Un señor aplaude a
una marioneta porque no le ve los hilos.
Aplaude hasta
rabiar y enciende una bengala de alegría.
Inertes palabras
que descubrieron el perdón y el misterio,
mientras las
serpientes enredan personas llamativamente intachables.
Impúdico aire que
respira el ser espeluznante que deja caer su gorda billetera en la cara de
costillas con forma humana.
Error de cálculo:
la misión del decir no es más que mentirle a los barriletes de la libertad.
Es imponer el miedo
que atraviesa a la mentira y a la verdad con la intención de no entender cuál
es cuál.
Un señor aplaude a
otro, que habla tras una mesa y dice cosas trágicas.
Aplaude hasta que
le duele y vomita inconsistencias.
Tristes llantos
completan el cuadro de un teatro irreal,
mientras señores
canosos y mujeres llenas de labios brindan con champagne.
Agotadora creencia
de navegar en la verdad mentirosa que impone un corazón frío y un alma sin
piedad.
Error de cálculo:
el espejo devuelve un monstruo de veinte cabezas que inspira sonrisas al
nadapoderoso.
Es disfrutar con
las manos sucias de sangre dudosa que impulsan la creación de un sueño de
estrellas estrelladas.
Un señor aplaude a
una caravana de robots del pensamiento.
Aplaude hasta
desfallecer y duerme profundamente.
Pero solo hasta
vuelve a empezar.
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