Desde
que comencé a trabajar y a estudiar, me fui cruzando con
organizaciones sin fines de lucro más que con empresas comerciales.
No sé si atribuirlo al destino o a la energía que uno genera sin
saber o sabiendo. Tal vez por ese gusto es que siempre me pelee con
mi profesión. Siempre sentí que me automatizaron a ser parte del
sistema. No por nada el 99% de la gente me dice “sos
administradora
de empresas” y yo, furiosa, siempre respondo “no, de
organizaciones”. En
mi transitar por económicas no me formaron para organizar estados, o
asociaciones, o cooperativas, o clubes o nada que no sea una
multinacional. Imaginate que eran los noventas.
La
cosa es que recién me choqué de frente con el cooperativismo cuando
Norberto me llamó para trabajar con cooperativas recuperadas desde
el Estado. El me venía contando de su trabajo con ellas desde unos
años atrás y siempre escuchaba interesada. Es así que le dije que
sí, que claro que iba a trabajar. Y así empecé, aunque nunca logré
trabajar con Norberto ni con recuperadas. Vaya a saber mi destino que
me mandaron a innumerables lugares a hacer distintas cosas con un
montón de gente. Y me sumergí en todos los mundos cooperativos y
también mutuales. Trabajé, aprendí y empecé a entender un poco
más de éste mundo. Me especialicé en la misma facultad que odié
casi inmersa en una canción del Cuarteto de Nos.
Años
más tarde, me fui a otros mundos extranjeros que me hicieron ocupar
de otra cosa aunque nunca dejar de añorar u olvidar. Con los años,
la situación política fue injusta conmigo y como con muchxs otrxs y
de un día para otro, aunque sabiéndolo de antemano, me invitaron a
repensar lo que quería para mi vida.
Tardé
seis meses de reciente madre en cruzarme con Facundo que me invitó a
volver a esta mundo tan lindo como difícil.
Pero esta vez no fue
lo mismo, ni fue igual. No hay punto de comparación entre vivir el
sector de la economía social y solidaria desde el Estado o desde
los papeles de estudio a la realidad las cooperativas o mutuales. Es
un maldito abismo indescifrable. Laburar siendo parte, haciéndose día a día con otrxs, me explotó el cerebro en mil partes y me hizo
(y me hace) entender, comprender, aprender, mejorar, enojar,
frustrarme y sonreír.
Todos
los días se me hace muy difícil pensar el como se hace y veo que la
difucultad es doble. Veo que los problemas son hacia adentro pero
también hacia afuera. Hacia adentro porque trabajar cooperativamente
es más complejo que otras formas, pero sólo porque no estamos
acostumbrados a ver las cosas de manera colectiva. Cuando vos
trabajás comprendiendo que el fin de tu trabajo es que todxs estemos
mejor y que podemos seguir estando mejor y hacer una sociedad mejor,
obligatoriamente tenés que reformular la forma de ver todo. De cómo
pensás, de cómo trabajás, del compromiso con las cosas y con la
gente. Y aunque escribo mil veces todo, es porque es lo que importa.
Resetear las neuronas para pensarnos como parte del todo y no como
ser individual. Imaginate que cuando estás empleado, el fin último
de tu trabajo es que otrx gane dinero. El dueño de tu trabajo. Y no
digo que esté mal, así funciona el mundo. Pero gestionar otro tipo
de organizaciones que no tienen ese objeto, ni tampoco que tengan un
fin altruista como las ONG, hace que tengas que lograr o idear una
gestión con valores colectivos pero que se adapte al sistema y su
visión en la maximización del capital y a la costumbre del
monopolio de los medios de producción. Y no sólo es poder hacerte
vos la idea sino que tus compañerxs también se la hagan. Y en ese
proceso poder acordar valores de vida y económicos para poder seguir
viviendo y eligiendo vivir así. Menudo desafío.
La
complejidad espanta. Espanta por difícil. Que las cosas sean de
otrxs, que la responsabilidad sea de otrxs, que el riesgo sea ajeno,
es mas relajante. Nos deja tiempo para lo que queremos, nos desliga
de los procesos económicos que transitamos, nos para sin culpa ni
carga.
