sábado, 13 de enero de 2018

La prioridad que discrimina

El Banco Provincia de la localidad de Ituzaingó tiene tres filas para las cajas: para cualquiera, para clientes y para discapacitados y embarazadas. La primera, es la fila más larga y lenta. Importa llegar temprano para poder estar adelante. Es la fila de bancate la que venga o cómo venga. La segunda, que corresponde al cliente, es la que permite gracias al privilegio de pertenecer, transitar una caja más rápida o al menos con menos gente gracias a los designios de las históricas estrategias de marketing  que si bien están tan trilladas como una película de Adam Samdler, son efectivas. La fila más llamativa es la de discapacitados y embarazadas. Supongo que quien toma las decisiones de atención al público pensó que era una forma de agilizar la atención de este sector específico de la sociedad.
Se equivocó.
Suele formarse una fila más larga que la de clientes en la que se fusionan embarazadas a punto de parir, recién operados con la bolsita de colostomía, madres con hijos down o con problemas motrices, un par en silla de ruedas y dos o tres parturientas más. Y mirás la fila que reza sus características prioritarias pero que termina siendo la fila del diferente. Es rarísimo. Transformaron la prioridad, que deja de tener sentido, para unirlos bajo un patrón común que no nos permite omitir la génesis de la prioridad. Y en un punto tiende a discriminar.
Y pienso que de alguna manera, es una muestra de la sociedad.
El ciudadano medio, el que “pertenece” y el diferente.
Sólo me queda la duda si es que los cráneos del Banco no lo ven o no les molesta.

Vaya a saber.

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