Mauricio se levanta por las mañanas y desayuna. Cada día disfruta de abrir la puerta de su casa y respirar el aire de la mañana Rosarina. Camina sintiendo que se el abre el pecho por respirar la brisa, que entra en su cuerpo y lo baña de pureza.
Mauricio no puede hacerlo más.
Cada mañana desde hace ya un buen tiempo, esa brisa matinal se transformo en humo. Un humo pesado y denso que recorre la ciudad sin pudor alguno.
Una foto. Hectáreas enteras infectadas de fuego. Pastizales furiosos con la pureza del aire. El viento. Ese viento que amigo del humo, sopla llevando a la ciudad el veneno gris.
Mauricio sabe que bien temprano es casi imposible respirar. La bruma se mezcla con el penetrante olor a humo. A veces el sol salva. El humo huye con el sol, pero se esconde, no se va.
Vecinos imprudentes. Entre Ríos quema sin lugar al reparo inmensos campos. Campos que se transforman en verdugos y provocan alergias o problemas respiratorios.
Mauricio sabe que no puede respirar la brisa, salvo que escape hacia alguna ciudad alejada a donde en donde el viento no llega o da alguna tregua.
San Pedro se da la mano, infectada de humo también parece no encontrar más que olor a humo.
Cumbres, marchas, planes de emergencia. Rosario-Victoria. Intendentes y secretarías de medio ambiente. Nada alcanza aún.
Ni la misma sociedad unitaria lo siente. Acá a lo lejos, dentro de la gran urbe de cemento capitalina no sabemos nada de Mauricio. Ni de su humo, ni de su alergia.
A mi no me pasa, entonces no pasa. Y así el humo nos tapa, los tapa, me tapa.
Cada mañana deja de ser mañana para convertirse en ayer. El ayer de los que no oyen, de lo que no oímos.
Mauricio existe.
El humo también.
Aunque no lo veamos.
Mauricio no puede hacerlo más.
Cada mañana desde hace ya un buen tiempo, esa brisa matinal se transformo en humo. Un humo pesado y denso que recorre la ciudad sin pudor alguno.
Una foto. Hectáreas enteras infectadas de fuego. Pastizales furiosos con la pureza del aire. El viento. Ese viento que amigo del humo, sopla llevando a la ciudad el veneno gris.
Mauricio sabe que bien temprano es casi imposible respirar. La bruma se mezcla con el penetrante olor a humo. A veces el sol salva. El humo huye con el sol, pero se esconde, no se va.
Vecinos imprudentes. Entre Ríos quema sin lugar al reparo inmensos campos. Campos que se transforman en verdugos y provocan alergias o problemas respiratorios.
Mauricio sabe que no puede respirar la brisa, salvo que escape hacia alguna ciudad alejada a donde en donde el viento no llega o da alguna tregua.
San Pedro se da la mano, infectada de humo también parece no encontrar más que olor a humo.
Cumbres, marchas, planes de emergencia. Rosario-Victoria. Intendentes y secretarías de medio ambiente. Nada alcanza aún.
Ni la misma sociedad unitaria lo siente. Acá a lo lejos, dentro de la gran urbe de cemento capitalina no sabemos nada de Mauricio. Ni de su humo, ni de su alergia.
A mi no me pasa, entonces no pasa. Y así el humo nos tapa, los tapa, me tapa.
Cada mañana deja de ser mañana para convertirse en ayer. El ayer de los que no oyen, de lo que no oímos.
Mauricio existe.
El humo también.
Aunque no lo veamos.
Foto: Costanera y humo en Rosario. www.rosario3.com
5 comentarios:
Me gustó que te asomes en estos temas, acá en baires tb nos paso algo parecido hace poquito....
Gabi: ¡¡¡¡¡te olvidaste d eponer que buscas peras rosas!!!!!
vicios del pequebu.horrorizarse con la ecologia maltratada y cambiarse de vagon cuando al sarmiento sube algun negrito de mal aspecto.lo micro y lo macro.el huevo y la gallina.ojo no es una critica,es resignacion
¿La resignación no lleva firma?
anonimo: leete "no te salves" de benedetti, en este mismo blog o donde sea.
carli: las peras rosas no las busco, las encuentro.
gracias por los comentarios
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