jueves, 24 de diciembre de 2009

A N V E R S O

La humedad envuelve el cuadro. El papel muestra los años transcurridos. Un oscuro subsuelo lleno de muebles viejos.
Son de la señora. De la vieja que un día decidió olvidar.
Al subsuelo.
A los muebles.
La pintura en los bordes insiste en no ser olvidada. Roto. Rotura.
Hay manchas de humedad sobre el dorso. Un ganchito oxidado y torcido. Marrones, negros y blancos. Los primeros de madera, los segundos de humedad y los otros de pintura añeja.
Los agujeros brotan de roturas marrones y de humedad de subsuelos. Es tiza sobre papel esa raya en la esquina. Veo su color. El color de una vida expuesta en el cuadro.
Mide cuarenta centímetros de ancho por setenta de alto. Veo los años y óxido.

No sé si es un cuadro.

La vieja está en el subsuelo lleno de muebles. Se deshizo del cuadro por miedo de volver a mirarse y encontrar la vida que ya se fue y que nunca volverá.
Está sentada en una silla, esa que años atrás se vestía con una tela bordó y con tachas doradas en el borde de la madera tallada.
El bordó es igual que el vestido rosa pastel que usa. Formal, entallado, llegándole a las rodillas. Su peinado es firme y la convierte en una mujer de mármol.
Es vieja, se llama vieja, quiero decirle vieja y está bien.
No me importa nominar a quién deja ir del subsuelo añejo un pedazo de vida ajada. Vieja, y lo repito.
Es mala y autoritaria. Con su vestido rosa intenta mermar su vida de miseria, sólo por creer que el rosa la hace feliz y bella.
Rosa para mentir.
Odia a su marido y que el sentimiento es mutuo. Humedad en el papel es su descripción, como la del cuadro marrón.

Tiemblo ahora de saber y confirmar el paso del tiempo, entonces abro los ojos para mirar mejor porque ahora quiero ver.

Y seguro que tiene hijos y que sufren, porque ella, vestida de rosa insiste en mandarlos a estudiar piano, a comprar pan y a rezar. Estudiar piano y comprar pan. Pan y rezar, rezar y piano. Comprar. Estudiar. Rezar. Ellos entonces van a comprar pan y a estudiar. Rezar. Y los lleva de la mano hasta la puerta de la capilla en donde el cura los espera con una sonrisa y los deja solos. Solos. Comprando pan y pianos, capillas. Rezar pianos y comprar pan. Pan de pianos, rezos de pan. Comprar, estudiar. Rezar de la mano. Solos. Solos de pan. Solos de piano. Piano. Pan. Manos. Rezar. Vieja maldita. ¡Maldita!
Y seguro uno de ellos, el más grande, toma la comunión, reza rosarios marrones y libritos llenos de mentiras; y compra pianos y reza; se peina (lo peina) una y otra vez para quedar prolijo (prolija), casi de mármol rosa, rosa para mentir, igual que su madre, la vieja infame que se peina (lo peina) y toma la comunión para quedar prolijo (prolija) una y otra vez. Infame vieja prolija.
Humedad es el sufrir de los hijos, el cuadro y los zapatos negros y los vestidos rosas y ahora otra vez el cuadro y los agujeros y los ganchos oxidados….

Cara y seca.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Sin Selección Natural (SSN)

De repente es todo o nada. Sumergirme en expedientes celestes y rosas durante largos ratos. Subirme en micros y visitar su interior.
Dos caras de una misma moneda. ¿Dólar? ¿Yen? ¿Peso? … No, claro que no, la moneda es el Zahir borgeano.
Si soplo un globo aparece una flor, si soplo un micro aparece un expediente.
Hormiga viajera, pasajera en trance, ratos nómades.
Levantarme con la cabeza en el destino. Destino incierto teñido de colores divertidos.
Se producen escalofríos en el humor. Estar inquieta. Ser caracol que lleva casa a cuestas. Casita sin ruedas (debería ponerle).
Y en esa casa la necesidad para el vivir nómada. La selección de opciones. No hablo de Malthus y su selección natural, pero sí de ESA que hace decidir cómo vivir las horas.
Una vez se inundó. Un termo enojado abnegó mi casa sin rueditas. Agua, como en Paraná y en Santa Fé, tan mojado como no lo está Córdoba. Qué injusticia la disparidad acuática, algo así como una prueba natural de la pésima distribución de la riqueza.
Muchas caras. Multitudes embanderadas en colores de Pachamama y azules de ciudades sojeras. Música e instrumentos unidos por menores (pormenores).
Dinosaurios sentados en mesas con olor a viejo de ciudades litorales y pampeanas. Defensores de la plusvalía y el crédito fácil para el que tiene. Algunos juegan a hacer y otros hacen. Posibilidades de reinsertar.
La bandera en monumento, el río, el mar, un chaleco de polar que indica pertenencia.
Extremos climáticos. Exceso de calor de mediodía o exceso de viento salado nocturno.
Pasto alto, decadencia de una historia que ya pasó. Pasto corto, de una historia que no quiere pasar (a pesar de la sopa de calabaza sosa tan penosa como el señor canoso intentando usufructuar una tasa de interés subsidiada).
Enseñar, lo poco que se sabe, lo limitado que se aprende.
Trenes que siguen una vía marcada por el cause de un río.
El mal humor coquetea con el bueno. Fluctúan. Se producen en el stop del paseo. Del paseo inmoral (relativamente inmoral).
El agua sigue su protagonismo a donde sea. Numerosos espejos en donde se refleja mi espalda y el caracol sin rueditas que se encuentra en medio de la explosión interna.
Shh. Hay un micro esperando por rosas y celestes. Tienen cara y expanden sus manos abrazándome sutilmente. No los extraño nada, nada. ¿Y ahora? Ahora subirme en ascensores otra vez.
Tomáte un jarabe para la tos papelística y sonreí, que de agua y micros no siempre se puede vivir, excepto que seas una hormiguita viajera.

