martes, 27 de diciembre de 2011

Te extraño












Cómo te extraño, 
tan serena y siempre esperando.
Cómo te extraño, 
siempre dispuesta a responder mis deseos.
Cómo te extraño, 
convertida en mi ritual.
Ahora, sin vos, 
carezco 
de fantasías que se convierten en realidad.
de realidades que se convierten en fantasías.
Sentada, esperando que vuelvas 
imagino llenar de contenido mi vacío decir.
Te sigo esperando cada día.


(Mi PC está rota, la llevé a arreglar, 
el señor que la arregla demora su diagnóstico. 
Yo: sufro)

jueves, 24 de noviembre de 2011

Génesis y fracaso del CEND (Síntesis Brutal)



Tenía miedo de mostrar esa parte mía. Podría llamarse oscura o bien, débil.
Me propuse construir una imagen sobre mí misma.
Un día, mientras me miraba al espejo descubrí que la mirada de enojo tapaba la de duda. Ejercité el enojo.
Busqué entonces algunas maneras poco convencionales para sostener el enojo frente a algunas otras personas dudosas que hacían esfuerzos para sostener el enojo.
Así fue, que todos los que estratégicamente convertidos en miradas de enojo como resultado de evitar la mirada dudosa nos juntamos a pensar en cómo agrandar el grupo de gente que silenciosamente dudosa hacían creer la inexistencia de la duda en personas enojosas.
Como referente del grupo estratégico de enojados ex dudosos, me encargué de la convocatoria.
Cientos de postulantes se presentaron ansiosos y fueron seleccionados de acuerdo a sus niveles de miedo, enojo y duda.
Creamos el Club Enojados para Nada Dudosos (CEND) con cuotas y servicios adecuados a las necesidades mentirosas de los socios creyentes de su propio enojo.
La acumulación de nuestro principal recurso, el enojo, provocaban la imposibilidad de resolver los conflictos. Cuando comenzaban a surgir dudas de cómo realizar las actividades, éstas automáticamente se convertían en enojos.
No pudimos salvarlo. El CEND fracasó envuelto en un caos y con todos los miembros excesivamente enojados.


Hoy, paso mis días recorriendo las calles de la cuidad buscando sin motivo enojos.
La parte de mí oscura es cada vez más débil y viceversa.
De vez en cuando me cruzo con algún integrante de nuestro fracasado club.
Los miro, pero inmediatamente me enojo.


miércoles, 2 de noviembre de 2011

Dulce Noviembre

No sabes decir, ni mirar, ni mandar, ni hacer.
No podes seguir, no podes deshacer lo hecho.
Escucha solamente lo que voy a decir:
El león ruge por miedo. 
Y ya.

martes, 11 de octubre de 2011

Suena a canela. Huele a clave de sol.

Atención! Los invito mientras leen el texto, hacer click aquí y escuchar este bellísimo temita
UNISONO de Lea Aput











Tengo una canción guardada en un sobre color canela.
Por momentos,  abro la ventana para escuchar el lejano cantar de las guitarras.
Voy en busca del sobre y despacito lo espío.
Un sinnúmero de fusas y corcheas me golpean la cara, como despabilándome.
Comienzan  a salir melodías que me envuelven imprudentes.
El sobre, convertido en violonchelo grita cuerdas y abraza con su son a bailarinas flautas.
Canciones santas, enigmáticos tonos y semitonos.
Suena a canela. Huele a clave de sol.
El sobre mutante vuelve a convertirse en sobre para dejar caer desde su interior a los versos llorones que buscan hacer oír su voz.
Versos encarnados en labios rojos de dulces princesas que recitan poemas.
Versos tristes de amores prohibidos y perdidos.
El sinfín del baile armónico entrelaza los versos con música parecida al silencio.
La sonrisa de la palabra que imita misterios de oboes.
La misma canción, los mismos  versos  suenan  incansablemente en la tranquilidad de las manos que abrazan la belleza musical.
Por momentos, comienzo a cerrar el sobre y envuelvo en él  sones y versos.
Lo guardo entre algodones y cierro la ventana.
Tengo una canción guardada en un sobre.
Suena a canela. Huele a clave de sol.


miércoles, 7 de septiembre de 2011

Crecer

Crecer no significa ser grande
Hace tiempo que lo soy
y aún no crezco del todo
Me siento como brote
que quiere el sol cuidar
Y de repente, la hoja 
asoma indiscretamente.

Crecer no significa ser grande
Hace tiempo que esquivo
secretamente mi temor
Un día como hoy, de brote
ya soy la mitad
La otra, creció porque sí
convertida simplemente
en una llaga reveladora.


domingo, 4 de septiembre de 2011

Error de cálculo: Sentidos en el abismo













Un señor aplaude a una marioneta porque no le ve los hilos.
Aplaude hasta rabiar y enciende una bengala de alegría.
Inertes palabras que descubrieron el perdón y el misterio,
mientras las serpientes enredan personas llamativamente intachables.
Impúdico aire que respira el ser espeluznante que deja caer su gorda billetera en la cara de costillas con forma humana.
Error de cálculo: la misión del decir no es más que mentirle a los barriletes de la libertad.
Es imponer el miedo que atraviesa a la mentira y a la verdad con la intención de no entender cuál es cuál.

