martes, 31 de diciembre de 2013

2014

Despido el año en mi blog que pena por abandono.
Saludar al año que se va, recibir al que viene

Salud.

Salud a todos lo que de alguna manera hicieron 2013.
Con lo que se puede.
Con lo que no.
Con errores.
Con aciertos.
Con miedos inútiles y otros ciertos.
Regados de éxito.
Derrochando fracasos.
Con vida y con muerte.
Con pasión.
Con desgano.
Frustrados y motivados.
Haciendo la vertical.
Llenos de ideas.
Abrazados de convicción.
Espantados por la duda.
En silencio y a los gritos.
Salud.
Y deseo.
Deseo de sonrisas.
Menos queja.
Más musica.
Mirar las hojas de los árboles.
Pensar solo en ello.
Trabajo.
Amor y pesetas.
Serenidad.
Palabras nuevas.
Misterios y secretos.
Luz y claridad.
Respetos por ser y hacer.
Sonrisas distraídas.
Ideas.
Pasión y convicción.
Cambios.
Menos cemento.
Mirar fijo hormigas.
Escurrir la cabeza en un balde de sol.
Despertar completo.
Respirar la vida.
Dormir tranquilos.
Abrazos.

Bienvenido 2014.
Te estábamos esperando.

 

sábado, 31 de agosto de 2013

Halcón palomero (en el Parque Chacabuco)

Estaba en el asiento de atrás del auto, mirando por la ventana a una paloma molesta que se dedicaba a investigarlo todo y tratando de convertir el suelo en presa comestible o en cena futura. Realmente, no tengo serios problemas con las palomas. De vez en cuando pienso que son aves nefastas que de repente insisten en molestar el paso de cualquier persona, que buscan en la basura convirtiéndose en una metamorfosis alada de ratas. Otras veces me dan pena, las veo sobrepobladas y sintiéndose ellas mismas el resultado de una especie en expansión inútil. Las imagino pensando que el humano y otras especies las aborrecen. Y claro que es así. Sino cómo se explica que a un funcionario se le ocurriera importar halcones palomeros para que se las coman, obviado desde ya las consecuencias que podían traer. Ahora los halcones palomeros vuelan en el cemento, extrañan su hábitat original y se alimentan de palomas carroñeras a las que todo el mundo odia. El hecho de pensar en esos seres que gustan de comer aves odiadas, transforma al halcón palomero en un animal temible y misterioso.
Me contaba un afamado cantante, que están en Parque Chacabuco, que se refugian entre los grandes árboles y que nunca se dejan ver. Me contó además que solamente dos vecinos lograron ver a los halcones y que después de verlos, ni su familia ni nadie supo más de ellos. Dicen testigos que entraron al Parque y se perdieron entre los árboles, que se los escuchó a lo lejos diciendo que veían a los halcones palomeros y que después devino el silencio.  
La verdad, es que no le creí del todo su anécdota. No hay manera que la sola vista del halcón palomero produzca un efecto tan extraño en la vida de alguien. Traté de entender el cantante contaba semejante historia. Los cantantes por lo general crean mundos los que, impunemente, se convierten en canciones y los que posteriormente se convierten en himnos ajenos. Imaginate que estas cantando una canción pero que al mismo tiempo estás poniendo en tu boca la idea loca de un creador que canta cosas de su propio mundo. Y no sólo la cantas, sino que le das una profundidad innecesaria provocando una imitación espantosa del sentimiento que motivó la canción. Te lo crees. Crees que te lo dijo a vos, que pensó exactamente en lo mismo que vos estas pensando ahora, mientras gritas la canción ajena. La trasformas en un pequeño pedazo de vos. Y ese robo que cometes no le importa a nadie, porque todos hacen lo mismo e imitan inútilmente sentimientos de un  otro.  Entonces el cantante mira y escucha su creación cantada por otros. El éxito de ver palabras propias en otros nubla la emoción y la exacerba. Imagina que puede crear mundos de significados tanto en las verdades como en las mentiras, y empieza a confundirlas. A veces cree que las verdades son mentiras y otras veces que las mentiras son verdades. Pocas veces acierta. Entonces cuenta historias como  de vecinos que se desvanecen por ver un halcón palomero. Y esa explicación los satisface.
Seguía en ese auto pensando fundamentos inútiles para una historia dudosa mientras en segundo plano escuchaba al cantante que describía detalladamente cómo el halcón palomero producía raros efectos en la vida de los vecinos.
El ensimismamiento me impidió prever lo que iba a ocurrir después.
El auto llegaba a la esquina de Eva Perón y Emilio Mitre. El cantante hizo una pausa en su hablar y sin explicación alguna cambió de raíz su decir. Estresado, enojado, comenzó a gritar que él nunca creyó en los mitos barriales, que le resultaba improcedente creer que los halcones tengan efectos en las personas, que nadie puede desvanecerse y desaparecer porque sí.
 Pidió que pararan el auto y se bajó.
Vi que entraba al parque. Su figura era cada vez más pequeña. En un momento dejé de verlo. Espere diez minutos, luego veinte. Comenzó a anochecer y la oscuridad comenzó a invadir cada rincón del paisaje. Los árboles, ya difusos, se convertían en hacedores de secretos.
Resultaba increíble que no volviera.
Repentinamente emergió un grito que se estrelló con la oscuridad. Era el cantante, diciendo “Los veo, son los halcones”. Luego el silencio. Duró minutos, tal vez horas.

