lunes, 19 de julio de 2010

Saquen una hoja

Miradas llenas de ansiedad. Dudas y preguntas que son propias o ajenas.
Las hojas se sellan con el nombre del rey. Aquel que decide, basado en la injusticia, todas las injusticias que se van a ocurrir.
Se pide permiso para mirar mientras las biromes quieren vomitar letras inanimadas.
Es el temor de no encontrar aquella respuesta y la satisfacción de hacer lo que reyes pocas veces se permiten tan abiertamente.
Los ojos se van para los costados, espiando las caras de los otros y que sumidos en el corazón solitario, escriben palabras precisamente deseadas.
Los celulares como alarmas escupen sonidos sorpresivos en el silencio reinante.
Vuelven las miradas vacías o las llenas de conocimiento.
El punto exacto en donde hace conexión el desarrollo mental con la articulación de los dedos es donde la cara se transforma en brutalmente inexpresiva.
La unión precisa entre el saber y el poder provoca un túnel conector entre la memoria y la punta de los dedos. Es consecuencia de ello, perder cualquier conexión con el resto del cuerpo.
En el mientras tanto se producen ideas claras, confusas, ciertas o erróneas.
El proceso continúa hasta que el túnel conector se hace permeable y la conciencia lo penetra parcial o totalmente.
Es allí donde la mano se detiene a la espera de un nuevo momento de inconciencia corporal y del advenimiento tuneleano.
En ese preciso instante los ojos vuelven a tomar expresión inquisitiva, observan el alrededor el búsqueda de nuevas respuestas internas o externas.
La birome gira en las bocas, labios y baila sobre índices y anulares.
Otra vez, el ingreso de la mirada hacia el infinito, y luego como un huracán furioso, vuelve la conexión del túnel.
El proceso se iterando sucesivamente por largos minutos que nunca dejan de ser cortos.
El agotamiento, la certeza que todo está finalizado, la angustia de que no será lo que se imaginó ser y la unión de todo eso, provocan el fin.
La mano desgastada tanto como la neurona.
Como hormigas dejan sus pedacitos de hojas secas. Los seres complejos entregan uno a uno al rey su vivencia, dejando en ella sinergias y reducciones mentales.
Los silencios de las miradas se transforman en lugares vacíos, mientras las hojas vestidas con letras, esperan al rey.

A propósito de las SAD

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