martes, 29 de diciembre de 2015

Los jugos de Eastwood

Mientras el calor agobiaba mi ser, se produjo el momento adecuado para escribir un par de cosas para comprar y que me andaban dando vuelta en la cabeza desde temprano. 

No escribí, vomité mi pensamiento.














Horas más tarde, la releí.
Sería un listado absolutamente normal con letra fea a no ser por el jugo. 
Cometí un error burdo. 

Pensé en Eastwood inmediatamente. 

Pensé en que era un nuevo producto desarrollado por un fan del actor y director, quien había heredado una empresa de jugos de su abuelo e hizo una nueva marca y logo para los "jugos Clint". Los sobrecitos de jugo tenían imágenes de sus distintas películas. 
Después pensé que el propio Eastwood tenía una fábrica multinacional de jugos en polvo y que los sobres de jugo en vez de cuadrados tenían forma de sombrero de cowboy.
Por último pensé que una empresa grande de jugos había decido hacer un homenaje a Clint sacando una partida selecta de jugos con su nombre.

Pero no. 
Era apenas un error.
Un error por bajar impulsivamente un pensamiento.... el que impulsa nuevamente pensamientos para ser bajados.

El moebius cerebral, vió.





miércoles, 17 de junio de 2015

Sentencia rota


Por un error congénito, desde que soy pequeña me autoimpongo sentencias de lo que voy a hacer o no voy a hacer. De lo que pienso o no tengo que pensar. Mis valores son inamovibles. Me autoconstruí con sentencias y creencias de todo tipo. Flexibilidad cero.


Pero como todos sabemos, la vida por lo general te cachetea asquerosamente haciendo que uno se meta sus sentencias o pensamientos inflexibles ahí, en ese lugar lleno de sombra.
Siempre he observado a las madres que en los distintos lugares públicos amamantan a sus hijos. Transportes públicos, supermercados y shoppings, peatonales, restaurantes.
Siempre me pareció horrible y de mal gusto. Dediqué mucho de mis pensamientos diciendo cosas tales como “¿a vos te parece?”  “Cuánta irresponsabilidad las madres que pelan la teta a dónde están” “Yo no puedo creer que saquen la teta en medio de cualquier lado sin prever que su hijo quiere comer”. “Yo jamás voy a sacar la teta en ningún lado.” “Es una vergüenza y de mal gusto.” Nunca estuve más convencida de algo.

Era un domingo por la tarde. La heladera vacía. Se toma la decisión: ir al supermercado con la niña nueva.
Apenas tiene un mes (la niña).
Pero comida hay que comprar y la madre quiere salir. Ok. Se sale para hacer las compras. Emoción. Nervios.  Paseo de mamá, papá y niña.
Estacionamiento. Se bajan todos con cochecito incluido. Niña bien. Padre y madre bien.
Supermercado. Comienza la inestabilidad emocional de la niña. Jadeos primero, llorisqueo después, llanto terrible por último. Madre y padre se miran desesperados. La niña no calla. La gente mira. Sentimiento de inoperancia o ignorancia. ¿Qué tiene? ¿Qué hacemos? ¿A dónde nos metemos?
Pregunta del millón: ¿comió?
Hace dos horas y pico.

Miro a mi hija que no para de llorar. Miro el contexto. Supermercado lleno, pasillo central. Miro al padre de la criatura y me hace un gesto de “tiene hambre”. Y yo no lo puedo creer, un maremoto de sensaciones se me presentan en el cerebro, en el corazón, en el alma si es que existe.
Tengo una hija hambrienta. Estoy en medio de un hipermercado enorme. Está lleno de gente. Y yo (sí, yo) tengo la comida de mi hija incorporada al cuerpo. Tengo tetas. Tengo lo que ella necesita. Pero estoy en ese contexto tan sentenciado negativamente.
Mi mente vuela porque no puede creer la situación que debe afrontar. La balanza cae indudablemente para mi hija y un remolino de pensamientos se cae de un edificio de mil pisos. Me siento en el pasillo central a dónde hay banquitos, el padre de la niña me ayuda y ahí nomás saco mi teta y le doy de comer a mi hija, la niña hambrienta.