Nunca quise saber nada más del cantante afamado. Ni de halcones palomeros.
Al Parque Chacabuco dejé de ir, tal vez sea por el miedo a desvanecerme o por la frustración que me provocó las inconsistencias del cantante.

Pero básicamente, dejé de ir por las dudas.  

sábado, 27 de julio de 2013

domingo, 14 de julio de 2013

DPN (Destruyan al Paraguas Nefasto)

A continuación no solamente expondré mi creencia sino que promoveré el desaliento de la existencia inútil de un elemento miserable, incordioso y exasperante. Debo reconocer que no es la primera vez que expongo mi construcción ideológica. La he verbalizado, con gran parte de la gente que cruza mi vida en esos momentos críticos en los que la necesidad tiene cara de hereje y obliga despiadadamente introducir el “elemento” como instrumento positivo frente a un hecho que excede la raza humana. (o sea, cuando llueve)
Como cada idea es necesario presentar fundamentos que desarrollen las formas de estructuración, su vínculo con el contexto, la evolución de la inutilidad y la ausencia de finales felices.
Creencia/idea/hipótesis
El paraguas es un elemento nefasto que deberá ser destruido sin piedad alguna.
Fundamentos (Un poco de historia y la génesis que fundamenta su inconsistencia)
La existencia de éste elemento, no es más que una molestia generalizada que conlleva a la destrucción de la libertad de acción, de pensamiento y de traslado. Su funcionalidad se ve afectada por flacos o inalcanzables resultados.
Su creación data de tantos años (casi unos 3000), lo que nos  provoca la rara sensación de que no existe posibilidad alguna de sentirse a gusto cargando con algo tan antiguo e  incapaz de evolucionar. El paraguas es statu quo.
Se creó y utilizó primero en China. ¿Cómo es que se usa algo que se creó en un país en el que un señor con el tamaño de Yao Ming toma té verde en una tacita pequeña o del que tenemos como principal referente local a Ludovica Squirru?
Luego se utilizó en Babilonia… ¿no es un país que sólo existe en el disco Ay Ay Ay de Los Piojos?
Y finalmente en Egipto ¿no es ese país en dónde nadie se pone de acuerdo si sufrió un golpe de estado militar o un golpe popular y que encima tienen pirámides hechas por gente de otro planeta?
Y si le sumamos el hecho que se creó para protegerse del sol, ¿cómo es posible que sigamos utilizando algo que ni siquiera sirve para lo que se usa ahora? Es evidente que su utilidad originaria logra cumplirse, pero la actual no (alguien que sostenga, ahora, ya, que con paraguas no se moja nada de nada). Por lo tanto, lo único para lo que sirve, que es para tapar el sol, es lo único que se modifico a lo largo de los siglos. En conclusión: se impuso un statu quo equivocado y se involucionó en resultados.
Luego, el paraguas se convirtió en un instrumento aristocrático y esclavista. Si bien antes había sido clerical y sectario  en Grecia lo acarreaban esclavos para proteger del sol  a las damas. Y no cualquier damas, sino aquellas que tenían poder, dinero y apellido. Ellas no lo tacaban y, sombra mediante, insolaban a los pobres hombres y mujeres devenidos en “cosas”. Lo más llamativo, es que ese objeto, continúa con su origen esclavista. Su uso hacer perder la libertar de maniobra, el usuario se esclaviza al sostenerlo: le queda una mano para hacer todo lo que debe hacer y ni hablar si se lleva al mismo tiempo un maletín, una bolsa, un café, un cigarrillo, un celular. La persona queda imposibilitada de disponer o de organizar cualquier acción. El simple hecho de parar un taxi o un colectivo. O de llegar a la casa, sacar la llave y abrir cuando la puerta anda mal. Entonces el usuario apela a poner el mango entre la cabeza y el hombre para liberar su mano, o lo aprieta en su axila, para luego caerse o volarse y tener que correrlo porque el viento se lo quiere llevar. El paraguas es esclavista.