martes, 17 de noviembre de 2009

Epitafio

Mi humedad envuelve al cuadro. No, no es así. No es el cuadro.
Sigo sin saber el porque de los agujeros en mi cuerpo que vienen de las roturas marrones y de la humedad que hay en éste subsuelo.
En el cuadro esta el papel que me muestra los años transcurridos. Estoy en el subsuelo lleno de muebles viejos que pertenecieron a una señora que allí los dejó, pero luego los olvidó. Igual que a mí.
¿Será tiza sobre el papel esa raya en la esquina? ¿Será ese el color original o una vida mentirosa?
Pinto mis bordes porque no quiero que me olviden. Estoy rota. Todo en mí es rotura.
Veo manchas de humedad cada vez más grandes (en mi dorso está el secreto) y el óxido intenta ahogarme.
Marrones, negros y blancos, pero dudo y dudo sobre el color.
Me parece que exagero, pero creo que la señora me dejó en el subsuelo porque tenía miedo de volver a mirarse y encontrar la vida que ya se le fue y que nunca volverá.
Tengo miedo ahora porque la humedad no me deja decir mi nombre; a nadie le importa nominar a quien está atrapada en un subsuelo con la vida completamente ajada y vieja. Eso es lo que soy, vieja. Y me lo repito.
El óxido me cansa y me siento en la única silla que encuentro. Está tapizada de color bordó y tiene tachas doradas que delimitan el borde de la madera tallada con formas románticas.
Es bordó es imaginario, igual que el vestido rosa que tengo puesto. ¡Es tan bello! Es formal, entallado y me llega hasta las rodillas. Entonces aprovecho y me peino con un cepillo antiguo y mi peinado queda firme. Parezco de porcelana.
No puedo salir del subsuelo y mostrar mi cabello prolijo, ni tampoco el rosa de mi vestido. Ese color me hace parecer feliz y bella.
La señora me olvidó. Yo era mala y autoritaria. Ahora no puedo sacar de mi vida la miseria ni salir del subsuelo y me ahogo con el óxido y con la humedad.
Y pienso en mis hijos que sufren mientras estudian piano, compran el pan y rezan oraciones (plegarias infames); y porque los llevan de la mano hasta la capilla en donde el cura los espera con una sonrisa. Están solos y sufren y yo acá, sentada con mi vestido rosa.
Las manchas de humedad está llegando a mis vestido y el óxido corroe mis manos. Ese el papel y el cuadro.
Me arrodillo gritando en silencio y comienzo a rezar rosarios marrones y cada vez estoy más cansada y empiezo a odiar los agujeros y el óxido de mis orejas.
Rezo, desesperadamente rezo envuelta en el subsuelo mientras pienso en mis hijos.
Siento una brisa de aire en mi cara y me sorprende… era la última que quedaba…
Pero no quiero…. No quiero… pero no hay salida y… y me ahogo… me ahogo vestida de rosa.

jueves, 22 de octubre de 2009

Mermelada

Perdí mi llave secreta.
Endulcé las palabras agarrada al poste.
Describí círculos.
Miré el sol escupiendo magnolias.

De repente el sonido me detuvo.
Era la esperanza envuelta en lagañas.
Cabezas girando alrededor de un sapo.
Vomitando kilos de mermelada.

Un ciempiés miró por la cerradura.
El estupor destruyó la madera.
Un sinnúmero de orejas caídas.
Y yo, besando el cuento de las cajas rotas.