Un señor aplaude a otro, que habla tras una mesa y dice cosas trágicas.
Aplaude hasta que le duele y vomita inconsistencias.
Tristes llantos completan el cuadro de un teatro irreal,
mientras señores canosos y mujeres llenas de labios brindan con champagne.
Agotadora creencia de navegar en la verdad mentirosa que impone un corazón frío y un alma sin piedad.
Error de cálculo: el espejo devuelve un monstruo de veinte cabezas que inspira sonrisas al nadapoderoso.
Es disfrutar con las manos sucias de sangre dudosa que impulsan la creación de un sueño de estrellas estrelladas.

Un señor aplaude a una caravana de robots del pensamiento.
Aplaude hasta desfallecer y duerme profundamente.

Pero solo hasta vuelve a empezar.

lunes, 29 de agosto de 2011

"No comments" Entrevista exclusiva a Vagina Olga

Dedicado (sin ningún motivo claro) a Francisco Silke, a Marcos Fernández, a Diego Scarone y a Nicolás Sánchez. 


Por Yesica Subway
desde Londres

Durante muchos años tuve la ilusión de ir a Londres. Debo ser agradecida con la  revista “POTOS” que me contrató llamativamente para hacer esta nota.
Así es como arribé a esta bella, histórica y multicultural ciudad para buscar a  nuestra entrevistada.
Apenas bajé del avión nos esperaba un señor con un cartelito en inglés que decía: Y. Subway. En un principio dudé en acercarme por dos motivos: según me comentaron los que saben inglés, mi apellido tiene un significado concreto: subte. Por lo tanto, el cartel podría simplemente ser un indicativo vial. Por otro lado nada decían de Yonne, un Caniche Toy, mi compañía en la travesía londinense. Como imaginarán, no salgo de casa sin mi mascota. Más allá de mis estudios (soy Licenciada en Viajes Eternos especializada en Transporte Público Subdesarrollado), entiendo que para poder desempeñar una tarea adecuada es necesario sentir el calor de los seres queridos. Es por ello que puse como condición para el viaje la presencia de mi bebé que es mi único amor luego de la separación con Charly García allá por fines de los ochenta. Tengo la impresión que me estoy desviando del meollo de esta nota contándoles cosas que no vienen al caso. Pido mis disculpas y vuelvo a la bella ciudad que nos compete.
Londres me impacto por su orden y su gran cantidad de gente. Nublado, lluvioso y brumoso con pequeñas gotitas molestas como en las películas. El Támesis, el Big Ben y el Palacio de Buckingham. El tránsito, sus autos, sus colectivos rojos, sus negros taxis y los peatones. La alegría fue adentrarme en los secretos del transporte público de la ciudad y para ello me entrevisté con ingenieros durante los primeros dos días. Saqué conclusiones impresionantes que serán recopiladas en mi próximo libro: “Londres, lo púdico y púvico de un transporte público sin errores”.
Una vez finalizada mi tarea académica, comencé a rastrear a mi entrevistada. Diversas fuentes me enviaron datos y junto con Yonne salimos a la caza Vagina Olga.