Pero
también nos automatiza y nos hace parte de un sistema que se repite.
Y que estaría bien si ese sistema no fuera excluyente de personas,
sino fuera desbastador de vidas, sino lograra su máximo eficiencia
cuando unos pocos tienen mucho y unos muchos tienen poco. Y millones
de personas sin comida y otras millones que eso no le importa nada.
Un sistema que decide por nosotrxs, que decide lo que nos gusta, lo
que está bien o lo que está mal, que es lo bello, lo importante y
lo olvidable.
Por
ahí estén pensando que me fui al pasto otorgándole la
responsabilidad a un empleado como vos o como yo en la reproducción
de un sistema autodestructivo. Bueno, pues tienen razón. Ese
empleado como vos o yo es parte del problema.
Entonces
aparece cuando hablamos del sistema, el otro problema que observo en
mi estar por la el mundo de la economía social y solidaria. El
externo. El problema del otrx que forma parte del mundo de la economía social y solidaria. Por lo que les conté antes, quien trabaja,
milita y construye éste sector obligatoriamete tiene un arraigo
fuertísimo con el mismo. Es antisistema por lo general, o al menos
sabe que tiene que serlo. Pero ese antisistema vive equivocado en la
perspectiva. Está muy bien oponerse al sistema pero la forma de
hacerlo no es excluirse, es usar sus mismos recursos para imponer los
propios, como decía el Che.
De
qué vale gestionar las organizaciones como si fueran organizaciones políticas únicamente sin evaluar siquiera que para transcender se
debe construir organizaciones económicas sustentables. Entonces, al
ser organizaciones donde la persona es más importante que cualquier otra cosa, se pierden en acciones sociales confundiéndose las cosas.
Porque formemos parte de organizaciones en dónde los valores son
distintos, donde nos importa el otrx, donde podemos decidir, no
significa que no debamos hacer buenas gestiones, ofrecer buenos
productos y servicios y ser competitivos en este sistema. Es
obligatorio, no sólo necesario.
Durante
mis viajes y recorridas como Estado por cooperativas en varias
ciudades de nuestro país, pude corroborar que la gran mayoría de
ellas tienen fuertes deficiencias para cumplir con las necesidades
mínimas que se pretende para ser alternativas en el mercado. Cumplir
plazos y calidad, tener precios buenos, ser efectivas y ser
eficientes. Y esa deficiencia reside en la dificultad de articularse
como sector para generar instancias colectivas de gestión integral
de las compras, de la producción o de las ventas. Y también la
representatividad e integración intraorganizaciones se hace difícil
y compleja porque las personas que a pesar de toda elección, somos
parte de un sistema que nos promueve al individualismo. Y eso nos
influye.
Fijate
que festejamos los clubes que juntan ropa. ¿Cómo es que podemos
admirar algo que tiene que ser asi? Y te digo más ¿cómo puede
ser que haya gente que no tiene techo?
Esta
situación externa que describo, es fácilmente comprobable en mi día
a día. Nos cuesta desde nuestros lugares pararnos en el sistema como
una organización que no quiere esta forma sistema. Y nos cuesta
integrarnos con otrxs y dejar en la percha nuestro bagaje
individualista.
No
voy a resolver en un rápido esbozo de mi porqué, el problema que
tiene el sector. Un sector que representa mucha cantidad de gente y no es
nombrado por nadie en la campaña política, ni por quienes nos
representarán, ni por los periodistas, ni por nadie. No escuché a
nadie fuera del sector saludar al cooperativismo. Y eso es un
problema.
Pero
insisto que en éste breve decir, no podré explicar porque tampoco
debo tener todas las razones ni las soluciones. A pesar de tantos
años de estar y estudio, soy apenas una debutante en ésto de
pensarse colectivamente y aprendo cada día. Y tengo un maestro que me enseña cada día. Y compañerxs de quien aprendo como
espejo. Y organizaciones. Y gentes con experiencias hermosas y
terribles. Y cada día es una experiencia nueva.
En
el día de las cooperativas, los invito a meterse en ésto, a
pensarse de otra manera, a comprendernos como un todx, a no tener
miedo de ver el sistema de otra forma.
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