domingo, 8 de febrero de 2009

La terminal (crónicas de viaje)

Llegué a Bahía desde la Patagonia a la una de la tarde. De allí debo salir hacia mi próximo destino. Corrí a la boletería. Pasaje a Mendoza. Unico asiento. 38. Ocho menos cuarto.
La Terminal está alejada de todo. Tanto como se pueda imaginar. Blanca, nueva. Aún sin características de Terminal.
El capitán junto a sus dos hermosas vidas partió.
Tenía siete horas por delante. ¿Qué hacer en una Terminal durante esas horas? Evalué la posibilidad de irme al centro. Debía estar a un colectivo local de distancia. Me imaginé cargando el bolso para ver una ciudad que en otra época había visitado y de la que no tenía recuerdos maravillosos. Mucho ruido, mucho tráfico. No era eso necesario en mi viaje. Lo descarté. Además, no tenía intenciones de entregar divisas para matar el tiempo. De hecho, no lo quería matar, lo quería vivir.
Decidí entonces quedarme en la Terminal. Por un momento tuve delirios cinematográficos y me imaginé siendo Tom Hanks. Me vi viviendo imposibilitada de salir y usando las instalaciones. Lástima la blanca escasez. No tenía varios pisos ni subsuelos. Los boxes de cada empresa se instalaban en fila, pegados unos a otros prolijamente. Una confitería y una heladería a donde no había nadie. Dos entradas y dos baños. Sillas para esperar como en todos lados. Negras, en opocisión al blanco preponderante. Poca gente o mucha Terminal.
Escuchando La memoria de León Gieco en mis auriculares casi parecía una ironía el vacío. El vacío de construcciones blancas y de algún que otro micro perdido.
¿Por qué esperar sin árboles? ¿Por qué esperar en una pared blanca? Esa pared que parece carecer de sentimientos opuestamente al árbol que se deja acariciar moviendo sus hojas en respuesta a una brisa. Ese que responde a mis soplidos.
Tenía libros, tenía papel y lápiz. Me tenía. Tenía ojos para observar cada detalle. Tenía mate y algo de pan y fiambre sobrante de ayer a la noche. Tenía imaginación y oídos con música. Tenía tranquilidad y felicidad. Tenía manos y sensaciones. Tenía libertad.
Qué son entonces siete horas. Paso siete horas y muchas más sin sentir que las paso.
Ya escuchando No way back de Foo Fighters, habiendo comido los improvisados sándwiches y tomado mate. Ya habiendo visto, entendí que no estaba esperando el bus. Sólo estaba viviendo el timpo.

Entonces conocí a Norma. Mujer de 57 años, 6 hijos y oriunda de Punta Alta. Se había acercado junto a su marido a reclamar la devolución de un dinero por un pasaje desde El Calafate que el pequeño de 17 años de la familia no lo usará finalmente. Parece, que el de 29 años se fue a trabajar allí con su mujer y su pequeño bebé, y Walter fue a visitarlos unos días. Walter cayó como peludo de regalo me contaba Norma. Estaba haciendo unas cosas de la casa y se cayó de la escalera. Asustada por el desmayo fue al médico quién sólo atinó a felicitarla y decirle que estaba de 2 meses. Tenía 40 años y no imaginaba volver a ser mamá.
La que le sigue es Laura de 26 años. Vive en pareja con un salteño, Marcelo, y tienen un pequeño de cinco años. Fue el primer nieto. Nació prematuro, apenas sobrevivió. Hoy anda bárbaro aunque nunca logró ver. Norma me dijo “Se enloquece con su abuelo y cuando no lo oye dice que quiere jugar con él y aunque esté allí tiene que llamarlo… porque el nene no ve, viste?”
Marcelo y Laura se conocieron porque ella tenía un plan del gobierno a los 16 años que hacía repisas de madera. Marcelo iba a llevarle mercadería. El se enamoró de ella. Tenía 22. Fue rechazo varias veces sobre todo porque era más grande y por petizo. Pero luego, parece que cedió y hoy hace casi diez años que están juntos.
El resto de sus hijos son albañiles. El de 34 tiene tres hijos y una mujer. El de 32 es soltero y parece, según Norma, que no le gusta para nada trabajar. Gastón su nombre. No mencionó demasiado al de 27, tal vez ni mencionó su nombre. Gastón, Walter y el de 27 viven con ella aún.
Norma trabaja por horas. Lo hace en cuatro casas distintas. Según me confesó en vos baja tiene que trabajar por que el marido no le pasa demasiada plata. Y plancha, le encanta planchar.
Los años, los hijos, el trabajo y el marido le pesan en la cara. Arrugada y con marcas de impresión. Pero sonríe, Norma siempre sonríe.
Me invitó a su casa. Me pasó el teléfono y la dirección que anote cuidadosamente en mi cuaderno. “Vení cuando quieras, cuando tengas un rato… así conoces mi familia y Punta Alta que es hermoso”
Salieron hacia la oficina de informes para averiguar lo del pasaje. No imaginé volver a verla. A los diez minutos, apareció Norma corriendo casi pícara. Se acercó, me abrazó tan fuerte como una madre a su hijo, me dio un beso, me dijo que rezará por mi y me dijo: “te quiero mucho… si, creelo… te quiero… y vení que te estaremos esperando” Y se fue con su marido rumbo a Punta Alta, nomás.

Ayer escuché una frase maravillosa de Larralde que dice algo así como “uno no ve los ojos de un chico cuando pasa corriendo”…
No necesitaba esperar, ni correr y aunque aún faltaba un rato para emprender mi nuevo viaje, estaba emocionada de vivir una Terminal sin árboles.

Bahía Blanca, 07/02/09

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Uauuu ke vivencias Gabi, no aguanto a tu proximo post, espero sea pronto.
Segui asi y ke Hermes, dios griego y obviamente pagano de los caminantes te acompañeen tu viaje.
Besos y te kiero mucho.

Carla Valicenti dijo...

Gaaa: después de haber comentado un montón de fotos tuyas del Facebook, se me ocurre preguntarte si le pediste a Norma su facebook?
Besos, te extraño

Anónimo dijo...

norma, necesitaba un oido y vos estabas ahi...vos necesitabas palabras y estaban ahi...con norma, que tenia muchas, necesidades, hijos, ansiedades y cuando las sacio te dio un gran beso y te invito a su casa....
y a vos te gustaron sus palabras........
mamushka

Anónimo dijo...

me gusta como escribis. yo te advertí que eso era lo tuyo. en cuanto a las vivencias que uno tiene en este largo o corto camino por la vida, es lo que nos queda. me gusto la frase" uno no ve los ojos del niño cuando va corriendo", yo estoy necesitando eso.caminar mas despacio para poder observar y que la vida no me pase sin poder apreciarla

Gabita dijo...

gracias a todos
tendria que seguir viajando no?
ja
besos

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