La caída del Imperio Romano hace que desaparezca. Junto con Roma caen todos los indicios de cristianismo y aristocracia. No queda para nada duda entonces, el paraguas es imperialista.   
En Francia resurge como elemento de lujo nuevamente, por lo que las damas y caballeros de esa sociedad revalidan su existencia y lo toman como instrumento de distinción. ¿Cómo es posible que sigamos utilizándolo, cuando Francia pone para el mundial sub 20, el que termina ganando por penales a Uruguay, al menos 11 futbolistas africanos (que parecen de 38) provenientes de sus colonias? El paraguas es colonialista.
El tema de la “prevención de lluvia” surge en el siglo XIX. Es mínimamente mejorado y se “populariza” a lo largo y a lo ancho del mundo. O sea, se reacomoda el objetivo para masificar su existencia. Dicen a la gente que es para no mojarse,  para protegerse de la lluvia. Y algo parece servir. Las sociedades compran y hasta el día de hoy, las ventas crecen en jornadas lluviosas.
Pero la triste o bella realidad es que no cumple con dicha función. La lluvia casi nunca es vertical, el famoso “llueve de arriba para abajo” es, al menos, discutible. Casi siempre es perpendicular. Por lo tanto las piernas terminan mojadas, a veces por delante, otras por detrás. Se moja a veces el lado derecho del cuerpo, otras el izquierdo. O se necesita poner la cartera sobre el pecho porque de caso contrario no se salva de las gotas. O se abraza con la campera o el saco un sobre de madera o una carpeta, porque existe la secreta seguridad que el paraguas no resguarda.
Y el viento, que es democrático y liberador, envuelve la lluvia o la arremolina. Entonces entra el agua un debajo y moja por todos lados. O ese mismo viento (gran enemigo del aristocrático paraguas) lo da vuelta, lo transforma en la cosa más inútil sobre la faz de la tierra, con sus varillas hacia arriba, que parece querer liberarse de esa horrible tarea de proteger lo improtegible. En ese momento, con el paraguas dado vuelta se entra en un pánico innecesario e inusitado de no saber qué hacer o cómo hacer.
Finalmente, es mi obligación decir que el paraguas es dañino. Apelando a su rencor por esa funcionalidad de antaño frustrada, se dedica a lastimar ojos ajenos, engancharse en otros de su misma especie o en ropa ajena. Incita al usuario a mantenerse abierto a pesar de caminar bajo techo creando caos en el transito peregrino. E incluso, avergonzado por momentos, suele perderse en colectivos, oficinas, negocios, dependencias públicas y trenes. Se esconde con el objetivo además de propagar su especie. El paraguas es estratégico.
Pocas cosas quedan por decir. Su existencia destruye cualquier pensamiento de alegría y evolución. Los fundamentos expuestos, son una necesidad suprema de pregonar su desusoe incentiva su destrucción. Poder abrir los ojos de la sociedad que cree en su utilidad y en muchos casos la defiende. Entender el daño de un elemento promotor del statu quo, esclavista, imperialista, colonialista, estratégico y dañino, es una tarea magnánima pero no por ello menos importante. Y mientras esté en mis manos gritarlo a viva voz, lo haré. Fundamentos sobran.

