El desarrollo local como un espacio multidisciplinario que habla de las relaciones entre desarrollo y entorno territorial y con un abordaje de políticas públicas orientadas a generar condiciones de construcción de ciudadanía en un determinado territorio. El desarrollo local busca usar distintas herramientas que incrementen la competitividad económica, la cohesión social, la sostenibilidad ambiental y la capacidad innovadora y adaptativa. (1)
La CEPAL define ese mismo desarrollo como un proceso de construcción social del entorno, impulsado por la interacción entre las características geofísicas, las iniciativas individuales y colectivas de distintos actores y la operación de las fuerzas económicas, tecnológicas, sociopolíticas, culturales y ambientales en el territorio.
En cualquier definición, encontramos dos conceptos esenciales que deberíamos definir primero. Por un lado qué es el desarrollo y por otro qué es territorio.
Cuando hablamos de desarrollo estamos hablando de un crecimiento equitativo en la calidad de vida expresada a través de la mejora en el alcance de los derechos y de las obligaciones de los ciudadanos y ciudadanas a través de una mejor calidad de vida desde lo cultural y económico.
Lo territorial por su parte, nos habla del entorno que nos rodea y que teniendo sus propias características se ve influenciado y transformado por el humano que busca de adaptarse y adaptarlo. En lo territorial encontramos la relación directa con lo cultural, con las características que hacen a lo que somos en un determinado lugar. No es único ni de igual tamaño. El territorio varía en tamaño y en forma, y si bien no tiene que ver exclusivamente con lo geográfico, se asemeja bastante.
El desarrollo local entonces, se enfoca en que dentro de un espacio determinado geográficamente y que posee de relaciones sociales y económicas entre las personas a través de una identificación de las características culturales propias, se genere un incremento en la calidad de vida ya sea económica, como social, como ambientalmente.
En los últimos tiempos tiempos, ha mermado significativamente la relevancia de lo global. Sin hacer mucha historia, el proceso que nos encuentra previos a la pandemia mundial era un proceso de globalización local. Aunque suene extraño, comenzó a perder importancia la masividad de “las cosas” para darle lugar a espacios de comunidad que permitan fortalecer sectores específicos y para nada masivos. El advenimiento de la big data revolucionó el concepto de la masividad para iniciar un proceso de entendimiento local pero globalizado. Surgen así, infinitas comunidades sobre temas específicos y culturas específicas probablemente pequeñas pero que se conectan a través de la tecnología independientemente de lo geográficamente territorial.
A su vez, muchas políticas públicas sociales y económicas, y en contraposición de la existencia de un neoliberalismo feroz que despersonaliza culturalmente todo aquello que se le atraviesa por el camino, comenzaba a poner en valor el desarrollo local, la importancia de los actores locales que generan progreso y desarrollo geográfico. Comenzaba a primar la asociación entre los actores locales sea de la sociedad civil o el estado. Se había comenzado a poner en valor la relevancia de la representatividad colectiva por fuera de las estructuras burocráticas de antaño y que esa representatividad local es lo que generaba y fomentaba las políticas locales de desarrollo.
Toda esta tendencia motivada entre otras cosas por la tecnología cada vez más indispensable, por los cambios en la costumbres, por el signifcado de los asociativo y por cambios en las propias política pública, se vieron impactados por el COVID19 que llegó para romper todo lo imaginable e incluso lo inimaginable.
La situación del desarrollo local entendiendo tal como lo entendíamos, choca frente a la necesidad de resignificar inicialmente lo territorial. Parecería que cada vez más lo geográfico va perdiendo contra lo comunitario, como un espacio que vincula culturalmente las personas independientemente de su espacio físico. Esta nueva forma de vivir que nos impacta recién hace poco tiempo, ha venido para quedarse casi sin lugar a dudas. Es nuevas formas de relaciones territoriales ponen en alarma el concepto de desarrollo y por ende del desarrollo local. La invitación parecería entonces es construir nuevos paradigmas de desarrollo que nos permitan resignificar los las estrategias para la mejora de lo social, lo económico y lo cultural. Hoy las comunidades extra espaciales se ven fortalecidas, las relaciones interpersonales mutan a la distancia y sobre todas las cosas la sensación de incertidumbre sobre lo territorial y económico nos licúa la capacidad de comprender la relevancia de las acciones que efectivamente realizamos.
Estamos en presencia de un momento donde los libros de historia contarán que fue el inicio de un quiebre económico hacia otra forma de relaciones, que seguramente derivará en otras formas de interrelación social y un cambio profundo en los conceptos de desarrollo tal como era hace un par de meses atrás.
Los gobiernos de los Estados deberán ser vanguardia para comprender los procesos de cambio, para adaptarse a los cambios culturales y ambientales y a entender el nuevo significado de lo territorial. Y de lo que es el desarrollo en este nuevo paradigma.
Las políticas públicas tienen la difícil tarea de ser lo nuevo que somos.
Y nosotros y nosotras también, como sociedad, no debemos dejar de estar atentos a nuestra nueva tierra, hoy, que alguien decidió que es su día.
(1) Qué es el desarrollo local, Fabio Quetglas
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