jueves, 20 de enero de 2011

Silencios de Enero

Muchas veces me agota el sonido de la ciudad. Es un rumor claro y sencillo en donde las bocinas, los colectivos, la gente y hasta el sol hacen ruido.
Ruido asfalto, ruido rueda, ruido taco.
Me aturde de tal manera que desconecto mi sentido auditivo y lo reemplazo por imaginación. Me encierro en el mundo del no ruido.
Veo pero no oigo. A veces hasta veo lo que quiero ver.
Y comienzo a navegar por un sinfín de pensamientos. 
Puedo escuchar olores y reemplazar las calles por ríos. Descubro pisadas en hojas secas y silbidos de delfines en vez de escapes humeantes.
Puede que desoiga el grito de celulares y los convierta en canciones de cuna.
Espero que me visiten colibríes o camino por mundos de corales.
Imagino hacer una tarta de ombú y tocar el contrabajo mientras pasan liebres escapando de feroces lobos.
Sin embargo hoy, esa ciudad llena de decibeles me dio un recreo impensado.
Estaba parada esperando el 98 por la calle Venezuela y como un regalo enviado por  Vidar se produjo un silencio inigualable. 
Pasaban apenas autos y no asomaban colectivos. La gente caminaba en puntas de pie.
Mi sensación fue de profunda extrañeza, pero no demoré en disfrutar tan bella situación.
Insistí en oír ese silencio y reconocí la calle casi por primera vez. El asfalto, las líneas de cruzan por el, las señalizaciones de la esquina. El semáforo y su tic tan sutil cuando cambia de color. El sonido de la brisa y el de algún auto.
Sentí la puerta del vecino del edificio que estaba frente a mí y el clac de la reja.
La bolsa de la señora que salió del supermercado.
Una radio prendida.
Descubrí, que el ruido que grita no me permitía ver otros silencios con sonido.
Sonidos sutiles, sonidos colores, sonidos placer.
En esos breves segundos la ciudad dejó de aturdirme. La sensación de nada me dejó en la realidad que a veces escondo.
Pero ese silencio irreal.
Casi tanto como mis ríos y mis corales.
Porque es Enero
Y llega.
Y regala sonidos de silencio.


VIDAR (Foto + texto): Dios del silencio. Se dice que Odín amó en una ocasión a la bella giganta Grid, que vivía en una cueva en el desierto y que, tras cortejarla, la convenció para que se convirtiese en su esposa. La descendencia de esta unión entre Odín (espíritu) y Grid (materia) fue Vidar, un hijo tan fuerte como taciturno era, a quien los antiguos consideraban como una personificación del bosque primitivo o de las imperecederas fuerzas de la naturaleza.


2 comentarios:

Carla Valicenti dijo...

Bellísimo escrito sobre la vida urbana durante enero!!!

Gabita dijo...

gracias!

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