sábado, 4 de abril de 2009

Ochentaydos


Me levanté cansada. Hace dos días mientras intentaba descansar sonó el teléfono. Era un señora preguntando por José. Le dije que se había equivocado que no había ningún José en la familia. Cortamos. Sonó nuevamente y la misma señora insistía con hablar con José.
Yo, con mi mejor predisposición, le dije que se había equivocado y que no había nadie llamado así. Le consulté el número de teléfono y era exactamente el mío. Le aseguré que tenía mal el número y que por favor no llame más. Con mala disposición me dijo que era todo muy raro pero que dejaría de llamar y que le informara a José que Marisa lo estaba buscando por el temita del dinero.
Sólo por no contrariarla y porque tenía ganas de dormir le dije que estaba bien, que si lo veía le iba a decir. Pude conciliar el sueño alrededor de las dos menos veinte. Fue la última vez que miré el reloj despertador.
Me despertó con el sonido del timbre. 
-¿Quién es? 
- José. 
Sorpresa. 
Recordé el llamado de ayer. ¿Será ese José? Me asomé por la ventana y le pregunté que necesitaba. "Es por lo de Marisa" me dijo y continuó: "hablé con ellos y me dijo que Marisa quiere que te deje el dinero de la planta. Parece que no quiere verme pero no me importa, hace tanto tiempo que no la veo que no me preocupa demasiado".
Por cortesía le dije que estaba bien, que me deje el dinero a mí que yo me ocupaba.
José era de mediana edad, calculo de unos cincuenta años. Estaba muy bien vestido. Los zapatos eran una especie rara de mocasines con tiritas en color beige oscuro. Muy típico de los Josés.
Pasó el dinero por debajo de la puerta y se fue caminando lento hasta la vieja camioneta.
Subió y se fue.
Tomé el sobre y lo abrí. Encontré un cheque de quinietos pesos diferido a julio. Estaba a nombre de Marisa Gómez. Además había una nota escrita en mayúscula de imprenta que rezaba:
"Carmen: te dejo la plata de tu planta. No era necesario que Marisa me llamara para pedirla. Te iba a traer el cheque en cualquier momento. La planta está bien, sólo un poco mareada con el clima. Viste como está todo, somos invierno y hacen treinta y cinco grados. Llamó Luis pidiendo por vos, le dije que estabas de viaje unos días buscando nuevas especies. Creo que no me creyó. Es más que obvio que Julián le contó todo y sabe que te viniste a Tres Arroyos. Saludos. José"
Guardé la carta en el primer cajón de la cómoda.
Mi día transcurrió como de costumbre. 
Alrededor de las diez de la noche suena el timbre nuevamente. 
Era Marisa. No me costó reconocerla ya que golpeaba la puerta pidiendo por José. 
Apenas le abrí entró y se fue a sentar sin pedir permiso al sillón que está al lado de la ventana. 
Tenía expresión de enojo. Bueno, me dijo, decile a José que baje.  -"No está" le dije. Luego detallé lo que pasó a la mañana y le dí el sobre. Ella lo tomó bruscamente, miró el importe de cheque y comenzó a leer la carta.
Me dijo que efectivamente el clima está completamente loco y que eso afectaba a cualquiera. Además que acá en Tres Arroyos no llueve desde hace unas largas semanas entonces las plantas no sobreviven. Hasta se murió un perro rengo que no llegaba nunca a tomar agua de un vertedero en la plaza principal.
Ya eran las doce y Marisa seguía sentada mirando el cielo razo. Insistí con servirle un té de boldo pero me dijo que le daba gases y que prefería esperar. 
"¿Qué cosa esperás?" pregunte. "Me pasa a buscar Julián alrededor de las dos. Además, no puedo irme caminando".
A las dos en punto apareció un Torino rojo con vidrios polarizados. Era Julián. Entró, tomó de un brazo a Marisa, le dió un beso novelezco en la boca y se la llevó. Se fue el Torino y el cheque. La nota quedó tirada en el piso. La tomé con mis manos y al levantarme lo ví a José mirándome de la puerta. No decía nada. Entonces le conté de Marisa, de Julián que se la había llevado junto al cheque. Su cara no expresaba nada me saludo con la mano y se fue caminando. 
No era un mal hombre, pensé.
Me acosté agotadísima. El tema de la planta no me dejaba dormir.
La mañana me encontró cansada. Hacía dos días que no descansaba bien. Debía ser el teléfono o el timbre. O Marisa y Julián. O podría ser José que parecía tan bueno pero a quién no terminaba de entender. Sobre todo por la planta. No podía entender que él tuviera la planta.
Me trajeron el diario "La voz del pueblo" del domingo y lo tiraron en la puerta. Lo abrí y ví el acto de conmemoración por Malvinas. 
A veces no podía recordar nada. 
Y José se encargaba de recordar. Con nuestra maldita planta. Ahora la tenía él. ¿quién era José? ¿ Y Carmen?
Cuando era apenas un niño, se fue con gorro y de verde. Cuando volvió y sólo porque volvió la plantamos. Hace 27 años. Yo me fui hace 15 y volví. Sin saber quién era yo, y apenas sabiendo quién es José.
Cerré el diario y me preparé un té de boldo. Miré la heladera y la foto en ella pegada. Tres personas en una playa desierta y sus nombres escritos en la arena. Era Marisa y era José. Y Carmen.
Me puse los anteojos. Miré la foto y me miré al espejo.
¿Cómo estará la planta?


Foto: José Luis Gómez, uno de los ex combatientes de Malvinas en Tres Arroyos

2 comentarios:

Carla Valicenti dijo...

me dejaste sin palabras

Anónimo dijo...

O ENTENDI MAL O PAGARON 500 PESOS POR UNA PLANTA!!! QUE FAMILIA... QUE ESPECIE.... QUE VARIEDAD... POR FAVOR .... RESPUESTA.....
MAMUSHKA

A propósito de las SAD

Estos últimos días, los clubes son parte de la disputa ideológica que tiñe esta previa de ballotage presidencial. Frente a la reaparición de...