sábado, 6 de julio de 2019

Mi fundamento cooperativo


Desde que comencé a trabajar y a estudiar, me fui cruzando con organizaciones sin fines de lucro más que con empresas comerciales. No sé si atribuirlo al destino o a la energía que uno genera sin saber o sabiendo. Tal vez por ese gusto es que siempre me pelee con mi profesión. Siempre sentí que me automatizaron a ser parte del sistema. No por nada el 99% de la gente me dice “sos
 administradora de empresas” y yo, furiosa, siempre respondo “no, de organizaciones”. En mi transitar por económicas no me formaron para organizar estados, o asociaciones, o cooperativas, o clubes o nada que no sea una multinacional. Imaginate que eran los noventas.
La cosa es que recién me choqué de frente con el cooperativismo cuando Norberto me llamó para trabajar con cooperativas recuperadas desde el Estado. El me venía contando de su trabajo con ellas desde unos años atrás y siempre escuchaba interesada. Es así que le dije que sí, que claro que iba a trabajar. Y así empecé, aunque nunca logré trabajar con Norberto ni con recuperadas. Vaya a saber mi destino que me mandaron a innumerables lugares a hacer distintas cosas con un montón de gente. Y me sumergí en todos los mundos cooperativos y también mutuales. Trabajé, aprendí y empecé a entender un poco más de éste mundo. Me especialicé en la misma facultad que odié casi inmersa en una canción del Cuarteto de Nos.
Años más tarde, me fui a otros mundos extranjeros que me hicieron ocupar de otra cosa aunque nunca dejar de añorar u olvidar. Con los años, la situación política fue injusta conmigo y como con muchxs otrxs y de un día para otro, aunque sabiéndolo de antemano, me invitaron a repensar lo que quería para mi vida.
Tardé seis meses de reciente madre en cruzarme con Facundo que me invitó a volver a esta mundo tan lindo como difícil. 

Pero esta vez no fue lo mismo, ni fue igual. No hay punto de comparación entre vivir el sector de la economía social y solidaria desde el Estado o desde los papeles de estudio a la realidad las cooperativas o mutuales. Es un maldito abismo indescifrable. Laburar siendo parte, haciéndose día a día con otrxs, me explotó el cerebro en mil partes y me hizo (y me hace) entender, comprender, aprender, mejorar, enojar, frustrarme y sonreír.

