Como cada dos o tres días salgo con mi bici a comprar. En la ruleta del
abastecimiento soy yo quien mayormente se ocupa del quehacer pues, de alguna
manera es mi forma de reconectarme con el entorno, tan necesario para mi como
hablar.
Así, viajo en bici, miro los árboles, las calles vacías, el sol matinal que
ilumina el cemento, o las nubes que pasean tiñiendo de gris los días.
No me cruzo casi con nadie pero sonrío a casi todos y todas. Porque el
salir me produce alegría de ver. Los demás que miran mi sonrisa seguramente
creen que estoy medio trastornada y me sonríen. O por ahí solamente sonríen sin
yo tener nada que ver.
Hoy volvía de mis compras, con mi barbijo y las bolsas de compras a
cuestas y decidí cruzar la vía por la barrera opuesta a la que siempre cruzo.
Quedé en el paso a nivel y cerquita de las vías. Justo salía el tren para
capital. Me paré, agarré mi bici por su manubrio y esperé mirando hacia arriba
el tren que imponente comenzaba a pasar frente a mí. Era altivo y ruidoso y quedé mirandolo hacia adentro, desde el abajo. Veia la gente que iba
cómodamente sentada. Había lugar a pesar de la hora. Muchos asientos vacíos. Cada persona en el tren miraba por la
ventana o para el frente o para abajo y tenían su barbijo como quien sale
vestido. Los vagones pasaban y sentía la inmensidad desde abajo y lme asombraba de las personas con barbijo. De repente pensé que no entendía bien que pasaba. Era un cuento o en una dimensión no real de la realidad.
¿Cómo es que
estamos transportándonos con nuestras bocas y narices tapadas, todos y todas? ¿Cómo es que buscamos abastecernos como un
medio de conexión social?
Esa gente y ese tren me llevaron a un extrañísimo lugar de descreer de la
realidad vivida. Es una caricatura de vivir. ¿Es verdad todo estamos que
estamos viviendo?
Mi cabeza giraba y giraba y los pensamientos en ella pero no lograban tener claro
si somos lo que estamos viviendo o vivimos lo que somos. Por otro lado
tampoco sabía cuán cierto es nuestra realidad. Al final casi confirmé que seamos la creación de
un escritor o una escritora que decidió escribir un libro de ciencia ficción y que estamos viviendo esa vida creada, como Jim Carrey en The Truman Show.
Y esa vida tiene un límite donde termina
el mar, que es donde chocaremos y todo para darnos cuenta que todo era una maldita
escenografía.
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