martes, 21 de abril de 2009

Manos y Contramanos

Av. Elcano es una conocida calle de la Ciudad de Buenos Aires. Muchos de nosotros la ha caminado o navegado en diversos medios de locomoción. Pero como toda calle, hasta la misma Rivadavia, se corta. Allí, donde Elcano se cae me suelo encontrar habitualmente generando mi sustento. Es un lugar terriblemente inóspito. No se sabe realmente su localización. Puede que sea Paternal, o Agronomía o Chacarita.
Al final de la avenida que nos convoca hay un paredón. Y árboles que se asoman tras él. Nunca me queda claro que es ese muro. No porque no se sepa, sino porque no logro aprender qué es esa institución que coquetea por su otra arista con el ex albergue Warnes (hoy Hipermercados asociados SA).
Hace un largo tiempo ya que están construyendo un túnel. El túnel Punta Arenas, que conecta algo con algo. No es porque no se sepa, sino porque no logro aprender qué es lo que conecta.
En la mañana de hoy abrieron el esperado (¿por quién?) túnel. Las cintas de inauguración se desplegaron y el jefe de gobierno y su bigote conservador desplegaron un sin fín de tijeretazos de oro y diamante. Mucho por la proximidad electoral y por el concepto de "desarrollo urbano". Era tan monono como el obelisco iluminado con la frase "jugá limpio" o como la mujer que sigue durmiendo impunemente sobre la 9 de Julio.
Pero no todo son rosas. La existencia de ésta nueva obra generó la alteración de las manos y contramanos de dos concurridas (aunque escondidas calles). Paz Soldán, paralela hacia las vías del San Martín siempre fue mano hacia el Cementerio y Elcano siempre lo fue hacia el paredón incierto. Hoy, a partir de las once todo cambió. Se invirtieron.
Lo que era mano se convirtió en contramano y viceversa.
Mareos automovilísticos, vecinales y animales.
El amanecer de la tarde diaria me encuetra paseando por Paz Soldán, Elcano, Avalos y por qué no Punta Arenas. Salgo en mi horario de almuerzo de ese tupper en que se transforma mi día para poder respirar sol y nubes. O simplemente para respirar.
Mi sorpresa fue mayúscula al ver el caos. Los comentarios previos de quiénes lo habían vivido segundos nomás no logró opacar mi sorpresa.
La calle se encontraba llena de autos que nada sabían de manos. Ni de contramanos. Los vecinos asomados y más de uno en reunión vecinal comentando la circunstancia actual. "Si siempre fue mano para allá, cómo es posible que los autos vayan de otra manera. Entonces cambiaron la mano... y ahora qué hacemos?".
Un colectivo 78 sobre Paz Soldán estrenaba mano cuando se encontró de frente a un hermano 78 que hacía el camino de vuelta por el mismo lugar que él hacía de ida. El chofer correcto se detuvo y sacando medio cuerpo desde su ventanilla explicaba con efusivas señas el nuevo recorrido al chofer equivocado.
Mientras todos iban correctamente sobre Elcano en su nueva versión, todos los autos estacionados estaban incorrectos. Estacionados en contra. ¿en contra de quién? ¿en contra de qué? Y pensé en cómo lo correcto y lo incorrecto puede cambiar de un momento a otro y simplemente por una flecha. ¿será así siempre? ¿será así con todo?
Ya mareada, habiendo caminado sólo algunas cuadras a la redonda llegué al túnel. Tenía mano y contramano. Y estaba vacío. Algún que otro auto pasaba casi pidiendo permiso. Olor a nuevo y a desarrollo urbano. Olor a huevo y a desarrollo en Urano.
Era la hora de volver. Siempre que vuelvo por Elcano desde Punta Arenas vuelvo contramano. Hoy, y luego de la transformación vial, vuelvo mano.
¿Cómo nos modifica una mano o una contramano? ¿porqué creer que un cambio tan sencillo como éste puede generar caos en un vecindario escondido? ¿cómo desacostumbrar al cuerpo de las manos y contramanos? ¿Y a la mente?
Un señor X dice correcto o incorrecto. Y todos cambiamos la concepción de lo que se debe.
La manos y contramanos saben de ello. Y nosotros también.

