miércoles, 16 de enero de 2019

Crucigramas


Algunas costumbres se borran por el paso del tiempo. Probablemente la evolución de las cosas o la involución de los tiempos libres o la minimización de los espacios de automejora son los motivos por el cuál una costumbre muy arraigada en mi persona dejó de serlo.
Desde muy pequeña amé hacer crucigramas, la sensación de tener que descubrir los significados de las palabras y cruzarlas de tal forma que formen todas juntas un cuadrado de palabras que habiendo siendo detalladas en otra parte, luchan para ser descubiertas.
Recuerdo la sensación maravillosa de completar un crucigrama, la alegría de haber logrado el hermoso hecho de entender todo.
En el trascurso de los acertijos semánticos, uno va tomando letras a que se cruzan y que nos dan pistas. Las pistas, otra cosa que impulsa el placer. Los juegos de la mente se construyen a través de buscar esos escondites que nos permiten deducir y nos dan una ayuda para lograr lo que se quiere. La pista es imaginar, es vértigo. Una letra J en un cuadradito es orgásmico. La sensación de que gracias a esa pista logramos los objetivos.
Todo tan cierto como imaginario.
Hay otra cuestión en ésto de los crucigramas. Por lo general las revistas de crucigramas no nos desafían sólo con crucigramas sino que nos invitan a un sinfín de juegos que permite matizar el típico cuadrado. Existen las sopas de letras, los anagramas, las deducciones matemáticas a través de cuentas, las grillas, el sudoku y tantos otros más. Pero la variedad de juegos está además dentro de los crucigramas, entonces encontramos el blanco (nos nos marca a dónde están los espacios vacíos), los enredados (sin espacios vacíos), los enigmáticos (que las definiciones son pistas graciosas, para nada definiciones), los temáticos (siempre me estimulaba el “cinematográfico”) y los silábicos. Podría seguir pero temo aburrir con tanta emoción infundada con mi recuerdo medianamente lejano.
Así pienso entonces que la desconexión de realidades momentáneas puede impulsarnos (impulsarme) a recrear y reiniciar las viejas costumbres.
Tal vez añorar algunas cuestiones sea impulso para la definición de la semántica de las cosas. Del entendimiento de las letras que juntas forman palabras y juntas oraciones y juntas textos y juntas historias.
La génesis de la palabras en la vida de cada quién encuentra respuestas que fueron futuras. No habiendo tenido orígenes que estimulen las letras y las palabras, los crucigramas fueron mis hacedores al actual gusto por ellas. Al gusto por las definiciones y por las palabras que emanan de ellas. A las letras convertidas en significado y a los significados que resultan palabras.
Los recuerdos de mi historia está lleno de crucigramas. De pensar en ellas y de divertirme con ellas. Imaginarlas, crearlas, deducirlas. Y cruzarlas, porque si las palabras no se cruzan los significados no encuentran finales ni principios. Como todo o como nada.
Hoy me compré una revista de crucigramas y fui un poco feliz.


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