Estamos listos para emprender un camino que no tiene retorno. Levantamos los brazos indicando para donde ir. Somos quienes hacen los remolinos en los que desaparecen las emociones. Nunca pero nunca contamos la verdad ni siquiera a la verdad. A veces pensamos que no tiene ningún sentido y otras veces sentimos que lo tiene todo. La última vez fue ayer y recogimos frutos de un ciruelo. Estamos listos para volver el viento en huracán y el mar en tormenta. Sabemos pintar de colores inexistentes y cerrar postigos de madera para abrirlos cuando pase el viento.
Estamos esperando el momento justo para no arrancar nada ni terminar nada. Es longitud de las notas de esa canción quieta que rodea un mate que nunca compartiremos con nadie.
De todas las palabras que existen que podamos decir, la única que no decimos es la que no entendemos. No la decimos no porque no la entendemos sino porque es la que más hacemos.
Somos el granizo que choca contra la laja del camino que llega a un hogar lleno de amor que alcanza pero que nunca alcanza. Y nunca alcanzará mientras alcance.
Estamos listos para transformar las nubes en agua, el gusano en mariposa, la mano en aplauso, la rima en poesía. Somos los que miran desde lo alto estando desde lo bajo.
Los que nos abrazamos cuando la primavera nos llena de pétalos y nos encuentra mirando la ventana hacia aquello que nunca pero siempre, lograremos.
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