viernes, 5 de septiembre de 2008

En tren de actualidad

Por lo general uno tiene un hogar y segundos hogares desparramados según el tiempo y la distancia. Yo he tenido largos años un segundo hogar sobre rieles. El querido Sarmiento, ese transporte que une lugares tan distintos como parecidos. Once – Moreno ó Moreno – Once.
Desde mis incipientes 17 años comencé a transformar ese tren en parte de mi vida. Horas que si son sumadas llegan a ser meses enteros. Historias. Historias de tren.
Cada mañana, cada tarde y cada noche. Llegar a la estación, ver las largas colas frente a las boleterías, colas que parecen gusanos. Gusanos inquietos que se chocan entre sí para ganar territorio. Ser parte del gusano y llegar a la ventanilla para comprar un boleto. Boletero enrejado, espejado, impersonal. Ahora, cartulina. Antes, papel. Mucho antes, cartón. Historias de boletos.
El andén. Los bancos de metal frío. Cemento que predomina que alza pequeñas casitas transformadas en kioscos, cafés al paso y refugios contra el frío pero sin ventanas. Un árbol, o dos.
El banco, logro de pocos. Todo el resto de pie, maravillosamente perfilados hacia el costado. Nadie se para de frente. Y un punto fijo en el horizonte. Un punto que es imán para las cientos de cabezas que miran. Es ese lugar en donde la espera comunitaria prevalece sobre la individual. Ahí, justo justo, donde aparece el tren chiquito y lejano. Entonces los cuerpos comienzan a moverse y las caras se transforman. Un ritual la llegada, la subida, las puertas que abren y que cierran detrás del último rezagado que entró a los empujones. Y arranca hacia un destino conocido.
Si debo hacer un pequeño resumen podría casi afirmar que su función fue mutando según las mías. Funcionó de silla para estudiar o hacer cuentas de análisis matemático. A veces un sillón cómodo en donde leer un libro. Otras veces, sólo un espacio en blanco en donde la vista fija sobre el paisaje que pasa rápidamente se perdía. Mirar y no ver. O verse desde afuera y pensar en lo que se ve.
Olores a vino, a viejo, a gas humano y al otro, a transpiración a mal aliento.
Marginalidad y Gerente. Vendedor de alfajores y vendedor de autos en concesionaria.
Vidrios rotos, asientos rotos, luces rotas, puertas rotas.
Molestos señores y señoras gordotas que llevan ajos.
Tocada de cola y de lolas. Apoyadas varias y de todo tipo.
Y más olor. Ladrones de carteras, ladrones de celulares.
Once – Moreno, Moreno – Once
Hoy, se incendiaron vagones en Merlo y algo parecido en Castelar. Ayer fue Haedo. Mañana será alguna más. Gente enojada por malos servicios. Es real. ¿Gente enojada por malos servicios?
¿Así hacemos la revolución? ¿Oponernos al sistema incendiando un vagón y rompiendo kioscos? Tal vez lo sea. Pero no.
Creo en la revolución pero con sustento de ideas. Ideas que lleven a necesitar procesos de cambio. Dañar y creer que se hace la revolución es mentira si no se sabe que es la revolución o porque se hace. O a que nos oponemos, o si nos oponemos.
El tren se quema y todo pasa. Y nada pasa. Porque nadie quiere que nada pase.
Hoy, por la noche subí a uno de ellos.
Y pensé.
Historias de tren.
Foto: Estación de San Antonio de Padua. Medianoche. Soledad brutal.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

la revolucion de las ideas.mahatma ghandi.te lo imaginas sentado en plaza de mayo?.yo creo que le afanan hasta la tunica

Anónimo dijo...

Hola
Paso a contarte, que tu otro hogar en el Sarmiento no empieza a los 17 años, ya cuando estabas bien guardadita en el interior de mi panza, viajabas en èl, viaje desde Liniers, lleno de gente, salida bancaria, horario tremendo.
A veces algun bondadoso bieneducado me daba el asiento, pero como mucho no se notaba, pasaba tamb ien por esas tocadas, apretujones,olores, y demas hierbas o yerbas?.
Pero yo era feliz,muy feliz y vos estabas bien cuidadita.....
ah !! tambien algun par de desmayos...porque necesitaba aire
...hasta la proxima estaciòn
mamushca

Carla Valicenti dijo...

Definitivamente el sarmiento no es el lugar para hacer la revolución. Además es de relúmpen romper todo. No solo es un servicio público y nos pertenece a tod@s, también tenemos otros mecanismos de protesta. En mi blog está el link a viaje como el orto, que es otro blog denunciatario. Y así mil cosas más que se pueden hacer.

Gabita dijo...

hay una diferencia entre revolucion de ideas y en revolucion en base a ideas. lo que planteo es que cualquier tipo de revolucion tiene que tener un sustento en ideas. por eso veo algo vacío lo de quemar un vagon, el sustento es solo el efecto pero carece de causa... ( a pesar que el servicio es malo y bla bla bla)
carlita, esta bien que haya otras formas de protesta, estoy de acuerdo. Pero la revolucion requiere algo mas para que lo sea... (aunque no sea lo que este bien visto)

Carla Valicenti dijo...

En la Argentina del siglo XXI no están dadas las condiciones para que la clase trabajadora haga la revolución porque 1- Queda poca clase trabajadora. 2- Hay más lúmpenes que otra cosa. 3- Si lo pienso un rato más seguro que se me ocurren más motivos, pero ahora me tengo que ir a hacer otra cosa jajajja
Tal vez lo importante es seguir pidiendo por la efectivización de los DD en lugar de "jugar" a hacer la revolución quemando vagones.
Besos

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