No se si alguna vez leíste el cuento
Axoltl de Julio Cortázar. Si no lo hiciste y te interesan historias
de hombres y peces te invito a hacerlo. También podes leerlo porque
solo en algunos párrafos el autor convierte muy naturalmente a un
ser en otro distinto Y lo hace muy bien.
Te
puedo asegurar que es bastante menos oscuro que Kafka, pero aborda la
transformación como el resultado del deseo. Y no desde el deseo
consciente, sino del que está y que por ahí ni se ve. Piensa al
deseo como respuesta a una necesidad auto observada que busca
resolverse y que encuentra la respuesta libremente, sin un mandato de
ser.
El
protagonista va descubriendo los peces con admiración, se va
identificando y va creyendo que todo aquello de su identidad que le
generaba inquietud, tiene respuesta frente a lo que ve. La distancia de quien es, con lo que ve dentro de la pecera es tanta, que comprueba que la atracción hacia ellos no es
más que la visión de que es ellos. Y así, como por arte de magia, termina siendo el pez.
Y
se mira desde afuera de la pecera y cada vez se mira menos porque va
dejando de ser el que ve para ser el que se mira.
Y
así la transformación que te decía.
Hoy
pensé bastante en la transformación. En lo que somxs y en el deseo
de lo que creemos querer ser. En cómo lo opuesto, lo distinto, lo
irreconciliable motiva para el hacer. Y en esa oposición esta lo más
parecido a lo que uno es.
No
sé si vos sabías que mucha de nuestra existencia es la pecera de
los Axolotl y que somos ellos nadando y que somos ellos mirados por
otrxs que se identifican de tal manera que se van transformando en
lo que somos para luego nadar con límites de pecera.
Pensaba
en la transformación desde el deseo y pensaba en el deseo de quién.
Tal vez muchos de nuestros deseos no son propios. Son deseos de otrxs
que por algún motivo los incorporamos para hacernos cargo y con la
convicción de que son nuestrxs.
Para que me entiendas mejor, lo que digo es que el protagonista que mira los Axolotl se identifica y se va transformando en ellos porque realmente creer que lo es. Y en esa transformación queda atrapado en la pecera.
Para que me entiendas mejor, lo que digo es que el protagonista que mira los Axolotl se identifica y se va transformando en ellos porque realmente creer que lo es. Y en esa transformación queda atrapado en la pecera.
Transformar
no implica entonces siempre ir hacia donde deseamos. Transformar es
simplemente mutar a otro ser y vestirse con otra ropa o sacarse
ropas y ponerse escamas. Pero nada garantiza que sea direccionado
hacia el deseo.
Y
te estarás preguntando porqué estaría mal transformarse en el
deseo equivocado, en el deseo autoimpuesto o en el deseo del otro. Y si bien no tengo respuesta y no se que pensás
vos, pero yo al deseo lo vinculo con la satisfacción de ser. Lograr
otros deseos o deseos prestados entonces no generar la satisfacción
del ser, nos da la sensación de deber cumplido.
Y
el deber no es necesariamente es satisfacción del ser.
No
sé si sabés que podes ser todo lo Axolotl que quieras, aunque
partas de ser persona que visita acuarios. Pero no sé si sabés, que
no necesariamente ser Axolotl es el fin del ser, por ahí solamente
te encierra entre paredes de vidrio.
Hoy
pensé bastante en la transformación. Y recordé los Axolotl, una
vez más.
*¨Axolotl, del Libro "Final del Juego" de Julio Cortázar
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