Mi teléfono vive.
Se secó pero no de la forma que lo hacen las hojas en otoño.
La batería quedó cansada, se agota más rápido.
Le pasa lo mismo al alma cuando entiende que no es la realidad querida la que transita en algunos lugares del día.
“Cuantos lugares visita el ojo del cielo
son puertos y refugios para el sabio.
Enseña a tu necesidad que considere
que no hay mayor virtud que la necesidad.
No pienses que el rey te ha desterrado,
sino tú al rey. La pena agobia más
donde siente que menos la soportan”
Olvidé mis anteojos en algún rincón cálido.
Desde ayer, miro con el iris desnudo.
Hoy me probé los viejos. Están rallados y se ve borroso.
Tanto como las ideas, que una vez desplegadas se oxidan convirtiéndose en palabras inútiles.
Qué gracioso es hacer manojos de llaves para abrir puertas sin fundamento.
Qué divertido es olvidar anteojos.
“No durará su fiera llama del desorden,
Pues el fuego violento muy pronto se consume.
La llovizna se prolonga, la tormenta es breve.
Quién mucho espolea se cansa mucho antes.
Tragar vorazmente atraganta al glotón
La huera vanidad, buitre insaciable,
agotando medios, a sí mismo se devora.”
Me divertí con los sonidos del karateca, con la vela de cumpleaños que rodea el círculo familiar
Y me fui con el iris hinchado de simplicidad feliz, con el alma marchita de entendimiento y con la certeza de que quiero.
Entre comillas, citas del Sr. William Shakespeare en “Ricardo II”
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