Si la tormenta se desataba un rato después hubiera podido
evitarlo. Pero la vida es la vida y la naturaleza tan solo es.
(Nosotros creemos en la naturaleza de la vida)
Los alguaciles previenen la lluvia a través de un termómetro
pluvial interno que cronometra los tiempos de las tormentas. Salen unas horas
antes en busca de alimento y luego se esconden en sus desconocidas guaridas.
No fue ese el caso de un alguacil ignoto que perdió su
mercurio y quedo atrapado bajo la lluvia. Desesperado, intentó por todos los
medios huir de la intensa lluvia que caía en sus alas.
(Nosotros lo mirábamos tras el ventanal)
La situación empeoró. La lluvia se convirtió en hielo y
comenzó a caer sobre el cuerpo pequeño del insecto alado como una lluvia de
heladeras. Esquivó cuanto podía, voló desesperado de lado a lado. Evitó su
posible final.
(Nosotros alentábamos al alguacil)
Nunca dejó de luchar. Voló furioso. Subió. Bajó. Voló
desesperado. Derecha. Izquierda. Voló solo. Mojado. Voló alocado. Hielo. Voló. Agotado.
Voló lluvioso. Heladeras.
(Nosotros esquivábamos las heladeras)
El granizo terminó. La lluvia de a poco aquietó su furia,
mientras el día se volvía día y se perdía el misterio de ver sin ver.
El alguacil misteriosamente logró sobrevivir al bombardeo. Aprendió
a esquivar heladeras. Se fue. Voló sabiendo que sobrevivió al
apocalipsis. Voló.
Y sin termómetro.
(Nosotros, apocalipsis)
Para ellos, que dejan volar la imaginación impunemente...
María José y Ezequiel (La heladera, la lucha, la foto)
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