Nunca
me gustó la autopista Buenos Aires-La Plata. No sé bien porque. Tan
vez es ese asfalto tan irregular, o las curvas tan amplias, o tal vez
la sensación que podría llegar al mar pero falta mucho. Entonces
siempre que la transito recuerdo esa insatisfacción.
Si
faltaba algo para no gustarme es que vi el cerco. Probablemente haya
estado hace mucho pero me habrá encontrado distraída o insensible.
La
cosa es que sobre la mano derecha se presentó frente a mí un
terrible cerco que funciona de aislante para la villa que se
despliega sobre el costado derecho. No se bien la localidad ni la
ubicación, solo sé que eran unos cuantos metros de una gran
estructura metálica con redes cual gigantes mediasombras que evitan
algo. Dividen algo. Le dicen al quien vive del lado de la villa que
vive del lado de la villa y que es tan distintx al resto de la
sociedad que necesita de una mediasombra con vigas metálicas para
ser. O no ser. O no hacer. Me pareció terrible.
Y
tal vez tiren piedras o se crucen para que parar los autos.
Y de
alguna manera se entiende o creemos entenderlo.
Sin
embargo pienso que es una solución horrible. Tan horrible como la
imagen de ruptura que me produjo verlo. Ruptura cultural, económica,
social, humana.
¿Qué
puede sentir quien en la villa ve que su límite con la saciedad es
un cerco? ¿cómo puede ser que así pretendamos que vivan como
nosotrxs creemos que hay que vivir?
Creo
imposible que esa solución sea solución.
Creo
que es un espanto.
Ahí
me quedé y no saqué foto. Y tampoco encuentro registro en el gran
mundo de internet.
Un
espanto sin registro.
Un
espantoso cerco.
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