lunes, 3 de marzo de 2008

En silencio (Parte I)

Shhh. Silencio. No puedo hablar alto. Estoy oyendo murmullos. Shhh. Más silencio. ¡Por favor! Es necesario que todos se callen.
Nunca me gustaron los hospitales. Son lugares tremendamente tristes, oscuros, con gente seria o por lo menos incómoda. Ver esas camas, con personas sin esperanzas, y a veces ver camas vacías, a la espera de un nuevo inquilino que sea funcional al objetivo que tienen cada una de ellas. Ver máquinas que controlan todo, aunque a veces ese control no sea más que un espejismo. Oler. Oler ese áspero aroma a remedios, a enfermedad. Es olor a miedo. Miedo a lo que vendrá o a lo que puede pasar. Y es olor a pollo hervido, a puré de zapallo, que se transforma en un código culinario muy característico que penetra desde la nariz hasta lo más profundo de mis entrañas.
Shhh. Silencio. No se puede hablar nunca demasiado alto. Todo se susurra y todo es duda. A veces me gustaría gritar, gritar sin prejuicio. Pero aquí no se puede. Nunca se puede. A veces se oyen alaridos, no gritos. Alaridos de dolor. Pero nunca son de aquí. Son de los inquilinos.
Estoy cansada del silencio. Y de callar, y de callarme.
Shhh. Silencio.
Perdón, omití decir quién soy. Estoy demasiado acostumbrada a mi nombre. Lo escucho siempre y de mil formas distintas. Soy Gladis Elsa Birtman. Enfermera. Trabajo en éste hospital hace ya casi veinte años y hoy estoy demasiado harta del silencio. Los años pasan y casi no me doy cuenta. Historias pasan y todo parece un cuento. Y ese silencio..., ese silencio que tanto me lastima. Es demasiado el tiempo hablando sin hablar, hablando sin sentido, diciendo exactamente lo mismo a los mismos.
Hoy me desperté luego de mi inservible día de franco sabiendo que me tocaba el turno de la noche y de alguna manera sonreí. Nunca me gustó trabajar de día. Es más real. Las cosas se ven y son verdaderas. La noche es un misterio, una circunstancia irreal en donde todo lo que pasa queda guardado en un manto de oscuridad que nadie reclama. Las personas son distintas por las noches. Descubren la melancolía y brindan con la esperanza de ser otros. La piel se torna oscura y los ojos brillosos ven aquellas cosas que el sol impide ver. Y ahí queda. El despertar de la mañana transforma y evapora esos sentimientos. Se renueva la rutina obligatoria que cada uno tiene convirtiéndose en uno más dentro de la masa humana que va como la marea. Entonces ya nada es igual.
Shhh. Silencio.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Tema 1:
El olor siempre lo sentí como una mezcla de espadol y remedio, que “pareciera” que emana de la piel ... y seguramente así es, lo digo con conocimiento de causa.
Tema 2:
El silencio a veces aturde, pero a veces es tan necesario como el aire que respiramos.

Hermanos Bladimir dijo...

qué hermosa aguafuerte! una maravilla de descripción.
Cuál es su origen? lo dijo de verdad esa persona? espero ansioso las próximas entregas.
Visiten
www.hermanosbladimir.blogspot.com
www.hazmereirteatro.com.ar
o si no quieren no visiten...
saludos
Braulio

Anónimo dijo...

Alguien se puso a pensar por que los hospitales siempre funcionan "hacia adentro" como celulas autonomas de la ciudad?
En muchos casos estan en el medio de un tejido urbano mas o menos consolidado, con infraestructura que permite su sustento. Sin embargo, ocurre lo mismo que, salvando las distancias, con los casinos u albergues: nunca hay contacto con lo que sucede hacia afuera: el limite interior - exterior es marcado por una pared, con alguna ventana, en el mejor de los casos.
Diego

Carla Valicenti dijo...

Gladys Birtman está cansada de su rutina laboral, sin embargo los hospitales - con sus olores varios - también son ámbitos donde nace gente y a otra le salvan la vida, también sn espacios para la esperanza.
Me quedé pensando en lo que escribió Diego y en que las guardias funcionan como fornteas permeables de los hospitales.
Braulio/Bladimir: no sé quien sos pero visitaré tu blog
Besos
PD: Si quieren recomendar lecturas que hicieorn en le verano o leer las de otros entren a mi blog
www.rupturas-carlitaonline.blogspot.com

Gabita dijo...

Es verdad, es un micromundo un hospital. Uno entra y parece que el tiempo no pasa. Y eso se siente, pero no se ve, hasta que alguien te lo cuenta.
Los extremos son necesariamente iguales...opino como vos Li.
Adjunte como links las paginas del ansioso comentarista, se agradece.
Cada uno ve segun como su cabeza funcione, lo blanco puede verse blanco o bien verse negro o bien no verse. Eso creo yo, por lo menos.

A propósito de las SAD

Estos últimos días, los clubes son parte de la disputa ideológica que tiñe esta previa de ballotage presidencial. Frente a la reaparición de...