martes, 25 de agosto de 2020

Malo, malísimo

 

A veces me siento a mirarlo y no puedo dejar de pensar en la vida que llevó.

Siempre tengo la sensación que fue malo, malísimo. Que hizo todo aquello que alguien no tiene que hacer. Me lo imagino joven y lleno de autosatisfacción, sabedor de la historia aristocrática de su pueblo natal. Me lo imagino ambicioso de dinero y de placeres. Para nada empático. Egoísta de lo que quería y dispuesto a todo para lograrlo. 

Lo veo paseando entre las mesas del viejo restaurante indicando quién tiene que hacer qué y mirando que todo sea lo que tiene que ser. Puteando y señudo. Con nada de indulgencia.

Otras veces  me lo imagino tan solo como si fuera un adolescente que no podía hacerse cargo de nada y que sólo hacía lo que hacía para rebelarse contra algo que ni él sabía.

Lo veo en su coches y sus casas, sin tiempo para disfrutarlo.

Veo tristeza e insatisfacción, éxitos y excesos. La idea de que todo lo grande que hacía, lo tiraba por la borda.

No tengo demasiado claro si es verdad lo que mi mente recorre, pero cuando lo miro, mientras sus manos siguen trabajando entre harinas, no dejo de volver a imaginar.

Hoy por primera vez lo escuché hablando que al final estaba bien todo lo que le pasó. Que es mejor así sino hubiera sido una locura.

Nunca termino de saber qué pasó realmente y tampoco quiero preguntarlo. 

Prefiero imaginar que era malo, malísimo, y que a veces me siento a mirarlo.


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