martes, 17 de noviembre de 2009

Epitafio

Mi humedad envuelve al cuadro. No, no es así. No es el cuadro.
Sigo sin saber el porque de los agujeros en mi cuerpo que vienen de las roturas marrones y de la humedad que hay en éste subsuelo.
En el cuadro esta el papel que me muestra los años transcurridos. Estoy en el subsuelo lleno de muebles viejos que pertenecieron a una señora que allí los dejó, pero luego los olvidó. Igual que a mí.
¿Será tiza sobre el papel esa raya en la esquina? ¿Será ese el color original o una vida mentirosa?
Pinto mis bordes porque no quiero que me olviden. Estoy rota. Todo en mí es rotura.
Veo manchas de humedad cada vez más grandes (en mi dorso está el secreto) y el óxido intenta ahogarme.
Marrones, negros y blancos, pero dudo y dudo sobre el color.
Me parece que exagero, pero creo que la señora me dejó en el subsuelo porque tenía miedo de volver a mirarse y encontrar la vida que ya se le fue y que nunca volverá.
Tengo miedo ahora porque la humedad no me deja decir mi nombre; a nadie le importa nominar a quien está atrapada en un subsuelo con la vida completamente ajada y vieja. Eso es lo que soy, vieja. Y me lo repito.
El óxido me cansa y me siento en la única silla que encuentro. Está tapizada de color bordó y tiene tachas doradas que delimitan el borde de la madera tallada con formas románticas.
Es bordó es imaginario, igual que el vestido rosa que tengo puesto. ¡Es tan bello! Es formal, entallado y me llega hasta las rodillas. Entonces aprovecho y me peino con un cepillo antiguo y mi peinado queda firme. Parezco de porcelana.
No puedo salir del subsuelo y mostrar mi cabello prolijo, ni tampoco el rosa de mi vestido. Ese color me hace parecer feliz y bella.
La señora me olvidó. Yo era mala y autoritaria. Ahora no puedo sacar de mi vida la miseria ni salir del subsuelo y me ahogo con el óxido y con la humedad.
Y pienso en mis hijos que sufren mientras estudian piano, compran el pan y rezan oraciones (plegarias infames); y porque los llevan de la mano hasta la capilla en donde el cura los espera con una sonrisa. Están solos y sufren y yo acá, sentada con mi vestido rosa.
Las manchas de humedad está llegando a mis vestido y el óxido corroe mis manos. Ese el papel y el cuadro.
Me arrodillo gritando en silencio y comienzo a rezar rosarios marrones y cada vez estoy más cansada y empiezo a odiar los agujeros y el óxido de mis orejas.
Rezo, desesperadamente rezo envuelta en el subsuelo mientras pienso en mis hijos.
Siento una brisa de aire en mi cara y me sorprende… era la última que quedaba…
Pero no quiero…. No quiero… pero no hay salida y… y me ahogo… me ahogo vestida de rosa.

1 comentario:

Su dijo...

Mucha creatividad !! y me alegra conocerla, seguiré leyendo. Un beso

A propósito de las SAD

Estos últimos días, los clubes son parte de la disputa ideológica que tiñe esta previa de ballotage presidencial. Frente a la reaparición de...