Un poco de historia
Su real nombre es Mary Staton. Nació en 1968 en Houslow una ciudad cercana a Londres. Hija de un camionero y de un ama de casa, vivió su infancia plagada de felicidad y amor. Sus hermanos (varones) se encargaron de cuidar a su pequeña niña de día y de noche.
A los 14 años, siempre rodeada de sus hermanos y de los amigos de sus hermanos comenzó a observarse bella y entendió lo que despertaba en todos los niños, adolescentes y adultos de la ciudad de Houslow. Es así como comienza a utilizar su agraciada belleza para lograr cosas. Pasó los primeros años de la escuela prácticamente sin estudiar ya que sus compañeros por una sola mirada le hacían los deberes y las pruebas, y sus profesores evitan darse cuenta de lo ocurría cada vez que Mary les decía “por favor”.
La vida familiar sin embargo sufrió un colapso económico cuando Mary cumplió los dieciocho. El padre chocó con el camión y quedó en silla de ruedas. La pensión por invalidez había sido suspendida en caso de poseer hombres mayores de edad. Era el caso de los Stanton. Es por ello que dependían de John y de Random para el ingreso familiar.
Lamentablemente, ambos hermanos se dedicaron al alcohol y a la estafa por lo que al año del accidente la familia quedaba en la calle. Fue allí cuando Mary decidió no estudiar en la universidad y comenzar a trabajar para sostener a su padre lisiado y a su madre abnegada.
La agraciada belleza hizo que comenzara a modelar para una casa de ropa interior. Así en dos años, Mary, hacía publicidades para muchas marcas importantes y estaba en todas las marquesinas de Londres. Su descubridor, Anthony MacBanton comentaba en una nota de la revista The Moon “Mary era tan bella, tan atractiva… todos nos quedábamos mudos cuando sonreía… era como si un ángel bajara en ese momento para llevarnos al cielo”…  y además “estaba seguro que llegaría a ser una estrella decente, lástima lo que pasó después”.
Como adelanta Anthony, a los veintitrés años, agotada de ser el sostén de una familia que no hacían más que usufructuarla, deja de pasarles dinero a sus hermanos y a sus padres. En un acto de enojo sin precedentes su hermano Random va al departamento en donde Mary vivía con su novia Paola Inster y comienza a golpearla ferozmente. Luego de dejarla inconsciente la traslada a la casa familiar y queda secuestrada por su propia familia durante meses. Mal alimentada y golpeada sufre una deficiencia respiratoria que la obliga a internarse. Un juez de oficio y basado en rumores públicos se acerca a la clínica y logra una declaración de Mary. La causa le permite a nuestra entrevistada no volver con su familia y una restricción para que la misma se acerque a ella.
Sin embargo, las consecuencias para ella fueron terribles. No sólo nunca más volvió a tener la belleza que irradiaba sino que a partir de éste hecho comenzó su carrera de excesos.
A los treinta años, era una reconocida estrella porno famosa en teatro y el cine. Fue la fundadora de “Treatporn”, el primer teatro con show explícitos en la parte sur de Londres. Para sus espectáculos eligió el nombre artístico como la conocemos hoy y que la iba a lanzar al estrellato porno: Vagina Olga. Según fue publicado en un diario local en una entrevista que le realizaron en mayo de 1999, se puso Olga en honor a su madre que se llama Olga Rainer y como mártir de los hombres de la familia, ella guardaba un buen recuerdo. En la misma nota justifica su otro nombre “Decidí ponerme Vagina ya que es en lo único que siempre pude confiar. No sólo me abrió puertas en mi vida anterior, sino que ahora es mi medio de vida. Sin ella no sería nada.”
Hoy al borde de sus 44 años, corroída por las drogas y una vida de excesos, vive una pequeña finca histórica con sus dos amantes. Lorin Mintbar y Lorenzo Díaz. Durante el año próximo estrenará su decimonovena película “Hot sex in the front of my pussy” y continúa por quinto año consecutivo con el musical porno “Fucks me in the library” con música de Mick Jagger.

El encuentro
Su vida me parecía de lo más interesante aunque a juzgar por mi especialización como escritora no entendía demasiado porque me habían mandado a hacer la nota a mí.
Yonne y yo llegamos al bar en donde solía desayunar la “Porno Star” con la intención de que nos responda algunas preguntitas. Estaba sentada en una mesa con su cabellera rubia y larga. Sus uñas pintadas de rojo carmín que sobresalían unos centímetros de sus dedos. Pintada delicadamente, las líneas de la cara marcaban el paso del tiempo. Su mirada triste pero segura invadía el bar. No era fácil sacar los ojos de ella. Llevaba su taza a la boca mientras miraba al horizonte pensando.
Pasaron unos diez minutos cuando se paró, se puso su saco blanco y se dirigió a la puerta. Yonne y yo nos quedamos justo del otro lado para frenarla cuando saliera. De pronto la tuvimos frente nuestro. Era alta. Ella, miró a mi Caniche y luego me miró a mí. Tenía el grabadorcito digital en la mano y cuando ella lo vio me puso cara de pocos amigos. Intenté preguntarle algo pero recordé que no sabía inglés, entonces logré mi entrevista. Ella me dijo: “No comments”.

Sabía que iba a ser difícil cumplir con la revista POTOS. Querían poner la nota en tapa. Telefoneé a la redacción para comentarles el resultado de mi entrevista. No quedaron satisfechos, de hecho rechazaron enviarme el pasaje de vuelta. 
Hace tres semanas que estoy en Londres y aprovecho mis días investigando el transporte y escribiendo mi libro. Yonne está bastante molesto con la pieza que logramos alquilar, pero sobre todo que no puedo comprarle alimento ya que está muy caro. Ahora come arroz conmigo gracias al trabajo temporario en donde vendo boletos en la estación Gloucester Road de la Línea Circle. Esperamos volver a la argentina en un par de meses, justo a editar mi libro.
A Vagina Olga la fuimos a ver al teatro. Me dejaron entrar con Yonne y la verdad es que el show nos encantó.


Fotos 1 : Yéssica Subway, Licenciada en Viajes Eternos autora del libro "Estoy harta de viajar al pedo para todos lados" ("I´m a fucking stupid traveller), New Yersey, 2009
Foto 2 : Estación de subtes de la Línea Circle: Glaucester Road

Aclaración: Dado el alto contenido erótico de las fotos de Vagina Olga, omitimos su publicación. En caso de solicitarlas comunicarse con Yéssica por mail: yessicasubway@gmail.com 


sábado, 27 de agosto de 2011

Lo digo solamente una vez



Tan sencillo como ésto (lo digo solamente una vez y luego vuelve a ser secreto):
Lo que les falta entender es que con sólo simular que se hace lo que una quiere, tienen el mundo a sus pies.

sábado, 20 de agosto de 2011

Lorena y Lorena


Eran dos mujeres
Lorena escuchaba  canciones,
Lorena  era sorda.
Las mismas costumbres.
Lorena no podía decidir,
Lorena  tenía todo decidido.
Las mismas amigas.
Lorena no las soportaba,
Lorena no las escuchaba.
Los mismos ojos.
Lorena los pintaba de rosa,
Lorena de verde.