El árido frío envuelve las delicias.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Mi problema con la duda

De catártico a esperanzador escribo las palabras que a continuación han de ser leídas (o no).
Tal vez sea eso del “o no” o lo del “tal vez”.
Se convierte así la duda en certeza cuando un “tal vez” se arranca a cambio de un sí o de un no rotundo.
Mi propio imaginario interno, al que han denominado creencia, insiste en sostener la certeza como base de mis pensamientos. Las palabras, cuando brotan de los dedos, son la extensión de las neuronas que a veces no pueden hacer sinapsis y refutan inexplicablemente la certeza proveniente de la cabeza. (Obsérvese el “a veces” anterior, sin duda dos palabras lindantes con la duda, valga la redundancia escrita). Indefinición de dedos.
Tengo dedos dudosos frente a creencias de certeza. Casi inentendible. (Obsérvese la palabra “casi” actuando como medio de duda por el simple hecho que expresa algo que está por ser, que estuvo por ser o estará por ser)
Si la creencia incita al pensamiento de una vida bajo certezas y la creencia no es más que un abstracto que formo para lograr tener o pensar lo que me conviene, entonces debo encontrar una certeza en los dedos. Esos dedos que expresaban la no creencia, llámese entonces, dedos concientes.
El “tal vez”, el “o no”, el “a veces” y el “casi”, sólo como ejemplos expuestos en ésta breve reflexión, son consecuencias de dedos refutadores de neuronas creyentes.
Felicito a mis dedos, advierto a mis neuronas.
O no.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Historia de un baño público (y lo que queda en él)

Salí del baño y les comenté “¿Porqué a uno le da mas asco ver caca en las paredes del inodoro en una casa conocida que en un baño público? ¿No debería ser al revés? Luego, debatimos un rato al respecto como si la pregunta fuera filosófica.
La copa de A. giraba en sus manos intentando airear el vino. Me preguntó: ¿te conté lo que me pasó el otro día? Ya se lo había contado a su marido. El, se había reído mucho, sobre todo porque en su imaginación había llegado a pensar en una cola de caballo.
Y relató:
“Desde que tuve al nene algo ocurrió con mis órganos, tal vez se movieron por adentro, y se me cambió el metabolismo. Ahora tengo tránsito rápido (te acordás ¿no? lo que me costaba cagar). Es más, tomo un yogurt y tengo que salir corriendo al baño. Por lo general luego de desayunar mi panza empieza a hacer ruidos y listo, derecho al inodoro.
Cuando tengo que ir a trabajar y al tener que estar pateando en la calle todo el día evito tomar mate a la mañana. B. se levanta y hace el desayuno para los tres entonces mientras intento abrir mis ojos (cosa que es imposible, me tienen que despegar con una espátula) él me pregunta: ¿Café o mate? Y yo le respondo que café B. que tengo que ir a trabajar.
El otro día fue terrible. Me levante y tuve que salir corriendo para llegar a tiempo a encontrarme con dos compañeros a una determinada hora. Terminé de desayunar, agarré mi cartera con todos los papeles y salí corriendo. No tuve tiempo de ir al baño. Al final, estas dos personas no vinieron y me apuré al pedo. Pero el hecho es que ya estaba en la calle así que continué con mi día. Empezaron a darme ganas de ir al baño, ya en el tren imaginé ir al baño de Once y listo. La verdad es que tenía que apretar el culo para no cagarme encima. Sufrí todo el viaje.
Cuando llegué a la estación corrí al baño. La cola que había era enorme y pensé que si me quedaba haciendo cola todo ese tiempo pensando que me estaba cagando, me iba a cagar en serio. Me fui. Era mejor continuar el viaje. Tenía que ir hasta Núñez en donde está la oficina. Cuando llegué pensé en ir allí pero la verdad es que el bañito que tiene es demasiado pequeño y por sobre todas las cosas no confío demasiado en el botón. Tira, pero demasiado suavecito y me daba cosa dejar en la oficina mis soretes dando vueltas o bien tener que internarme en el baño para tirar una y mil veces el botón para luego salir diciendo… je, es que no se me iban los soretes, no me traerían un balde? Mejor que no. Así que fui al baño a hacer pis (apretando el culo a morir para evitar cagarme) y como ya sabía que la única toallita de papel que tenía no me iba a alcanzar para limpiarme, cuando encuentre un baño público, saqué bastante papel higiénico y me lo llevé.
Salí de la oficina luego de un rato con la única intención de encontrar un baño. Por suerte a una cuadra más o menos, en Libertador y Ruiz Huidobro, había una estación de servicio. Me fui corriendo hacia ella derecho.
Estaba realmente asqueada de tener que cagar en ese baño. Tenía miedo de ensuciar todo y salpicarme a mi misma no sólo con mi caca sino con la que esté de antes pegada en ese baño. Pero no podía más. Así que olvidé todo lo que me rodeaba y me cagué todo de parada. Paf, pum, paf. Que placer lleno de asco.
Me limpié con el papel que me había llevado de la oficina (apenas si alcanzó… viste que cuando uno no tiene mucho papel y mientras lo vas doblando terminas limpiándote con un dedo) y luego me lavé las mano miles de veces mientras sentía ganas de vomitar. Así que bueno, por suerte no salpiqué nada…”


La explicación de la cola de caballo (un caballo que con su cola desparrama caca para todos lados) no hizo más que continuar mi ataque de risa.
Una esponjita de baño a la derecha, por favor.