Fin de la compra. Estacionamiento. Madre sentada en el auto llora.

La vida se me rió en la cara mientras le mostraba mi teta al mundo.
Dicen que escupir al cielo no es bueno, porque puede volver a caer en la cabeza. A mí me cayó un escupitajo más grande que un elefante.
No sé quien lo dice, pero la tiene clarísima.


Rookie. Crónicas de una madre nueva. 
Parte 1 - Sentencia rota

lunes, 8 de junio de 2015

Dos Meses

Hoy estamos cumpliendo dos meses.
Cada día nos conocemos mas y nos entendemos menos.
O sea, la vida misma.
Nunca creí sentir algo tan grande y tan indefinido por una persona
Algo que desborda el pecho.
La puta, que groso.

jueves, 4 de junio de 2015

Rookie. Crónicas de una madre.

Nacer y hacer nacer es una de las cosas más naturales que existe.
En ese proceso, la que hace nacer se convierte en madre, a su vez convierte al hombre en padre mientras que el que nace se convierte nada más ni nada menos que en persona.
(La madre y el padre ya lo eran, flor de ventaja)
Por lo tanto, la tarea del nacido es inmensamente más compleja que la de la madre, que la del padre e incluso más compleja que todo lo que uno pueda imaginar hacer en su vida.
Quien hace nacer, cree que su tarea es dificilísima. Lo es. Pero la del nacido es peor.
Así descubrí porqué no recordamos nada de esa época de la vida. Imaginen el nivel de frustración como ser humano si recordáramos que nada podemos hacer sino a través de los padres o los que estén construyendo el ser. No saber comer, hacer fuerza para hacer caca, expresar lo que  se quiere. Nada de nada. Y para colmo de males, es muy difícil que los padres entiendan todo adecuadamente, aunque desarrollen la capacidad de entendimiento instintivamente.
Mucha complejidad la comunicación. (Otro motivo más para olvidar.)
En ésta nueva tarea de ser padres e hijos, tampoco coinciden la construcción del padre y de la madre. La mujer que engendra, viene desarrollando mental y corporalmente el mundo propio y el de su hijo. Modifica su cuerpo y su psiquis para convertirse en un ser que brinda y mantiene la vida de su hijo. El embarazo enseña a dormir menos, modifica hormonalmente el cuerpo con los efectos emocionales que eso provoca, otorga resistencia, concientiza psicológicamente y actúa de freno para la vida habitual de la madre, la que deberá modificarla al tener el bebé. El hombre por su parte, no sufre ningún tipo de cambio físico, por lo tanto el cambio psíquico es más una característica propia que un hecho. Hay quienes aceptan y se comprometen como si estuvieran embarazados, otros que no terminan de entender los procesos y otros engordan. Pero la dificultad cierta del hombre es, como dije anteriormente, que no le pasa nada físico y no logra entender o en su piel el proceso de la madre.
Eso lo angustia o lo pone ansioso o lo aleja. O no le pasa nada de todo esto, claro.

Las tres personas que participan en ésta cuestión de ser padres e hijos, tienen características diferentes y por tanto cuando empieza la interacción hay que adaptar los diferentes procesos que cada uno conlleva, e intentar pasarla bien, aprender a ser lo que toca, educar, dar vida, enseñar vida, seguir el amor, construir nuevos códigos, intentar ser feliz y serlo.

Este “contexto” que ha sido escrito en forma bastante coloquial y que se encuentra lleno de teorías incomprobables, son parte del proceso reinante que hoy transita mi mundo y desde dónde surgirán los textos de “Rookie. Crónicas de una madre.”
En ellos vamos a encontrar experiencias para nada coloquiales y vivencias para nada imitables que pueden servir de gran ayuda para entender cómo el mundo rockero y ocioso (¿?) cambia al de pañales, llantos y sonrisas de bebé.



A propósito de las SAD

Estos últimos días, los clubes son parte de la disputa ideológica que tiñe esta previa de ballotage presidencial. Frente a la reaparición de...