Eran una mujer.
Lorena y Lorena,
caminaban por la tarde,
tejían al crochet,
leían a Cortázar,
tenían miedo,
decían mentiras,
descubrían tesoros escondidos,
escupían carozos de duraznos,
aprendían matemática,
olvidaban cumpleaños,
inspiraban respeto.

No eran dos, no era una
Lorena y Lorena,
Se miraban al espejo,
se odiaban,
se amaban,
se perdían,
se culpaban,
insultaban en voz alta
en voz baja
imitaban bailarinas,
cocinaban lasañas.


Mujer Lorena.
Lorena Mujer.
No era una.
Ni eran dos.

Foto extraída de: www.rombolunatico.blogspot.com

viernes, 12 de agosto de 2011

Agotamiento

Hay un señor que esta preocupado por la distancia.
Hay otro señor que esta preocupado por la distancia.
¿Qué pasó?
Es que en la primaria siempre fueron los más petizos.

sábado, 6 de agosto de 2011

Presentismo descontado

Espero la salida del sol pero faltan dieciocho minutos para que ocurra. Estoy pensando en que hacer mientras llega. Acostada, miro el techo del dormitorio. Hace frío. Sólo dejo salir de las sábanas mi nariz y mis ojos.
Ahora son dieciséis y sigo sin saber que hacer con ellos. Muchas veces me despierto un rato antes que salga el sol. Cuando me pasa (como ahora), lo considero dudoso. Trato de entender cuál es el factor que incita que mi cuerpo a despertarse. Pienso y pasan dos minutos más.
Los catorce me parecen más accesibles entonces le pido a mi pensamiento que descarte la duda a cerca de mi cuerpo. Es necesario que haga algo para no quedarme dormida. Puedo imaginar una historia y dedicarme a ella los doce minutos que quedan. Pienso en una mujer viejita que teje al lado de la chimenea mientras silva canciones que le cantaba su padre cuando era chiquita. La veo estática, concluyo que la imagen es una foto, no una historia. Al menos pasaron dos minutos más.
Otra historia me impongo imaginar. Un niño en colores sepia tiene un delantal blanco que pasea contento por Plaza Irlanda se encuentra un paquetito azul (en azul sepia) y tiene una tarjetita que dice  “Cuando lo abras, abrirás mi corazón”. Cursi. Cursi el sepia, cursi la tarjetita. Desisto de esta historia y quedan ocho minutos.
Me agoto de imaginar, entonces empiezo a mirar cosas fijamente a ver si se mueven. A la derecha hay una foto de mi abuela Martha. (La miro fijo) Empieza a moverse su imagen, se convierten en dos Marthas, luego es una toda borrosa y sin forma. En fin, no es Martha, son mis ojos que mienten por el esfuerzo. No me sirve.
En poco tiempo sale el sol, tan solo en seis minutos. Y cuando sale puedo levantarme. Su presencia calma mi imposibilidad. El problema: Sino encuentro algo para pasar el tiempo, no pasa nunca. Entonces comienzo a sacarme las medias de lana. El pie derecho saca la media izquierda. Y al revés. La actividad física hace desaparecer dos minutos más. 
En breve podré levantarme. (¡al fin pasó el tiempo!) Puedo pensar en mi desayuno. Poner la pava en el fuego mientras bato mi café con dos cucharadas de azúcar y leche en polvo. Tostar pan lactal. Sacar de la heladera queso crema y mermelada.
Saborear mi desayuno hace que gane dos minutos más.
Va a sonar el despertador y va a salir el sol en exactamente dos minutos.
No falta nada.
Ahí comienzo a pensar diferente. El frío cada vez es más fuerte. La hendija de la persiana es cada vez más pequeña y mis deseos de desayuno desaparecen. Mi sábanas se trasforman cada vez más en brazos de ángeles.
Ya salió el sol y se esfumaron los dieciocho minutos Es el fin de la espera.
Pero así y todo, decido no levantarme. La espera, fue inútil. El pensamiento, fue inútil. Inclusive Martha lo fue. Hace demasiado frío, la mejor opción ahora es volverme a dormir.
Entonces lo hago. 

lunes, 1 de agosto de 2011

Tarjeta Limón (Con el ocho en la camiseta)

