Algunas costumbres se borran por el
paso del tiempo. Probablemente la evolución de las cosas o la
involución de los tiempos libres o la minimización de los espacios
de automejora son los motivos por el cuál una costumbre muy
arraigada en mi persona dejó de serlo.
Desde muy pequeña amé hacer
crucigramas, la sensación de tener que descubrir los significados de
las palabras y cruzarlas de tal forma que formen todas juntas un
cuadrado de palabras que habiendo siendo detalladas en otra parte,
luchan para ser descubiertas.
Recuerdo la sensación maravillosa de
completar un crucigrama, la alegría de haber logrado el hermoso
hecho de entender todo.
En el trascurso de los acertijos
semánticos, uno va tomando letras a que se cruzan y que nos dan
pistas. Las pistas, otra cosa que impulsa el placer. Los juegos de la
mente se construyen a través de buscar esos escondites que nos
permiten deducir y nos dan una ayuda para lograr lo que se quiere. La
pista es imaginar, es vértigo. Una letra J en un cuadradito es
orgásmico. La sensación de que gracias a esa pista logramos los
objetivos.
Todo tan cierto como imaginario.
Hay otra cuestión en ésto de los
crucigramas. Por lo general las revistas de crucigramas no nos
desafían sólo con crucigramas sino que nos invitan a un sinfín de
juegos que permite matizar el típico cuadrado. Existen las sopas de
letras, los anagramas, las deducciones matemáticas a través de
cuentas, las grillas, el sudoku y tantos otros más. Pero la variedad
de juegos está además dentro de los crucigramas, entonces
encontramos el blanco (nos nos marca a dónde están los espacios
vacíos), los enredados (sin espacios vacíos), los enigmáticos
(que las definiciones son pistas graciosas, para nada definiciones),
los temáticos (siempre me estimulaba el “cinematográfico”) y
los silábicos. Podría seguir pero temo aburrir con tanta emoción
infundada con mi recuerdo medianamente lejano.
Así pienso entonces que la desconexión
de realidades momentáneas puede impulsarnos (impulsarme) a recrear y
reiniciar las viejas costumbres.
Tal vez añorar algunas cuestiones sea
impulso para la definición de la semántica de las cosas. Del
entendimiento de las letras que juntas forman palabras y juntas
oraciones y juntas textos y juntas historias.
La génesis de la palabras en la vida
de cada quién encuentra respuestas que fueron futuras. No habiendo
tenido orígenes que estimulen las letras y las palabras, los
crucigramas fueron mis hacedores al actual gusto por ellas. Al gusto
por las definiciones y por las palabras que emanan de ellas. A las
letras convertidas en significado y a los significados que resultan
palabras.
Los recuerdos de mi historia está
lleno de crucigramas. De pensar en ellas y de divertirme con ellas.
Imaginarlas, crearlas, deducirlas. Y cruzarlas, porque si las
palabras no se cruzan los significados no encuentran finales ni
principios. Como todo o como nada.
Hoy me compré una revista de
crucigramas y fui un poco feliz.
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