sábado, 1 de diciembre de 2018

Llover, llorar, nadar.

Llueve y me gusta que llueva.
Probablemente es una de las acciones más poéticas que tiene la naturaleza.
Llover es llorar. 
No tengo demasiado claro si de tristeza o de alegría, pero es llorar.
Y llorar es eliminar las emociones.
Y eliminar las emociones es deshidratarse tal como lo hacer una flor que forma parte de una florero de flores secas.
Pero a diferencia de las flores no nos quedamos secos cuando lloramos. 

Pero pasa algo parecido.
Secarse por exceso de lágrimas sea tal vez menos dramático que estar seco por no tener lágrimas.
Quién no llora es porque no llueve.
No se deja llover o no le interesa.
Probablemente sus emociones no sean acuosas o carezca de la habilidad de nadar.
Porque llover inunda y nos obliga a nadar al menos con las ideas.
Y nadar sirve para mantenerse a flote mientras se llueve o mientras se llora.
Nadar es usar el cuerpo tan seco como se pueda para mojarlo.
Entonces si es seca la génesis del nadar, probablemente no llorar facilite el nado.
Porque es incómodo nadar mientras se llora.
Y es incómodo llover mientras se llora o mientras se nada.
O nada.
Porque el que nada, no se ahoga.
Y el que se ahoga no llora.
Y el que no llora no llueve.



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