Jugaban con un equipito norteño.
El ocho corría por el lateral. Tomó la pelota luego del pase del número cinco. La recibió con su pierna menos hábil, la derecha. La paró con la parte lateral del empeine. Quedó mansa, quietita, como esperando alguna decisión.
En dos segundos su mente hizo un panorama del campo de juego. Rivales demasiado cerca. Dos en al costado del círculo central, otro frente a él. Había dos más, bien pegados a la línea lateral. El diez que recién había entrado  hacía señas por encima de su cabeza mientras venían a sacarlo de la soledad el cinco y el tres que desesperados en sus expresiones se insinuaban destinatarios del pase.
Todo coqueteaba con la desesperación alrededor de él y sintió unas ganas enormes de correr.
Tanto caos de principiantes, y él que hacía años que sentía esa camiseta.
Era él, que había sabido llevar el equipo en los malos momentos. A quién la gente coreaba el apellido, a quién los periodistas amaban por su constante buena predisposición.
El, que rebalsando de experiencia debía soportar jóvenes estrellas estrelladas que de manera efímera se creían los reyes del mundo. Y era además un padre de familia que, con su primera buena cantidad de dinero, había comprado la casa donde vivían felices y sin problemas económicos.
Fue así, en esos dos segundos, en que decidió negarle la colaboración a  tanto jugador excesivo, a tanta pantomima y a tanto nervio sin sentido.
Agarró la pelota entre sus piernas y comenzó a correr. Esquivó al que salió a achicarlo de frente y luego a los dos que salieron a cortarlo desde el círculo central y mientras el diez seguía haciendo señas para que se la pase, continuaba con la seguridad de que sería la única persona en lograr el triunfo.
Continuó su carrera con pelota. Lo seguían compañeros y rivales desde atrás. Su cabeza alta relojeaba la pelota de vez en cuando. Y vio a lo lejos el arco y la red. Y vio al arquerito que comenzaba a prepararse para adivinar la jugada.  Imaginó patear la redonda de zurda desde esa larga distancia.
Imaginó la pegada, la pelota y la curva que haría en el aire clavándose en el ángulo que formaban el palo y el travesaño. Imaginaba luego una corrida loca, corrida de ocho, desesperadamente hacia la tribuna que gritaba rebosando de alegría su apellido, mientras él en secreto se acordaba del viejo que había creído siempre en él. Y en la vieja que amasaba pastelitos los domingos para llevar a la cancha. Y en sus hijos, futuros futbolistas y cracs y en su mujer que tanto lo acompañaba. Y en la gente, que los seguía a todos lados en días calurosos, con lluvia, tormentas, con frío. Acá y en cualquier parte del país. Y en los dirigentes que seguían confiando en él. Él, el ocho, convirtiendo el gol más espectacular de los últimos años.
Pero cuando estaba en la cima de sus pensamientos sintió un ruido a esfuerzo cerca de él y de pronto un botín que le golpeaba increíblemente fuerte en su gemelo derecho. Y sintió su caer mientras un dolor indescriptible puso en blanco todo su pensar.
Cayó. Con todo el peso de su cuerpo y el de sus pensamientos al césped.
Escuchó el sonido lejano del silbato y sumido en la tristeza más profunda cerró los ojos. No iba a levantarse más.

Se escuchaba en la esquina de Michelini y San José a un periodista que decía por la radio…”extraordinario fau, es para tarjeta limón… y creo que me quedo corto”.

jueves, 28 de julio de 2011

Helacop (Parte II)

