lunes, 19 de enero de 2009

No entiendo


¿Podés creer que me quedé sin shampoo?

¿Podés creer que fui a comprarme?

¿Podés creer que lo usé durante una semana?

¿Podés creer que por momentos pensaba lo grasoso que tenía el pelo?

¿Podés creer que era crema enjuague?

¿Podés creer que me lavaba con crema de enjuague y luego me ponía crema de enjuague?

¿Podés creer que jamás me di cuenta?

¿Podés creerlo?

viernes, 9 de enero de 2009

La mujer que no se animaba a volar

Cuando uno nunca ha volado, lo peor no es no hacerlo por miedo e imposibilidad. Lo peor es no plantearse la opción. Se acepta las justificaciones, pero no se acepta la pereza interna.
Los diciembres son raros para mí. El que pasó, lo fue. Me llevo cerca de tres días decidir volar. Creo que la motivación fue el vértigo. Y decidí volar. Y volé.
Estaba completamente segura de hacerlo, de entender la necesidad de plantearlo como posibilidad y posteriormente como hecho.
Me levante el 31, tome mi bolso y la mochila. Había rechazado ofrecimientos de aventón, era mi momento y de nadie más. Tomé el Sarmiento por dos estaciones, el 28, un colectivo veloz y luego un viaje cortito en el 33. En una hora estaba en aeroparque. Decidí bajarme antes, cerca de la pista y verla, como tantas veces la había visto sin que me despierte más inquietud que su simple mirada. Y caminé, caminé por la vereda mientras el río me miraba extrañado de mi sonrisa solitaria.
Mis pasos pesados tenían sabor a vértigo y las baldosas me sonreían complices.
Llegué temprano, mas vale esperar que correr me dije. Hice el check in y me fui al río. Ese río que antes me miraba, ahora me abrazaba con calidez. Saqué algunas fotos y esperé. Esperé el vértigo.
Doce y veinticinco salía mi vuelo. Un rato antes me acerqué hasta la puerta y me senté en el piso mirando por los enormes ventanales. Lloviznaba.
Entré por la puerta 7, pasé mis cosas por el scanner, y me miraba haciéndolo. Casi que no entendía que era yo. Caminé por las escaleras y subí al micro que te lleva al avión. No me senté, no era momento de hacerlo, era momento de verlo todo.
El avión me esperaba descansando sobre el cemento manchado de gotitas de lluvia. Subí la escalera y encontré mi lugar. Ventanilla, número 18A, el ala se asomaba a mis espaldas. Encendió motores, paseo como si fuera un auto en una calle, tomó velocidad y subió. Y subí. Y volé. Una lágrima se me escapó de mi enorme ojo izquierdo, era tan salada como podía. Su sabor se trasladaba a mi cuerpo en tensión de felicidad. Vértigo a lo que nunca había sido, a lo que nunca había imaginado. Vértigo a las limitaciones y a la pereza de la pasión y la razón.
Y paz, paz de ver el mundo desde otro ángulo, desde otra perspectiva. Paz de ver. Y de sentir. De sentir que las posibilidades son infinitas como el cielo celeste que me rodeaba sin respiro. Y las nubes, y las costas, y el océano. No dudé en comer refrigerio. No dudé.
Cerré los ojos tal vez por cansancio, tal vez era la pereza. Pero me tentaba la ventanita abierta que reflejaba el infinito. Cuadrados de colores verdes y marrones y los matices entre ambos.
Blancos y celestes.
El vuelo duró una hora y cincuenta minutos. Trelew el destino. Trelew la bajada y los bailes culpa del viento patagónico. Aterrizó, aterricé.
Levante mis cosas, las miré. Había llegado casi a destino.
Descender del avión produjo entender el hecho de haber subido. Hacía sólo dos horas que el río de La Plata me miraba con sonrisas, ahora charlaba en inglés con un belga que tampoco conocía la zona y se divertía conmigo bajo la sombra de un árbol escondidos del sol tan cercano agujero de la capa de ozono.
Llegué un año viejo y volé hacia un año nuevo. A las doce, brindé llena de gente maravillosamente desconocido o tal vez tan conocida como alguien puede ser.
Y llegué volando, dandome la posibilidad de volar, la opción.
Y no volví volando. Básicamente porque no conseguí vuelo.
Aunque ahora, pensandolo bien... no volví volando porque no se puede y porque simplemente no quiero volver ni volar para atrás.










Fotos: 1- Río de La Plata, el que mira y sonríe 2- Gabita en aeroparque 3- Trelew, luego del aterrizaje

A propósito de las SAD

Estos últimos días, los clubes son parte de la disputa ideológica que tiñe esta previa de ballotage presidencial. Frente a la reaparición de...