Además, y para nada menor, nunca me gustó Mary Poppins.

martes, 2 de julio de 2013

El efímero pez Rubén

Esta es la historia del pez Ruben, a quien nadie podía pescar.
Pasó años esquivando anzuelos y robando carnadas.
Sufrió peligros extremos: peces grandes y voraces, humanos insaciables de deporte, humanos carnívoros, redes de pescadores y señuelos de colores.
Venció a todos y ganó el desafío de ser quien debía ser.
Un día, nadie más supo de él.
Un pez viejo dijo que creyó verlo charlando con el pez vagabundo y contándole sus proezas.
Pero nadie pudo confirmarlo.
Ni nunca.
Ni jamás

lunes, 27 de mayo de 2013

LA DIALECTICA DEL ODIO, la razón insospechada de decir lo que se dice mientras se piensa sin decir y se odia sin pensar.

Te odio.

Te odio por lo que hacés. Por lo que pensás. Por lo que sentís.
Te odio porque salís vestido a la calle con pantalones de jean. Y porque comprás zapatos caros de  cuero ecológico. Y por las carteras haciendo juego.
Te odio porque haces cuentas matemáticas sin calculadora y abrís libros que nunca terminas de leer. Los haces de atrás para adelante y los olvidas, mientras un policía en la esquina grita novedades irreales.
Te odio por el diario que lees o por el que dejaste de leer mientras esos neuróticos  titulares desangran ideas itinerantes. Y de las otras. Las inamovibles.
Te odio porque sentís que nada sirve y que todo sirve. Que la palabra dicha es mentira más allá que la realidad sea verdadera.
Te odio y no me importa que te quiera o te respecte. Te odio porque hay que odiar sin odio.
La dialéctica del odio, la razón insospechada de decir lo que se dice mientras se piensa sin decir y se odia sin pensar.
Entonces hago algo con ese odio que se convierte en energía propulsada. Hago lo mejor que se puede hacer para extraer la miseria de un reprimido deseo de no tener o no ser odio.
Te critico.
Te critico el sombrero que usa el abuelo y al morral del loco que ata sus zapatillas al cordón de la vereda.
Te critico el cerebro chiquito de un gigante y el alma enorme de un perro callejero.
Te critico la inocencia y la maldad. La hora de comer. El hombro que apaña llantos.
Despierto deseando criticar la belleza de la niebla que atraviesa las calles olvidadas y disfruto en secreto la vida entre signos de pregunta.
Te critico la cocina, el baño y el comedor. Me desahago en miradas inútiles y me recompongo en manos sudorosas.
Critico el bien y el mal. No puedo decidir cuál es cual. Entonces me siento mirando el horizonte de cemento mientras las banderas irreconocibles flamean imperativamente.
Ya no te queda nada más, ya no me queda nada más,  que deslindar las responsabilidades del odio, imaginar las culpas en lo ajeno, la maldad en el otro, la bondad en lo que no existe.
Las mañanas de otoño, mientras el rebaño humano transita calles ajetreadas, se convierten en el combustible del espanto, la razón de sentarse a ciegas a creer que nada de lo que se hace en la propia existencia es causa de odio.
Y no te das cuenta, no me doy cuenta,  que solamente el ser, envuelto el facilismos irresponsables, describe sensaciones de miedo y de alegría. Que el actuar transforma  o describe los pasos que damos y los caminos a seguimos.
Entender que el vínculo de vos con todo tu vos, del yo con mis otros yo, es la metáfora del ser y del hacer.
Construir sin dañar, dañar sin destruir.
Te odio, porque me odias porque pienso y pienso que me odias porque odio.
Es un instante. Vos y yo, vos y vos, yo y yo.