Una mañana antes de salir para el trabajo, vino el chico de super con otro pedido. Esta vez era manteca. Veinte panes de manteca de primera marca. Ahora sí un poco más preocupado, le pregunto al chico de cuándo era el pedido, pero lamentablemente él no supo contestarme. “Llame al 0800 amigo, yo sólo entrego pedidos”.
Lo vinculé con la llegada próxima de cumpleaños. Sin embargo me hizo dudar.
Al otro día me trajeron verduras a granel y yogures. Y así, todos los días me traían algo. Yo los ubicaba lo mejor que podía pero ya no tenía lugar. Pero el colmo fue un domingo por la tarde. Mientras miraba un partido, golpea la puerta el muchacho con cuatro grandes bolsas. Eran de queso crema y paleta sandwichera. ¡Cuatro bolsas! Acepté el pedido pero le dije que por favor me llamen antes de traerme los pedidos. “Tiene que llamar al 0800, amigo, yo sólo hago entregas”.
Inmediatamente llamé al número telefónico y me atendió una señorita que me explicó que ella no podía hacer nada ya que la configuración de la heladera era quién autorizaba los pedidos y que las bajas debían hacerse desde la misma heladera. “indique en el display de su heladera el ícono aprobar pedido antes de mandar y listo. Gracias por comunicarse con nosotros señor, que tenga usted un muy buen día”.
Inmediatamente corrí a la ella y abrí la tapita donde estaban los controladores y para mi sorpresa no andaban. No funcionaba y tenía una pequeña leyenda que decía: “No display”.
No tenía entonces más opciones que desenchufarla hasta que pudiera pedir un técnico de la marca. Habrá sido el rayo, pensé.
La desenchufé. Dejó de funcionar, que tranquilidad. Me fui al sillón a seguir viendo el partido pero al darme vuelta comenzó a funcionar nuevamente. No lo podía creer, no sólo era inteligente sino que tenía voluntad propia. Me paré frente a ella y miré para los dos costados. “Deja de funcionar que ya no puedo casi pagar la tarjeta ni tengo lugar para guardar más cosas. ¡Deja de funcionar!” Volví a mirar para los costados y sentí vergüenza de lo que había hecho. Todo esto es una estupidez.
Al otro día todo pareció solucionarse y viví nuevamente un día calmo. Pero era la calma que precede al huracán.
Sólo duró un día su calma, luego comenzó a mandar mails cada dos horas, porque cada tres venía el muchacho del supermercado con un pedido distinto. Desesperado y lleno de impotencia me encontraba. Caminaba alrededor de esa heladera desenchufada. La miraba de arriba abajo. Traté de abrirla, pero no pude. Traté de abrirla nuevamente y tampoco me dejó. Me agarré a su manija y puse unos de mis pies de costado para hacer palanca, pero todo fue infructuoso. El timbre seguía sonando, eran pedidos con productos cada vez más caros, salsas varias, tortas de chocolate, quesos franceses y embutidos alemanes. Todo llegaba cada tres horas y yo recibía cada vez más desesperado. Iba al baño y me lavaba la cara, tenía miedo que fuera un sueño. Llegué a pegarme primero despacito y luego me pegué una fuerte cachetada que me lastimó seriamente.
Agotado a eso de las diez de la noche me metí en la ducha. Mi cocina estaba lleno de bolsas con comida y productos perdiendo la cadena de frío. En la mesada, en la mesa, sobre la cocina y sobre el piso.
Mientras me bañaba buscaba una solución, me desesperaba terriblemente mi tarjeta de crédito que debía estar por explotar y me desesperaba detenerla. Quería detenerla de cualquier manera. Entonces fue cuando comencé a pensar en romperle la computadorita. Agarrar un palo y aplastar a la infame de cualquier manera. Sí, esa era la solución. Salí del baño y la espié. Tan blanca, tan útil, tanto me había conocido. Me sentía destruido emocionalmente. Le había entregado a ella mis secretos más secretos a cerca de mis costumbres alimenticias. Qué esta pasando, qué era lo que estaba pasando, por favor.
No tuve fuerzas para romperla, caí rendido en mi cama hasta el otro día.
Me despertó el timbre. Era el chico del supermercado con una cantidad enorme de bolsas. Todo esto continuaba, todo esto era verdad. Acepté el pedido lleno de leches descremadas. Llamé al trabajo y dije que estaba enfermo que no podría ir. Luego, tranquilamente me acerqué a la heladera. Poco a poco la fui tocando hasta llegar al botón del hielo. Lo apreté y comenzó a lanzar cubitos. Uno, dos, tres. Cada vez los lanzaba con más fuerza y con más velocidad. Chocaban con las paredes, con la cocina y con la mesa. Apreté nuevamente el botón para apagarla pero nunca se detuvo. Seguía lanzando hielo para todos lados. Salí corriendo al patiecito y fui a buscar algo para golpearla. Desesperado entré a los gritos. “Basta elemento inútil, ¡basta de hacer lo que querés!, ¿quién te crees que sos?, te odio heladera idiota, me querés destruir y no te voy a dejar instrumento del demonio.” Y con el palo le pegaba a los hielos que volaban por la cocina. Me resbalé con el agua derretida y con los yogures que estaban por todo el piso. Caí con el hombro en el piso. Me levanté como pude y cuando estaba por pegarle al display abrió impunemente el freezer y me golpeó certeramente en la cabeza. Caí boca arriba y perdí el sentido.
Cuando me desperté estaba sonando el timbre y era el chico del supermercado con un enorme pedido. Le grité que se fuera, desesperado. “Andate de acá, no ves que no quiero nada mas, no ves que no puedo más, no ves que ELLA es la que pide… decile a tu jefe, nene, que basta, que deje de mandar los pedidos porque sino los voy a reventar, los voy a reventar a todos… ¿me oíste inútil?, ¿me oíste?”
El muchacho se metió en su camioneta pero no se fue. Cerré de un portazo y volví para la cocina, volví a verla a ella. La que estaba provocando mi mayor desgracia. Chorreaba sangre, estaba lastimado pero ya no me acordaba cómo. Volví a agarrar el palo y empecé a golpearla una y otra vez. Una y otra vez. Golpeaba el display mientras me resbalaba con la leche del piso, y me levantaba y le volvía a pegar en cada parte de esa maldita heladera infame. Una y otra vez me caía, una y otra vez me levantaba y una y otra vez le pegaba con el palo. Perdí todas las fuerzas que tenía. Estaba lleno de sangre y leche por todo el cuerpo, agitado, desesperado. Quería aniquilarla, destruirla, que desapareciera de mi vida.
Mientras golpeaba, lloraba. Lloraba y la golpeaba hasta que quede quieto, en ese piso mirando la heladera abollada. Y me dormí.
No sé si pasaron horas o días. Cuando abrí los ojos nuevamente todo estaba como lo había dejado. Todo sucio y ella abollada mirándome a los ojos.
Me senté exhausto y miré el caos a mi alrededor. Me había costado demasiado acabar con la rebeldía, pero lo había logrado. Ese electrodoméstico no había podido ganarme y lo vencí a pesar de que conocía todos mis secretos más secretos. Volvía a mirarla con la satisfacción del ganador. Me levanté como pude, la cara me dolía y en el espejo no reconocía siquiera mi cara. .
Llegaba la hora de deshacerme de ella, pero justo en ese instante, tocaron el timbre. Entonces volví a mirarla. Era el muchacho del supermercado.
Entonces ella, desafiante, encendió y apagó su display para dejarme algo bien claro: esto no había terminado aún.

martes, 26 de julio de 2011

Helacop (Parte I)



a Stella Muñiz Fernandez, por incitarme a comprar una heladera tecnológica.