Todos los días se me hace muy difícil pensar el como se hace y veo que la difucultad es doble. Veo que los problemas son hacia adentro pero también hacia afuera. Hacia adentro porque trabajar cooperativamente es más complejo que otras formas, pero sólo porque no estamos acostumbrados a ver las cosas de manera colectiva. Cuando vos trabajás comprendiendo que el fin de tu trabajo es que todxs estemos mejor y que podemos seguir estando mejor y hacer una sociedad mejor, obligatoriamente tenés que reformular la forma de ver todo. De cómo pensás, de cómo trabajás, del compromiso con las cosas y con la gente. Y aunque escribo mil veces todo, es porque es lo que importa. Resetear las neuronas para pensarnos como parte del todo y no como ser individual. Imaginate que cuando estás empleado, el fin último de tu trabajo es que otrx gane dinero. El dueño de tu trabajo. Y no digo que esté mal, así funciona el mundo. Pero gestionar otro tipo de organizaciones que no tienen ese objeto, ni tampoco que tengan un fin altruista como las ONG, hace que tengas que lograr o idear una gestión con valores colectivos pero que se adapte al sistema y su visión en la maximización del capital y a la costumbre del monopolio de los medios de producción. Y no sólo es poder hacerte vos la idea sino que tus compañerxs también se la hagan. Y en ese proceso poder acordar valores de vida y económicos para poder seguir viviendo y eligiendo vivir así. Menudo desafío.
La complejidad espanta. Espanta por difícil. Que las cosas sean de otrxs, que la responsabilidad sea de otrxs, que el riesgo sea ajeno, es mas relajante. Nos deja tiempo para lo que queremos, nos desliga de los procesos económicos que transitamos, nos para sin culpa ni carga.
Pero también nos automatiza y nos hace parte de un sistema que se repite. Y que estaría bien si ese sistema no fuera excluyente de personas, sino fuera desbastador de vidas, sino lograra su máximo eficiencia cuando unos pocos tienen mucho y unos muchos tienen poco. Y millones de personas sin comida y otras millones que eso no le importa nada. Un sistema que decide por nosotrxs, que decide lo que nos gusta, lo que está bien o lo que está mal, que es lo bello, lo importante y lo olvidable.
Por ahí estén pensando que me fui al pasto otorgándole la responsabilidad a un empleado como vos o como yo en la reproducción de un sistema autodestructivo. Bueno, pues tienen razón. Ese empleado como vos o yo es parte del problema.
Entonces aparece cuando hablamos del sistema, el otro problema que observo en mi estar por la el mundo de la economía social y solidaria. El externo. El problema del otrx que forma parte del mundo de la economía social y solidaria. Por lo que les conté antes, quien trabaja, milita y construye éste sector obligatoriamete tiene un arraigo fuertísimo con el mismo. Es antisistema por lo general, o al menos sabe que tiene que serlo. Pero ese antisistema vive equivocado en la perspectiva. Está muy bien oponerse al sistema pero la forma de hacerlo no es excluirse, es usar sus mismos recursos para imponer los propios, como decía el Che.
De qué vale gestionar las organizaciones como si fueran organizaciones políticas únicamente sin evaluar siquiera que para transcender se debe construir organizaciones económicas sustentables. Entonces, al ser organizaciones donde la persona es más importante que cualquier otra cosa, se pierden en acciones sociales confundiéndose las cosas. Porque formemos parte de organizaciones en dónde los valores son distintos, donde nos importa el otrx, donde podemos decidir, no significa que no debamos hacer buenas gestiones, ofrecer buenos productos y servicios y ser competitivos en este sistema. Es obligatorio, no sólo necesario.
Durante mis viajes y recorridas como Estado por cooperativas en varias ciudades de nuestro país, pude corroborar que la gran mayoría de ellas tienen fuertes deficiencias para cumplir con las necesidades mínimas que se pretende para ser alternativas en el mercado. Cumplir plazos y calidad, tener precios buenos, ser efectivas y ser eficientes. Y esa deficiencia reside en la dificultad de articularse como sector para generar instancias colectivas de gestión integral de las compras, de la producción o de las ventas. Y también la representatividad e integración intraorganizaciones se hace difícil y compleja porque las personas que a pesar de toda elección, somos parte de un sistema que nos promueve al individualismo. Y eso nos influye.
Fijate que festejamos los clubes que juntan ropa. ¿Cómo es que podemos admirar algo que tiene que ser asi? Y te digo más ¿cómo puede ser que haya gente que no tiene techo?
Esta situación externa que describo, es fácilmente comprobable en mi día a día. Nos cuesta desde nuestros lugares pararnos en el sistema como una organización que no quiere esta forma sistema. Y nos cuesta integrarnos con otrxs y dejar en la percha nuestro bagaje individualista.
No voy a resolver en un rápido esbozo de mi porqué, el problema que tiene el sector. Un sector que representa mucha cantidad de gente y no es nombrado por nadie en la campaña política, ni por quienes nos representarán, ni por los periodistas, ni por nadie. No escuché a nadie fuera del sector saludar al cooperativismo. Y eso es un problema.
Pero insisto que en éste breve decir, no podré explicar porque tampoco debo tener todas las razones ni las soluciones. A pesar de tantos años de estar y estudio, soy apenas una debutante en ésto de pensarse colectivamente y aprendo cada día. Y tengo un maestro que me enseña cada día. Y compañerxs de quien aprendo como espejo. Y organizaciones. Y gentes con experiencias hermosas y terribles. Y cada día es una experiencia nueva.
En el día de las cooperativas, los invito a meterse en ésto, a pensarse de otra manera, a comprendernos como un todx, a no tener miedo de ver el sistema de otra forma.



