sábado, 10 de abril de 2010

Leones

Era tan divertido enfrentar a los leones que de repente recordé aquellos segundos.
Tan insignificante me resulto la vida de aquellas pequeñas marañas de insectos que descorché una bota que no tenía sentido del ser.
Describí palabras alejada de una realidad imperiosa, con la necesidad de convertir la vorágine en árboles peremnes. Tal vez, el animal de los cabellos lacios me enseñe a no añorar las lágrimas perdidas y que no tienen sentido alguno.
Era tan divertido enfrentar a los leones que caminé con ellos durante meses, les dí de comer, los llene de bellos regalos, pero los dejaba solos a cada instante. Me parecía indispensable desarmar ilusiones, aunque sin querer (pero queriéndolo) animaba el rugido solitario.
Un gusano verde y viejo, emprendía la retirada del soldado derrotado, y en ese minuto de éxtasis, tan lleno de nada como del todo, se resolvían problemas de matemática que excedían el dos más dos.
Desoía la relación entre ambos signos, el real y el opuesto, entre el más y el menos.
Era tan divertido enfrentar a los leones que sumía mis miles de caras intentando satisfacer mi sed de agua gasificada con jugo de ciruela. Y sus pelajes envolvían mis latidos de manera indescriptible. Era uno que sumaba a dos y que se convertía en tres.
Cada paseo por las rejas de lo imposible, de lo inmensamente inconcebible retomaban silencios y deseos imaginados por un alma inquieta y opuesta a sí misma.
Era tan divertido enfrentar a los leones que mi piel dual escapaba a preguntas y se convertían en un ser sin respuestas, de forma que el sol inundaba la llanura de la vida pero daba calor al pasar de los días tranquilos.
Jamás descubrí aquel pedacito de estabilidad ni de equilibrio en una realidad eterna. Un ojo que enfrenta leones, los desea y tiene gran temor por encontrar en ellos solo carencias secretas.
No necesitamos y no necesito éstos leones divertidos, pero el enfrentamiento de mis innumerables caras tientan la sensación de que nada es tan parecido a una mandarina como un labio hinchado de dudas.
Era tan divertido enfrentar a los leones que me senté a contemplarlos.
Era un secreto a voces eso de los caminos, era un secreto en silencio eso de las melenas.
Foto: el Rey de la selva

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