Yo solía vivir tranquilo. Convengamos que nunca estuve demasiado holgado económicamente, pero creo que zafaba. Podía comprarme las cosas que necesitaba y año por medio me hacía un viajecito al interior en las vacaciones de verano. Tampoco me hacía demasiado problema en las épocas de vacas flacas. Un tipo calmo, sin demasiados problemas. Diría que era relativamente feliz. Sin embargo, todo cambió después de esa maldita fiesta del trabajo. Cómo olvidarlo. Era 19 de diciembre… cómo olvidarlo.
Las fiestas de fin de año laborales son un desahogo anual. Ver a los jefes descontracturados y algo bebidos. Nos saludamos todos, sin distinción de clases sociales en la jerarquía empresarial. Se baila, se come y se bebe a destajo. Y el condimento especial: sorteo de electrodomésticos.
Comenzaron alrededor de las dos de mañana. El animador (un tipo de la tele venido a menos que anima fiestas de multinacionales) comenzó a sacar los numeritos de una improvisada bolsa. Había todo tipo de electrodomésticos y comenzaron a ganarlos. Luisa de administración sacó la vaporiera, Rosa una aspiradora, Raúl (el vendedor estrella) un LCD de 32”. Yo tenía mi número entre los dedos. Lo arrollaba y lo desenrollaba con la seguridad que ganar no era para mí. Si embargo, en un momento, el animador grita el número veinticinco….¡25! ese era mi número… Perplejo por el triunfo y algo nervioso de pasar al frente comencé a gritar ¡YO! ¡YO! Y salí disparado para el improvisado escenario.
Me gané una heladera y ese fue el comienzo de mi fin.
La noche terminó muy tarde y aproveché la felicidad de mi triunfo para brindar infinitas veces con el que se me cruzaba. A eso de las 5 de la mañana aterricé en mi cama, abrazado al boucher de la heladera.
Al sábado próximo pasé por la casa de electrodomésticos para retirar mi premio, un vendedor vestido con uniforme y peinado prolijamente, me recibió cálidamente y luego de hacerme un par de chistes sobre mi suerte, me llevó a conocer la heladera.
“Lo que usted se ganó, querido amigo, es una de las maravillas tecnológicas más impresionantes de lo que va del siglo. No sólo es una heladera, es mucho más que eso. Usted se va a llevar una heladera inteligente. Y si le digo inteligente es porque realmente lo es, de eso esté seguro. Para comenzar, debo decirle que tiene un panel digital externo que le indica diversas variables. En primer lugar tiene la temperatura que podrá regularla con éste botoncito aquí a su derecha. El botón azul corresponde a la temperatura del freezer. En el panel digital usted puede observar que se indica el valor correspondiente. Además, tiene aquí a la derecha un expendedor de agua y de hielo. Usted la programa con el botoncito de la izquierda para lograr la cantidad de desea servirse. Además, viene para su comodidad un juego de tres vasos de distinto tamaño para el agua y dos recipientes para el hielo. Pero eso no es todo amigo, además el panel digital contiene un servicio digno de una computadora personal. Si usted abre ésta tapita de aquí, observará que tiene dos botones. Con el derecho puede actualizar las noticias del día y puede usted cambiarlo al canal de Internet al que usted esté acostumbrado. Y el otro botón de por aquí, es el que le va a cambiar la vida, mi querido amigo. Es el botón de la felicidad. Esta heladera cuenta con la capacidad de verificar el alimento que contiene su heladera y en la medida que usted vaya agotando las provisiones, envía un e-mail a su supermercado (que podrá seleccionarlo con en éste ícono) para que le envíe directamente sus compra. Por lo tanto, usted dejará de pensar en las compras, de sufrir el olvido de algún tipo de producto y simplemente tendrá una heladera que lo despojará a usted de toda responsabilidad. Se lo digo ahora y se lo repito, usted está llevando más que una heladera amigo, usted está llevándose una nueva vida.”
Imagínense ustedes lo que fue para mí escuchar semejante exposición. No podía creer que semejante evolución tecnológica fuera a formar parte de mi vida diaria. Adiós a las compras, adiós a tomar té sin leche porque olvidé de comprarla. Adiós a lista del supermercado, que siempre olvido llevar y cuando la llevo traigo la mitad. YO tendría una heladera inteligente y eso me llevó al extremo de la felicidad.
Los primeros días con mi nueva heladera fueron geniales, me tomó prácticamente una semana entender cómo ubicar cada cosa ya que cada lugar tenía un censor que se comunicaba directamente con el computadorita. Además, la configuración de las temperaturas y la carga de mi supermercado amigo. Tuve que registrarme en el icono del sector “virtual” y para lograr evitar problemas cargué el número de mi tarjeta de crédito para hacer los pagos. La ventaja de todo esto (además de la propia heladera) fue que por compra virtual tenía 20% de descuento todos los días.
Durante la segunda semana me olvidé un poco de los beneficios porque ya había comprado todo y tenía la heladera bien cargadita.
A partir de la tercera semana comenzó el trabajo de mi electrodoméstico. Una tardecita mientras tomaba un mate cocido luego de un agotador día de trabajo, suena el timbre y un señor vestido de uniforme me baja de la camioneta una bolsa de supermercado. Impactado, agradezco su servicio. Esto sí que era una maravilla. Abrí la bolsa y observé varias cosas que había estado consumiendo estas dos últimas semanas. Guardé todos los productos en sus respectivos lugares y extasiado de alegría me abrí un vino Malbec. Esto sí que era vida, alguien más se ocupaba por mí de hacer las compras y encima no me lo reprochaba. ¿Qué más podía pedir?
Las semanas subsiguientes fueron parecidas, el muchacho del supermercado me traía las cosas y yo le dejaba unos pesos de propina. Todo seguía calmo como antes, pero ahora podía ocupar el tiempo haciendo otras actividades.
Una noche mientras dormía, me levantaron los truenos y los relámpagos. Qué tormenta, pensé. Y casi sin demora me fui directo a la heladera para desenchufarla. No sea cosa que le pase algo a mi electrodoméstico estrella.
Cuando estaba a punto de desenchufarla, una fuerte explosión se produjo en el enchufe. Me alejé por miedo a electrocutarme. No lo podía creer… mi heladera… había explotado mi heladera. Me había solucionado la vida, estaba tan emocionado con tenerla, tanto le había agradecido a mi empleador… Sutilmente me acerqué al enchufe y noté que no estaba quemado. La desenchufé y volví a enchufarla. Andaba. No podía creerlo, pero andaba. No sólo era una heladera inteligente sino que además era a prueba de rayos. ¡Que felicidad! pero que felicidad... Me fui a dormir satisfecho y lo hice sin despertarme por ocho horas más.
Los próximos días que vinieron fueron un tanto distintos. La heladera seguía andando maravillosamente bien, aunque una tarde vinieron del supermercado con un pedido de diez leches descremadas extra hierro. Cuando vi el pedido me llamó la atención, sin embargo había adquirido una confianza tan plena en ella que creí en su capacidad de observación e imagine que creyó necesario que comience yo a cuidarme un poco de las grasas. Y la verdad es que tenía razón, había aumentado unos kilitos estos últimos meses. El tema del calcio lo entendí por la edad. Es verdad, ya no era un pibe.