Y ese instante, ese pequeño pero enorme instante,  nos impide ser nosotros.

domingo, 3 de febrero de 2013

Anónimos (de Batallas Bicentenarias)

Seguimos cumpliendo Bicentenarios. 
Hoy 3 de Febrero, fue la Batalla de San Lorenzo. 
La estrategia y el mando del General San Martín y de su capitán Justo Bermúdez,  hacen mella en los Realistas en menos de media hora, que se ven arrasados y derrotados. 
En esta Batalla amanece y se sostiene como héroe Juan Bautista Cabral, quien recibió la ¿lanza? que iba para el General. Pero quien le dio esa posibilidad al Sargento fue el Granadero Juan Bautista Baigorria, un puntano aguerrido que mató al realista verdugo del General, quien continuó peleando las guerras de la independencia hasta 1818.
Pero no fueron los únicos. Aparecen silenciosos muchos caídos en batalla: "Héroes" (anónimos) como diría Richard Coleman parafraseando a David Bowie. 
Entonces es bueno levantar mantos mudos. Caídos, pero no vencidos. Ellos fueron:
Juanario Luna, José Franco y Basilio Bustos de San Luis. Juan Bautista Cabral y Feliciano Silva de Corrientes, Ramón Saavedra y Blas Vargas de Santiago. Ramón Amador y Domingo Soriano de La Rioja. De córdoba José Márquez y Manuel Díaz. Juan Mateo Gelvez de BA. El español  Domingo Porteau y el chileno Julián Alzogaray. Y el capitán Bermúdez, quién  murió 14 días después
Seguimos cumpliendo Bicentenarios, salud!












Foto: Convento San Carlos, San Lorenzo, Santa Fé (Fue ocupado por el General durante los días de la Batalla, el comedor fue el hospital)

Fuente de idea de publicación: Diario Página 12, Domingo 03/02/13; ps. 16 y 17



lunes, 21 de enero de 2013

Cerebros

Quién dijo que las plantas no tienen cerebros?                        
Es más probable encontrar poco o nada de cerebro en seres humanos. 
Personas que desaprenden a usarlo, que no les interesa o que simplemente les vino de adorno.
Cerebros llenos de ideas erróneas o atemporáneas.
Cerebros llenos de mentiras verdaderas y verdades mentirosas.
Cerebros vagos, que necesitan del viento para moverse al menos un poco.
Cerebros místicos, q crean significados tan propios terminan por perder conexión con la realidad.
Cerebros excesivos, veloces, que no dejan posibilidad de pausas para ver.
Cerebros mariposa, que duran apenas un día o alguno más, que son luego de ser gusano y antes de dejar de existir.
Cerebros injustos, despiadados, desplazados, infernales.
Las plantas no tienen cerebros, tal vez por ello esperamos tan poco de ellas. Que vivan, y si pueden que estén lindas y sí pueden que tengan flores y sí pueden aroma.
Y nada más.
Excepto que tenga un cerebro y peor si tiene cuatro.
Las plantas no tienen cerebros, o al menos, era lo que pensaba hasta hoy.

Foto: Cactus cerébrico, cultivado por mi madre.

lunes, 14 de enero de 2013

Mañanas

Es posible imaginar otras naturalezas, inclusive en medio de una ciudad ruidosa y un poco fea. La mañana, llena de colores, deja entrar el misterio de los rayos invisibles que disfrazados se  tiñen de verde.

martes, 8 de enero de 2013

Óxido










El hombre respira músculos laxos,
Mientras espera sentado el sudor del alma.
Indiscutibles plegarias que ruegan mentiras
Y simulan, vestidas de reyes.

Adiós, 
Adiós a la mentira inútil
Que encierra deseos
(Secretos)
Adiós
Anversos irreversibles
Que imploran ganancias
(Oxidadas)

La matriz encierra diversas palabras
Que se funden insatisfechas de bien
El árbol derrama sus hojas
Descansan en  sus nervaduras

Adiós,
Adiós a la mentira útil
Que encierra deseos
(Ruidosos)
Adiós,
Anversos reversibles
Que imploran pérdidas
(Oxidadas)

Los misterios del hombre vertebral
Inundan  la palabra innecesaria
Rezan incongruencias de colores
Invaden sus pensamientos

Adiós, 
Adiós a la mentira inútil
Que encierra deseos
(Descubiertos)
Adiós
Anversos irreversibles
Que imploran ganancias
(Muertas)

A propósito de las SAD

Estos últimos días, los clubes son parte de la disputa ideológica que tiñe esta previa de ballotage presidencial. Frente a la reaparición de...