sábado, 4 de abril de 2009

Ochentaydos


Me levanté cansada. Hace dos días mientras intentaba descansar sonó el teléfono. Era un señora preguntando por José. Le dije que se había equivocado que no había ningún José en la familia. Cortamos. Sonó nuevamente y la misma señora insistía con hablar con José.
Yo, con mi mejor predisposición, le dije que se había equivocado y que no había nadie llamado así. Le consulté el número de teléfono y era exactamente el mío. Le aseguré que tenía mal el número y que por favor no llame más. Con mala disposición me dijo que era todo muy raro pero que dejaría de llamar y que le informara a José que Marisa lo estaba buscando por el temita del dinero.
Sólo por no contrariarla y porque tenía ganas de dormir le dije que estaba bien, que si lo veía le iba a decir. Pude conciliar el sueño alrededor de las dos menos veinte. Fue la última vez que miré el reloj despertador.
Me despertó con el sonido del timbre. 
-¿Quién es? 
- José. 
Sorpresa. 
Recordé el llamado de ayer. ¿Será ese José? Me asomé por la ventana y le pregunté que necesitaba. "Es por lo de Marisa" me dijo y continuó: "hablé con ellos y me dijo que Marisa quiere que te deje el dinero de la planta. Parece que no quiere verme pero no me importa, hace tanto tiempo que no la veo que no me preocupa demasiado".
Por cortesía le dije que estaba bien, que me deje el dinero a mí que yo me ocupaba.
José era de mediana edad, calculo de unos cincuenta años. Estaba muy bien vestido. Los zapatos eran una especie rara de mocasines con tiritas en color beige oscuro. Muy típico de los Josés.
Pasó el dinero por debajo de la puerta y se fue caminando lento hasta la vieja camioneta.
Subió y se fue.
Tomé el sobre y lo abrí. Encontré un cheque de quinietos pesos diferido a julio. Estaba a nombre de Marisa Gómez. Además había una nota escrita en mayúscula de imprenta que rezaba:
"Carmen: te dejo la plata de tu planta. No era necesario que Marisa me llamara para pedirla. Te iba a traer el cheque en cualquier momento. La planta está bien, sólo un poco mareada con el clima. Viste como está todo, somos invierno y hacen treinta y cinco grados. Llamó Luis pidiendo por vos, le dije que estabas de viaje unos días buscando nuevas especies. Creo que no me creyó. Es más que obvio que Julián le contó todo y sabe que te viniste a Tres Arroyos. Saludos. José"
Guardé la carta en el primer cajón de la cómoda.
Mi día transcurrió como de costumbre. 
Alrededor de las diez de la noche suena el timbre nuevamente. 
Era Marisa. No me costó reconocerla ya que golpeaba la puerta pidiendo por José. 
Apenas le abrí entró y se fue a sentar sin pedir permiso al sillón que está al lado de la ventana. 
Tenía expresión de enojo. Bueno, me dijo, decile a José que baje.  -"No está" le dije. Luego detallé lo que pasó a la mañana y le dí el sobre. Ella lo tomó bruscamente, miró el importe de cheque y comenzó a leer la carta.
Me dijo que efectivamente el clima está completamente loco y que eso afectaba a cualquiera. Además que acá en Tres Arroyos no llueve desde hace unas largas semanas entonces las plantas no sobreviven. Hasta se murió un perro rengo que no llegaba nunca a tomar agua de un vertedero en la plaza principal.
Ya eran las doce y Marisa seguía sentada mirando el cielo razo. Insistí con servirle un té de boldo pero me dijo que le daba gases y que prefería esperar. 
"¿Qué cosa esperás?" pregunte. "Me pasa a buscar Julián alrededor de las dos. Además, no puedo irme caminando".
A las dos en punto apareció un Torino rojo con vidrios polarizados. Era Julián. Entró, tomó de un brazo a Marisa, le dió un beso novelezco en la boca y se la llevó. Se fue el Torino y el cheque. La nota quedó tirada en el piso. La tomé con mis manos y al levantarme lo ví a José mirándome de la puerta. No decía nada. Entonces le conté de Marisa, de Julián que se la había llevado junto al cheque. Su cara no expresaba nada me saludo con la mano y se fue caminando. 
No era un mal hombre, pensé.
Me acosté agotadísima. El tema de la planta no me dejaba dormir.
La mañana me encontró cansada. Hacía dos días que no descansaba bien. Debía ser el teléfono o el timbre. O Marisa y Julián. O podría ser José que parecía tan bueno pero a quién no terminaba de entender. Sobre todo por la planta. No podía entender que él tuviera la planta.
Me trajeron el diario "La voz del pueblo" del domingo y lo tiraron en la puerta. Lo abrí y ví el acto de conmemoración por Malvinas. 
A veces no podía recordar nada. 
Y José se encargaba de recordar. Con nuestra maldita planta. Ahora la tenía él. ¿quién era José? ¿ Y Carmen?
Cuando era apenas un niño, se fue con gorro y de verde. Cuando volvió y sólo porque volvió la plantamos. Hace 27 años. Yo me fui hace 15 y volví. Sin saber quién era yo, y apenas sabiendo quién es José.
Cerré el diario y me preparé un té de boldo. Miré la heladera y la foto en ella pegada. Tres personas en una playa desierta y sus nombres escritos en la arena. Era Marisa y era José. Y Carmen.
Me puse los anteojos. Miré la foto y me miré al espejo.
¿Cómo estará la planta?


Foto: José Luis Gómez, uno de los ex combatientes de Malvinas en Tres Arroyos

A propósito de las SAD

Estos últimos días, los clubes son parte de la disputa ideológica que tiñe esta previa de ballotage presidencial. Frente a la reaparición de...