jueves, 4 de junio de 2009

Micaela me regaló un libro

Micaela me regaló un libro. Lo trajo envuelto en un paquete que abrí sin mucho cuidado, aunque guardé el moñito (parece un legado familiar eso de guardar los moños de los regalos. Es raro, pero no puedo dejar de hacerlo). A los días, y habiendo terminado "El ejército de la ceniza" de Juan Pablo Feinmann me decidí a leerlo. La primera lectura comenzó en una mesa solitaria de Plaza Serrano. Tenía un tiempo entre actividades y decidí sentarme a leer. Siete de la tarde, campera y gorro, porroncito y maní. Hacía frío, pero gustaba de sentarme en el exterior mirando sombreros que vendía un pelado grandote. "La insoportable levedad de ser" era mi próximo destino. "No había visto la película ni sabía de que se trataba" (comenté luego en diferentes charlas). Desde su comienzo me pareció absolutamente genial. El concepto de lo grave y de lo leve y es sustento filosófico entre ambos; el planteo de lo que es mejor, si hay alguno que es mejor (o peor) o la eterna vuelta a cada uno de ellos de manera casi obsesiva. Leí cuarenta páginas y mi nariz era un cubito. Me llevó cuarenta páginas darme cuenta. Apenas con el calor que el placer en sus diversas maneras da, me levanté y me fui, no sin antes robar una servilleta para usar de índice (me pasa lo mismo con las servilletas que con los moños)
 Pero mi historia no termina allí. 
Algo raro pasaba con ese libro y en los próximos días lo iba a saber...
Los signos me comenzaron a seguir. Un par de días luego de mi primera lectura me crucé y concienticé una persona espejo (tomando palabras prestadas) desde los signos del ser y en el intercambio de filosofía poética surgió oportunamente contar mi actual lectura cosa que fue respondida con un "yo retomé su lectura hace unas semanas". Mirá vos me dije.

Nada hubiera pasado (las casualidades existen, ¿existen?) si al otro día hablando con mi compañero de oficina sin imaginarlo como lector de cierto tipo de literatura, y mientras hablábamos sobre una cooperativa me dice "es como dice Kundera en "La insoportable levedad de ser" .... ¿leíste algo?" Kundera, Kundera... pero si estoy leyendo! Y saqué mi libro de la cartera sobre todo para creerme yo la segunda coincidencia. 
Nada hubiera pasado (las casualidades existen, ¿existen?) si al otro día trasladándome una vez mas de un lado a otro no hubiera escuchado la conversación entre dos personas totalmente desconocidas en donde el tema en cuestión era el ya a ésta altura tan afamado libro.
Quedé estupefacta. Sin preguntas ni respuestas. Sin decires ni callares.
Cómo era posible que en treinta y un años no haya siquiera escuchado la mínima mención y ahora inyectado en el cerebro como una pócima indescifrable todo se convertía en esa levedad y gravedad.
Concluí en la posibilidad de la atención, de la atracción y de la generación propia de energía frente a los intereses que se van presentando. Tal vez haya algo de eso.
Ahora sigo leyendo, aún faltan muchas páginas y debo reconocer que me da vértigo seguir encontrando signos. Sobre todo porque aún siento incertidumbre de respuestas. Porque como define Kundera, vértigo es la profundidad que se abre ante nosotros, que nos atrae, nos seduce y que despierta el miedo a caer... de lo cual nos defendemos espantados.
Bienvenida la caída y el espanto.

Bienvenida a la levedad y al ser, entonces. 

1 comentario:

Micaela dijo...

A veces hay que interpetar los signos, las formas en que se nos presentan pueden variar, sin embargo la intuición es la que nos ayuda a endenderlos más allá de la percepción de los sentidos. Con la mente abierta y la intuición vas a entender que significan las coincidencias que nos son tales y que no existen.TQM

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