viernes, 28 de agosto de 2020

Que añito, Teté.

Se termina Agosto. Qué añito, Teté. El único consuelo es que más o menos todes estamos con el mismo año. Tengo unos días horribles. No tengo ganas de vincularme positivamente con nadie. Miro mi celular y veo quien habla y me dan ganas de ladrar, cuál perro enfurecido. Lo peor es que sin motivo. Mi vida es tan predecible que más de uno y una podría afirmar que estoy haciendo a las 15 hs. Detesto estar expuesta de esa manera. Sí me gusta exponerme en mi cara graciosa y ocurrente, en mi faz de ir en contra de lo que la mayoría quiere o en decir un chiste. Y también me gusta ser un secreto indescifrable que siempre tiene algo más de lo que dice ser y hacer. Lamento mis días telarañas como suelo llamar a mis días oscuros. Disfruto en la oscuridad, no vaya a ser cosa de mentirme y mentirles. Disfruto las cosas porque hurgo en mi propio yo, disputando ideas propias y evaluando ideas ajenas, dudando de todo y sintiendo hasta la más chiquitita de las sensaciones.

Y en esa oscuridad de telaraña, de secretos no secretos y de exposiciones no expuestas, transito el Agosto que termina. Enojada con vos que nada tenés que ver, o con vos que todo lo tenés que ver y con vos que no me conocés además de vos que conoces todo. Con vos que me mirás y vos que ni siquiera sabés que estoy ahí. 

No puedo terminar de comprender para qué escribo esto, tal vez porque sería mi justificación a todo lo que hoy no puedo abordar. Todo aquello que no acepto no ser o poder.

Justificación o no, el mundo esta cada vez más extraño, Teté.


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