martes, 3 de junio de 2008

Remera blanca sobre camisa turquesa

Sábado por la noche. Como ninguno, como cualquiera.
Lugar pequeño, oscuro. Abro los ojos mirando por primera vez a mi derecha. Remera negra manga corta sobre remera blanca manga larga. Miro adelante pero la brújula indica oeste. Vuelvo a mirar y mi corazón late. Es una máquina de golpear mi pecho. Zumbidos y murmullos que brotan de mi adentro. Cierro los ojos con la mano en mis bolsillos. Las siento transpirar. Una mirada que dice todo, que hace todo. Ojos miel que estremecen mis entrañas. Camino hacia la derecha con la mirada fija en un tatuaje de cuello. Me siento observada. Mis manos transpiran. Mi voz no sale. Estoy cerca. Hay golpes. Es mi panza, que despide rayos que seducen ojos. Es solo un metro. Alto. Hola. Mis ojos transforman la multitud en silencio y rozo mi mano con la otra mano. Mi cuerpo se estira como una serpiente entrelazada en un árbol. El sudor invadió mi cuello. Calor. Su mano toma mi cintura y se transforma en una montaña rusa de placer. Es esa mano en la concavidad de mis rincones. Se me cierran los ojos. No puedo abrirlos. El corazón late y mi humanidad despide lágrimas espesas. Su boca invade mi oído. Murmura. Sopla. Remera blanca en camisa turquesa. Mi piel se expande con ese rozar de labio en mi oreja. Escalofríos que me secuestran el cuerpo. Un cuerpo prestado a otro. Su mano invade mi espalda subiendo por los confines de mi columna vertebral. No puedo abrir los ojos aún. Tiembla mi cuerpo al sentir su mano en mi pecho. Toco suavemente el tatuaje con mi lengua. Descubro sabores nuevos que se mezclan con el sudor de mi piel. Mi respiración se entrecorta una y otra vez. Su boca destruye la última gota de conciencia. Me desplomo en el placer. Los cuerpos se entrelazan sin música. Sin ubicación. Sin sentidos. Mi cuerpo gira sin parar en una cornisa. Respiro y respiro. Se me entrecorta la vista y la realidad. Gotas que caen en mi sien. El movimiento de los cuerpos como olas embravecidas desgasta mi piel invadida de sensaciones. Entonces me sale la voz herida de placer que mueve piedras hasta el más allá. Y mis manos apretadas contra nada encuentran la medida justa para acallar la búsqueda de la inconsciencia. Y subo, subo al punto donde mi cuerpo se siente desfallecer. Subo más y más. Y busco el lugar de la inconsciencia. Y busco, y subo. Mis rincones rezan oraciones de cima. Y subo.

6 comentarios:

Carla Valicenti dijo...

¡¡¡¡Epa, eeeepaaaaa !!!!! ¿Tu mamá también lee esto?
Tengo una lectora de mi blog que creo que morirá al leerlo.
¡Qué polifacética, che! Esta´muy bueno.

Unknown dijo...

hola gabita, carlitaonline me dijo que este blog esta bueno
te felisito
tá cachondo eso q escribiste ¿la foto esa te la sacaste en un rebolcon con el chaconsito del cuento?

Anónimo dijo...

Muy bueno Gaby!
El deseo tambien tiene lugar en este espacio. Nace en vos una escritora de novela erotica?
Muy bien por todas estas caras!
Diego

Hermanos Bladimir dijo...

Eeeepa, se puso todo más interesante aún!!! Voy a venir más seguido por el blog!
Muy buen relato che, una maravilla!
Y siguiendo a Carlita, dos preguntas: ¿lo lee tu mamá? ¿eh?

Gabita dijo...

mamá lee. y seguramente imagino, hizo y pensó todo lo que expresa el texto (debo reconocer que no le pregunte: y ma? leíste mi último artículo del blog?), igual mi vieja es una fenómena.(paren..., entonces sería por eso que hace varios días que no me reponde el telefono...!)
Gracias por los mimos a todos.

Carla Valicenti dijo...

¡¡¡¡¡ La hinchada pide más literatura hot!!!!!!

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