, sino cualquier “cosa” de tela que nos tape la boca, el mentón, la nariz. Entonces se llama tapaboca. Claro. Absolutamente inexacto. Pero no importa, la idea es que sea algo que te tape todo aquello que puede generar contagio inmediato. 
La cuestión es que de a poco, todes debemos salir tapados. Y cada quien hace lo que puede. Se tapa como puede o cómo quiere, porque hay mucho de imaginación y de ideas y de accesibilidad y de creatividad.
Salir a la calle y mirarlos es muy divertido realmente. Habla de personalidades y de elegancia. O de la falta de ella. Están los coloridos, los pañuelos, los cosidos con telas que tengo que casa, los de media, los comunes que venden en la farmacia. También están los de plástico, los de astronauta, los que tapan toda la cara y los que tienen respirador cuál buzo o astronauta. 
Son todos muy lindos y es muy lindo ver a la gente tapada. No les ves las caras de alegría o de tristeza, te queda la presunción actitudinal. Es muy lindo ver cómo algo que no tenía nada de útil para nadie de repente es parte de ver a otra persona.
Hoy me tocó salir y por obligación normativa tenía que salir con tapabocabarbijoqueseyo. La cosa es que no tenía barbijo, eso habla de la poca previsión tal vez. Tampoco me hice el tiempo para coser uno. Hace unos días me puse a tejer al croché a modo de decir que hago algo distinto a escribir en la compu o hablar por celular y me salió un barbijo muy pedorro que lo usa mi hija para decir que tiene barbijo. Pero para salir no tenía nada. Al mejor estilo casual, me armé un supertaboca con un bello pañuelo el que enrede y anude en mi cuello y garganta.
Me tapa media cara. Desde la parte superior de la nariz hacia abajo. 
Salí tipo 10 de la mañana respirando pañuelo y transité mi dia exterior con él. Digo que me resultó molesto, no sé si porque es apenas un pañuelo o porque me siento oprimida, pero la cosa es que no me gustó para nada. Luego, pasaron las horas y como hacer cada cosa tarda una hora reloj, estuve con el pañuelo puesto varias horas.
Por momentos me imaginaba en una marcha contra el gas lacrimógeno, en otros una árabe medio trucha, pero lo que más me molestó en el calor que se generaba en el pañuelo por mi mismo respirar. Ya en los últimos ratos sentía que me respiraba todo lo que respiraba dos veces. Húmero y medio suelto, lo volvía a atar. Y se desataba. Al principio no se destaba, no tengo claro si el propio pañuelo se hartó de mi aliento o si era yo que perdí la capacidad de atarlo. 
Llegué a mi casa con ganas de libertad. Revolee el pañuelo en un balde. Y sentí el fresco en la cara. Creo que estaba más feliz el pañuelo que yo. Como sea, ya veré qué me pongo la próxima vez que salga. Por ahí consiga un tapaboca o un barbijo más adecuado, o me nazca coserme uno, o alguno o alguna que se dedica a hacer este tipo de insumo tan extraño me venda uno. O seguiré con mi pañuelo que en definitiva, me tapó bastante bien.

Foto: Mi última creación: barbijo croché al que denominé: "no podés!"

jueves, 16 de abril de 2020

Decidir


Estuve pensando en que es el error. Y pensaba es que es un resultado. Entonces si es un resultado, es la opción que se toma frente a una decisión. Cada uno de nosotres decidimos todo el tiempo. Desde que nos levantamos hasta que nos dormimos. De hecho la primer decisión es de levantarse o no hacerlo. Vestirse o no. Desayunar o no. 
Con cada cosa que vamos haciendo, vamos decidiendo. 
La toma de decisiones tiene distintos niveles, algunas de ellas no las pensamos y por ende no necesitan la alternativa. Eso no significa que no haya, sino que simplemente alguna vez decidimos algo y ya quedó decidido. A esa decisión se  la podría denominar costumbre. La costumbre es decisión ya decidida y es el punto en donde nos relajamos. Sin embargo,  corremos el peligro de que quede instalada sin nuevos procesos decisorios. Allí suele haber un estancamiento de la acción. En esa costumbre puede existir o no el error. Cuando está muy arraigada no existe la capacidad de comprender si la decisión fue acertada o no acertada. Muchas veces la costumbre nos deja inconscientes del momento de la decisión, de la alternativa y por ende de la acción que realizamos. Un error de costumbre es un error diferido, pues se convierte en error cuando la costumbre molesta o empieza a no resultar. Así, mutamos del acierto al error por el mero hecho del paso de la decisión que, o bien inicialmente fue desacertada o se fue desacertando con el paso del tiempo.
Otras decisiones son más cortas y con consecuencias más rápidamente visibles. Allí el error es fácil de detectar porque rápidamente se obtiene un el resultado.
Luego están las decisiones trascendentales que son aquellas que nos transforman. Son las grandes, las que tienen que ver con decidir sobre nuestras vidas como seres humanos. Esas decisiones a veces demoran en realizarse porque evaluamos las alternativas de forma consciente. Sin embargo, en las grandes decisiones y grandes aciertos o errores muchas veces no prima la razón y decidimos desde el impulso de la emoción. Hay personas para cada tipo de decisión, las personas más racionales y las más emocionales. Para nada significa que una decisión emocional carezca de razón o viceversa, sino que es la forma en que se decide. El acierto o el error es subjetivo y depende de un montón de variables. Hay un lugar en donde no tiene demasiado sentido hablar de error frente a decisiones trascendentales es de la vida. Creo que en ese caso son caminos que vamos eligiendo y des-eligiendo.
Muchas personas no pueden decidir por miedo a equivocarse o sea al error. Otras y otros no pueden decidir por miedo a acertar. 
Las decisiones nos vinculan directamente con el error. A veces los errores son deseados. Hay errores pequeños, errores grandes, errores que siempre serán errores y errores que son horrores. Algunos errores son necesarios, otros invisibles, otros inútiles. 
Si las decisiones generan errores también generan aciertos, por lo tanto entre errar y acertar hay una delgada línea que puede tornarse difusa en tanto el tiempo y el espacio. O sea que todas las características y tipos de errores podrían aplicarse a los aciertos.
Creo que en decidir es la cuestión, el error y el acierto una consecuencia que tal vez no es demasiado relevante, sobre todo cuento miramos más allá de ellos. 