lunes, 18 de julio de 2011

Crónicas Uránicas - Día 4 "Aroma a Eucaliptus"


Hay lugares a los que nunca voy.
La colectora de General Paz, entre la Av. San Martín y Av. Constituyentes es un paseo  arbolado. Un camino con cielo verde.
Cuando uno se para en esa parte, siente que esta lejos de todo.
Hay un complejo de muchos edificios del lado de Capital.
Del otro lado, en Villa Martelli, está el I.N.T.I.
Y todo finaliza con el gran Inodoro de Porcel.
Ese lugar, al que nunca voy, es donde fui hoy.
 ¡Lindo día para hacer un asadito!
La lluvia, el viento y el frío asechaban mientras cruzaba General Paz hacia provincia, el puente peatonal. Cosa que tampoco había hecho jamás.
Encapuchada, con los pies algo mojados y peleando incansablemente con el viento que me tiraba gotitas congeladas de lluvia, comencé a sentir el aroma a Eucaliptos. Ese olor tan penetrante, tan natural, alto y misterioso.
Sus hojas, alargadas estaban por todo el piso y unas pelotitas cónicas que son fruto, se esparcían en cada paso que daba.
La lluvia le daba un marco de naturaleza viva y real que tanto me trasladó a otro mundo.
Un lugar secreto, al que nunca voy.


domingo, 17 de julio de 2011

Reflexión

Definir las nuevas ideas como instrumento de cambio no es desandar lo recorrido. Es observar sin miedo todo lo que finalmente fue inútil.
Tratar a esa inutilidad como motor de cambio.
Hablo de que algo llega a ser inútil cuando no sirve como recurso para ser quien uno cree y necesita ser. Para nada de algo no sirve.
Cuando la nueva idea emerge, las fuerzas de la vieja y la misma estructura personal y afectiva hacen que las pruebas para sostenerla estén a la orden del día.
Entonces ahí debe aparecer la convicción, la certeza que la voluntad de modificarse no debe caer.
Trabajar en creerse y en sostener la idea nueva que aparece.
Sin caprichos, con firmeza. Imaginar un yo despojado del yo inútil.
El secreto no es desandar lo hecho, ni golpearse la espalda culpándose por lo inútil. El secreto, es saberlo y dejarlo sin aire mientras tentamos a la nueva idea para que se desarrolle.

A propósito de las SAD

Estos últimos días, los clubes son parte de la disputa ideológica que tiñe esta previa de ballotage presidencial. Frente a la reaparición de...