Lo que quiero es lo que quiero.
Pensaba mientras estaba sentada y me
rodeaban miles de mosquitos dispuestos a convertirme en una masa absorbible: esta todo el 2019 por delante.
¿Por dónde arranco?
Me apena pensar que no tal vez no podré lograr la serenidad y los tiempos para la reflexión.
Me intriga mi capacidad de organización
productiva y de la que no lo es.
Me asusta el contexto de una situación
económico social terrible pero invisible para la mayoría. La
limitación en la razón de miles quienes siguen repitiendo palabras
de otrxs sin mirar de forma deseable una situación que cada vez es
más angustiante.
Me genera horror el horror y las
mujeres asesinadas en éstos veinte días.
Me preocupa no estar a la altura para
mi autosustentabilidad en mi cambiante vida
productiva.
Me aburre no superar los mismos
problemas que me aquejan hace tiempo. Esos que uno verbaliza de ratos
y mejora otras veces y luego no verbaliza ni mejora. Y volver a mirar
limitaciones que pensaba subsanadas y que no entonces te vincula con
la frustración casi de forma inmediata.
Me conmueve la falta de conciencia
colectiva de quienes declaman valores y luego se estrellan con la
pared del individualismo furioso sin verlo o darse cuenta.
Me enoja sentirme sola en mis más
profundos sentimientos sobre las cosas y las personas. Esa sensación
de que casi nadie me entiende casi nada. Me enoja ser tan
inaccesible. Y me enoja el sentimiento de enojo que ahora dejo salir
sin miedo. Y todavía no termina.
Me cansa la lista de deberes en su
totalidad. Deberes de vivir en sociedad.
Me intriga con quien puedo contar
verdaderamente en los caminos a recorrer.
¿A dónde quedó lo que quiero en este
bombardeo de reflexiones más pesimistas que otra cosa?
Lo que quiero parecería estar
vinculado a concientizar mis dudas y asumir los pesimismos.
Creo que ya mañana voy a estar en
condiciones de decir que quiero.
Porque lo que quiero es lo que quiero.
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