
Tal vez sea eso del “o no” o lo del “tal vez”.
Se convierte así la duda en certeza cuando un “tal vez” se arranca a cambio de un sí o de un no rotundo.
Mi propio imaginario interno, al que han denominado creencia, insiste en sostener la certeza como base de mis pensamientos. Las palabras, cuando brotan de los dedos, son la extensión de las neuronas que a veces no pueden hacer sinapsis y refutan inexplicablemente la certeza proveniente de la cabeza. (Obsérvese el “a veces” anterior, sin duda dos palabras lindantes con la duda, valga la redundancia escrita). Indefinición de dedos.
Tengo dedos dudosos frente a creencias de certeza. Casi inentendible. (Obsérvese la palabra “casi” actuando como medio de duda por el simple hecho que expresa algo que está por ser, que estuvo por ser o estará por ser)
Si la creencia incita al pensamiento de una vida bajo certezas y la creencia no es más que un abstracto que formo para lograr tener o pensar lo que me conviene, entonces debo encontrar una certeza en los dedos. Esos dedos que expresaban la no creencia, llámese entonces, dedos concientes.
El “tal vez”, el “o no”, el “a veces” y el “casi”, sólo como ejemplos expuestos en ésta breve reflexión, son consecuencias de dedos refutadores de neuronas creyentes.
Felicito a mis dedos, advierto a mis neuronas.
O no.
2 comentarios:
Dedos inteligentes, porque en realidad la duda, la confusión, la problematización son las cosas que producen pensamiento.
Besis
Dedos inteligentes, porque en realidad la duda, la confusión, la problematización son las cosas que producen pensamiento.
Besis
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