sábado, 11 de abril de 2020

Guadalupe

Mirá que hay cosas para contar eh, pero lo primero que me cuenta Pedro cada vez que me ve es la historia del primer día que conoció a Guadalupe. El que estaba sentado en un café en la esquina de Arias y Avellaneda y la vio pasar y la miró tanto que no pudo dejar de mirarla. Guadalupe se detuvo en la parada del 269 y se quedó allí. Tenía el pelo largo hasta casi la cintura, un jean y una campera de color negra. Llevaba una mochila y miraba el horizonte esperando su transporte. Entonces Pedro me sigue contando que no se resistió más y se levantó de su mesa. Salió y se paró al lado. Le dijo simplemente “hola”. Guadalupe lo miró y le respondió copiando su saludo.
Pedro no supo que mas decir y quedó callado. Vino el colectivo y Guadalupe subió. Pedro también. Ya sentada en el asiento de uno, nunca volteó la cara para mirarlo. Y en Morón finalmente se bajó. Pedro me cuenta que se sintió perdido y el chofer debió avisarle que terminaba el recorrido. Tuvo que bajar y ella ya no estaba más. 
Nunca supo más de Guadalupe.
Ni tampoco si se llamaba así.

Adenovirus: Día20


No voy a hacer una crónica porque este es mi día 20 de adenovirus y no conté nada de nada antes. Entonces más que crónica, es una historia de unos días en un día.
Cuando todes están preocupados por el coronavirus, yo estoy enferma de adenovirus.  Suena parecido pero nada que ver.  Se ve parecido pero tampoco lo es. Es una forma de conjuntivitis que te puede agarrar un poquito o un montón. Es claro que a mi me agarró un montón. 
Casi todo el mundo tiene claro y me lo hace saber que tiene que ver con el estado anímico, la época, el encierro, la gente de alrededor que veo y que no veo. Me dicen que no quiero ver, que quiero ver mucho, que extraño ver, que es enojo contenido por ver o dejar de ver, que que sé yo.
Estoy segurísima que los motivos de mi virus son todo lo que me dicen y que tengo que meditar, hacer reiki, taichi, yoga, psicólogo y todo lo que haya en el mundo que armonice mis defensas.
Pero más allá de eso, hay una cosa que es así y es que hay que pasarlo.
Paso mis días de diferente manera. Ahora puedo leer y escribir un poco mas. Los primeros quince no lo podía hacer más de diez minutos. Otros días se me inflamó la cara en mi lado derecho como si tuviera una muela inflamada. Y me dolía enormemente. Tuve días que no podía descansar bien porque no podía apoyar la cara en la almohada. Uso lentes negros, cosa que no hago habitualmente. Soy igual a mi vieja con los lentes negros. Me impacta un poquito. Tengo que ponerme gotitas cada 4 horas y lágrimas constantemente. Tengo que cuidarme con lo que uso en la casa. Y si me toco el ojo lavarme las manos. Y tengo una constante sensación de inflamación en la cara. El ojo izquierdo esta enfermo también pero leve.  
Me cambió el humor esta conjunción de adenovirus y encierro. Estoy irascible y molesta. No me gusta casi nada. No tengo paciencia, una de mis características más agradables. No veo nada de ficción y pienso todo el tiempo en todo. Llamando todo a absolutamente todo. No estoy afectiva ni cariñosa ni amorosa ni sonriente. Soy como la versión más molesta de todas mis versiones geminianas.
Esta semana había empezado a estar mejor pero anteayer arranqué el día con el ojo inflamado y luego de la siesta que trato de dormir religiosamente, veo que tengo algo mutante adentro del ojo. Asustada (y ya algo cansada) me fui al médico. El Centro de Ojos estaba casi vacío. Me atienden y una doctora me explica que el ojo está luchando contra el virus y desarrolló una membrana adentro del ojo. Lentamente, me la sacó. Y me fui, sin membrana mutante a cuestas.
No mejoré demasiado ni el ojo ni mi humor, ni creo que este texto lo mejore.
Tendré que buscar que me mejora para que se vaya el virus y cuidarme quedándome en casa para no agarrarme el otro. O sea, seguir el letargo y dejar de pensarlo como letargo para poder curarme el ojo y del humor.
Vivimos todes un momento muy sorprendente. Vivimos encerrados. Lo que me pasa no es demasiado grave la verdad. Lo que nos pasa parecería que sí. Es extraño lidiar con un virus previniendo para no contraer otro virus. 
Y ahora me voy, que me tengo que poner las gotas.





A propósito de las SAD

Estos últimos días, los clubes son parte de la disputa ideológica que tiñe esta previa de ballotage presidencial. Frente a la reaparición de...