viernes, 28 de agosto de 2020

Que añito, Teté.

Se termina Agosto. Qué añito, Teté. El único consuelo es que más o menos todes estamos con el mismo año. Tengo unos días horribles. No tengo ganas de vincularme positivamente con nadie. Miro mi celular y veo quien habla y me dan ganas de ladrar, cuál perro enfurecido. Lo peor es que sin motivo. Mi vida es tan predecible que más de uno y una podría afirmar que estoy haciendo a las 15 hs. Detesto estar expuesta de esa manera. Sí me gusta exponerme en mi cara graciosa y ocurrente, en mi faz de ir en contra de lo que la mayoría quiere o en decir un chiste. Y también me gusta ser un secreto indescifrable que siempre tiene algo más de lo que dice ser y hacer. Lamento mis días telarañas como suelo llamar a mis días oscuros. Disfruto en la oscuridad, no vaya a ser cosa de mentirme y mentirles. Disfruto las cosas porque hurgo en mi propio yo, disputando ideas propias y evaluando ideas ajenas, dudando de todo y sintiendo hasta la más chiquitita de las sensaciones.

Y en esa oscuridad de telaraña, de secretos no secretos y de exposiciones no expuestas, transito el Agosto que termina. Enojada con vos que nada tenés que ver, o con vos que todo lo tenés que ver y con vos que no me conocés además de vos que conoces todo. Con vos que me mirás y vos que ni siquiera sabés que estoy ahí. 

No puedo terminar de comprender para qué escribo esto, tal vez porque sería mi justificación a todo lo que hoy no puedo abordar. Todo aquello que no acepto no ser o poder.

Justificación o no, el mundo esta cada vez más extraño, Teté.


martes, 25 de agosto de 2020

Malo, malísimo

 

A veces me siento a mirarlo y no puedo dejar de pensar en la vida que llevó.

Siempre tengo la sensación que fue malo, malísimo. Que hizo todo aquello que alguien no tiene que hacer. Me lo imagino joven y lleno de autosatisfacción, sabedor de la historia aristocrática de su pueblo natal. Me lo imagino ambicioso de dinero y de placeres. Para nada empático. Egoísta de lo que quería y dispuesto a todo para lograrlo. 

Lo veo paseando entre las mesas del viejo restaurante indicando quién tiene que hacer qué y mirando que todo sea lo que tiene que ser. Puteando y señudo. Con nada de indulgencia.

Otras veces  me lo imagino tan solo como si fuera un adolescente que no podía hacerse cargo de nada y que sólo hacía lo que hacía para rebelarse contra algo que ni él sabía.

Lo veo en su coches y sus casas, sin tiempo para disfrutarlo.

Veo tristeza e insatisfacción, éxitos y excesos. La idea de que todo lo grande que hacía, lo tiraba por la borda.

No tengo demasiado claro si es verdad lo que mi mente recorre, pero cuando lo miro, mientras sus manos siguen trabajando entre harinas, no dejo de volver a imaginar.

Hoy por primera vez lo escuché hablando que al final estaba bien todo lo que le pasó. Que es mejor así sino hubiera sido una locura.

Nunca termino de saber qué pasó realmente y tampoco quiero preguntarlo. 

Prefiero imaginar que era malo, malísimo, y que a veces me siento a mirarlo.


A propósito de las SAD

Estos últimos días, los clubes son parte de la disputa ideológica que tiñe esta previa de ballotage presidencial. Frente a la reaparición de...