Fotos: FECESCOR - Noviembre 2010 - Trabajando para INAES


Bollito de papel

Estábamos sentados en medio de la casa cuando sonó la alarma de la habitación. Nos gustaba sentarnos en ronda a pensar ideas para escribir. Siempre somos los mismos. Marcela, Juan, Alvaro y yo. Nos habíamos encontrado mientras estudiábamos en la facultad. Marcela nunca la terminó. Nos faltaban unas 6 materias y decidió que no era lo que quería. Es por eso que siempre vemos en ella un ser superior. Todo lo que dice nos parece perfecto. Tiene una forma de creer las cosas y de actuar sobre la creencia que nos hace sentir muy deficientes en el cumplimiento de los propios deseos.
Con 6 materias sin dar, Marce se puso a estudiar salsa cubana. Mientras nosotros seguimos el camino de los libros ella se paseaba por los boliches cubanos para aprender y bailar hasta largas horas de la noche. Había uno ahí, frente al Paseo La Plaza que no me acuerdo como se llamaba. Y ella iba religiosamente cada viernes. Alvaro solía ir con cualquiera de sus novias de turno, mientras que Juan y yo preferíamos estudiar.
Álvaro no sabía para que estudiaba en realidad. Sólo le importaba conocer gente y especialmente chicas para ir a bailar cubano o la cultura que sea. Era un año más chico que nosotros y siempre se jactaba de su juventud y de nuestro aburrimiento. Marcela consideraba a Álvaro un caso perdido. Imaginate que ella tenía tanta claridad con las cosas que ver un pibe que sólo iba a estudiar para ampliar su vida social y amorosa, le parecía espantoso.
Igual se querían. El y su liviandad, ella y su convicción. Muchas veces imaginamos que iban a vivir juntos para siempre. Dicen que los opuestos se atraen, y aunque suele ser así, en el caso de ellos era amistad pura. Disfrutaban los viernes cubanos como su espacio de encuentro deformado y eran un poco más felices de verse. Por mi parte siempre odie bailar cubano. Y con Marcela tenía sentimientos encontrados, aunque una vez de tanto insistir la acompañé. Me aburrí como nunca. Alvaro estaba pero con compañía, así que terminé pidiendo un taxi a eso de las 3 de la mañana y me fui a mi casa.
Juan nunca fue. Era un tipo callado y silencioso. No sabíamos bien que opinaba de nadie ni de nada. Era todo lo opuesto a la efusividad de Alvaro o la verborragia de Marcela. Juan era como bueno, nada le parecía mal, aunque nada le parecía bien. Quería recibirse porque sus padres y con tanta obligación no paraba de estudiar nunca. Nunca nos animamos a preguntarle demasiado o a plantearle si estaba contento con estudiar lo que estudiaba. Incluso si era feliz. Tampoco creo que hubiéramos obtenido respuesta a la pregunta.
Yo lo quería mucho (lo sigo haciendo). En realidad todxs lo queríamos mucho.
Juan se recibió el mismo día que yo y no festejamos. El porque no le importaba y yo porque me olvidé de avisar y organizar la fiesta.
Yo soy muy olvidadiza, no suelo recordar nada de lo que tengo que hacer o no hacer. No me gusta salir y no me gusta demasiado la gente. Por eso desde el principio me llevé bárbaro con Juan. No me preguntaba nada, no me opinaba nada. Hacíamos lo que debíamos y luego de terminar la clase o el estudio, casi sin hablar nos íbamos a algún lado a tomar un café. Marcela se reía de nosotros y decía que éramos los más aburridos del mundo.
Por suerte el tiempo nos sigue jugando a favor y ahora nos juntamos a pensar en que vamos a escribir la próxima semana. Tenemos un reloj que dejamos en la habitación. Siempre nos juntamos en la casa de Marce. Ponemos la alarma que suene a la media hora y arrancamos a decir el porqué y para qué elegimos los temas que elegimos. Cuando suena la alarma nos callamos. Quedamos en silencio. Los cuatro, en ronda escribimos una palabra que nos parezca la conclusión de lo que hablamos. Hacemos un bollito y se lo damos a Álvaro, que lo pone en sus manos y la sacude. Luego, las tira al aire como si fuera papel picado y caen dentro de la ronda que formamos. Por una decisión conjunta, aquel papel que cae más cerca del pie derecho de Juan, es el que elegimos. Marce es la encargada de abrirlo y leer. La palabra escrita es la guía de las palabras de la semana.

Y escribimos, mientras Marcela baila salsa cubana, Alvaro no sabe porque escribe, Juan escribe para llevarle a sus padres y yo, escribo porque me olvido porque no hacerlo.

A propósito de las SAD

Estos últimos días, los clubes son parte de la disputa ideológica que tiñe esta previa de ballotage presidencial. Frente a la reaparición de...