jueves, 11 de marzo de 2010

Pelota Nº 5

Catamarca como destino nos es lo más común que digamos. Es claro que bajo ningún concepto uno decide irse “unos días a Catamarca” como lo haría con Villa Gesell, Capilla del Monte o las Termas de Federación.
De la misma manera uno no piensa en fútbol cuando habla de tan bella provincia. Imaginamos que estará cerca del Mountain Bike o del Rally o bien le creeríamos a un fulano que nos dijera que se practica Badminton o Squash habitualmente.
Sin embargo, en mis caminos por estas tierras, he recolectado refutaciones a mi preconcepto. Vale destacar que no lo tenía (digo, el preconcepto) hasta que no me enfrenté con hechos que me lo hicieron ver.
La ciudad de Belén se encuentra en medio de la provincia, rodeada de una cadena montañosa denominadas “Sierras de Belén”. La ciudad cuenta con trescientos cincuenta años de edad aproximadamente y esta a pocos kilómetros de Londres. Esta última se jacta de sumar la cantidad de cuatrocientos cincuenta y dos años de edad y se dice la segunda ciudad Argentina en existir. Fundada y refundada varias veces, debe su nombre a María Tudor, Reina de Inglaterra (hija de Enrique VII y Catalina de Aragón) por haberse casado en 1555 con Juan Pérez de Zurita (luego Felipe II al morir su padre Carlos V) y quién fue fundador de la ciudad a orillas del río Quimivil.
Ambas ciudades, pueden ser apreciadas desde las alturas de un cerro que tiene como techo la Virgen de Belén y una gruta que le sirve de manto.
Teniendo todo un domingo a mi disposición decidí subir el cerro para observar la inmensidad de los años acumulados. Me puse las zapatillas pero olvidé llevarme agua para hidratarme (consecuencia sin dudas, de una vida completamente sedentaria como la mía que expresa la poca experiencia en escalar montañas).
Caminé un kilómetro hasta la base, junté fuerzas y comenzó mi ascenso. Creo que desde el Uritorco que no me costaba tanto subir un cerro. En los primeros metros comienzo a escuchar a lo lejos algo así como un sonido alto de un relato. Es una de mis tantas paradas para juntar fuerzas comienzo a descifrar lo que escuchaba. Era una “voz del estadio” que mezclado con un animador de fiestas insistía en contarles a los presentes (y a los ausentes) que se estaba por llevar a cabo un partido. Al oír esto, me detuve a intentar divisar de donde provenía la voz. A lo lejos entonces vi las tribunitas de una cancha con algo de gente salpicándola. La voz me contó entonces que “juegan hoooooy…. Por el torneo provincial de Catamarca…. Peñarol de Belén versus Chacarita de Santa María…” Una sonrisa se desplegó en mi cara y pensé cuatro cosas. 1) ¡Qué bárbaro! había un campeonato provincial (ahí me topé con el preconcepto) 2) ¡Qué loco! Se jugaba fútbol en Catamarca (ahí el preconcepto me pegó una cachetada) 3) ¿Cómo era posible que estando tan lejos escuche la voz del estadio? 4) ¿Era necesario un volumen tan alto para una cancha relativamente pequeña?
Pensamientos aparte, continué mi ascenso sorprendida por la revelación futbolera e intentando olvidar mi cansancio. Me impulsé por la belleza de lo que empezaba a visualizar y luego de un buen rato caminando logré llegar. Tuve algunos inconvenientes con la Virgen, debo reconocerlo. No la traté demasiado bien. Mis piernas poco acostumbradas y la falta de agua lograron ponerme de bastante mal humor que se plasmó en insultos y malos tratos. Le decía en voz alta: “¿porqué estás tan arriba? ¿Era necesario que la cima esté tan alta?” Cuando me faltaban unos metros, la miré y le dije: “no voy a ir hasta donde estás vos”. Y me quedé allí de espaldas a ella, pero mirando la belleza del lugar desde la casi cima. La canchita era un punto y no podía escuchar como iba el partido. Así surgió otro motivo para enojarme con la Virgen… “acá nunca te enterás de nada, querida… no siquiera como salieron Peñarol y Chacarita”.
Y me dispuse a bajar. No tenía agua y no se produjo ningún milagro como que brotara agua de las rocas sólo para hidratarme. (imaginé vagamente que era porque estaba realmente enojada conmigo por todo lo que le había dicho.. luego decidí que tenía más que ver con la poca importancia del momento como para merecer una milagro exclusivo para mí).
Bajé, era bastante más fácil que el camino contrario y a medida que llegaba empecé a oir nuevamente la voz del estadio que igualmente entusiasmado contaba la derrota del local 4 a 1 en manos de los de Chacarita.
Ya en el llano, emprendí camino hacia mi hábitat por esos días. Al llegar bebí indiscriminadamente agua y me quedé pensando en los milagros.
Jamás imaginé que mi compañía al subir un cerro en una ciudad catamarqueña, sea un partido de fútbol, pero así fue.
Y estuvo bien.

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