Lamento no haber grabado la historia, así poder darle mayor textualidad de la relatora, de cualquier manera, intenté ser lo más fiel posible.

domingo, 13 de septiembre de 2009

FIN-AL

Pícoli aparece sentado en su silla. Analiza la situación.
Está vestido de traje negro, camisa blanca y corbata gris. Sus manos juegan con una lapicera de pluma.
Dos horas antes habían lo habían llamado.
-“Señor, la mesa está servida” y cortaron abruptamente la comunicación.
Necesita comer algo liviano y fácil de digerir. Era casi la una de la tarde y su estómago comenzaba a pedirle comida. La lapicera baila alrededor de sus dedos, mientras el segundero está por llegar a las doce y marcar la hora exacta.
Una hora y media antes lo habían llamado
-“Señor, la mesa está servida” y cortaron abruptamente la comunicación.
Siente calor y comienza a desatarse la corbata gris. La temperatura aumenta progresivamente a medida que pasan los minutos.
Desabrocha el botón superior de su camisa y deja caer la lapicera bajo la silla. Se agacha para buscarla y se marea.
Una hora antes lo habían llamado.
- “Señor, la mesa está servida” y cortaron abruptamente la comunicación.
Mareado cae pesadamente al piso y el calor cada vez es mayor apenas pasados tres minutos de la una. Su estómago desprende extraños ruidos. Logra agarrar la lapicera con su mano derecha. El segundero cada vez es más ruidoso.
Media hora antes lo habían llamado.
- “Señor, la mesa está servida” y cortaron abruptamente la comunicación.
Intenta levantarse sosteniéndose con la pata de la silla. El esfuerzo lo agota y toda la habitación gira ante sus ojos. La boca seca. Sed. Olvida los ruidos de su estómago.
La lapicera sigue jugando en sus dedos. Es la una y cinco minutos. El calor es agobiante y todo se vuelve brumoso.
Suena el teléfono. Estira su cuerpo para llegar a él mientras se sostiene con la pata de la silla. Atiende sin fuerzas y el auricular besa su oído.
- “Señor, la mesa está servida” y se oye un disparo.

El reloj marca la 1:10 hs. Un cadáver yace bajo la silla.
Tiene una lapicera de pluma entre los dedos.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

El sello de Roberto

Roberto sella todo lo que se le cruza por el camino. Roberto, para poder lograrlo mandó a hacer miles de sellos. Roberto los guarda en cajas rotuladas. Roberto combate la burocracia. Es Roberto, el sellador.

domingo, 30 de agosto de 2009

Canasta de huevos

Estoy sentada frente a una hoja en blanco que no dice nada. Las palabras se vuelven en mi cabeza como disparadores de ideas. No encuentro una razón suficiente para decir algo interesante cuando nada hay para decir.
Las horas que pasan siempre en el mismo lugar y a veces cambian de color y se transforman en deliciosas mandarinas. Qué frase estúpida.
Se siente cansancio de aprender a ser lo que nunca se fue, y no hablo de irse, hablo de ser.
Mis manos escriben como parte del ritual de la palabra no dicha. Y comienzo a enojarme con la canasta sin huevos.
Las gallinas tienen suerte, ponen huevos y se sientan sobre ellos para esperar que se rompan y den lugar a que aparezcan gallinitas que luego pondrán más huevos y se sentarán arriba de ellos para seguir la ronda en orden perfectamente infinito. Hoy tengo ganas de poner un huevo, sentarme sobre él y ver cómo se rompe. Pero creo que la posibilidad de lograrlo es francamente nula.
Hoy creo en la imposibilidad casi con fundamentalismo. Del huevo y de la gallina.
Me enoja creer en la imposibilidad, porque no creo en ella realmente; pero hoy es el día de sostenerla, pero porque sí.
Mis palabras enojadas de vacío están haciendo un picnic de ésta puta primavera que llegó demasiado temprano. Desubicado éste sol que calienta el cemento de la ciudad sólo para que hablen de él. No es justo éste calor. Pero tampoco quiero frío porque estoy realmente harta de usar polera.
Hoy me senté en la cancha, ahí en Caballito, casi en un codo de tribuna. El calor era agobiante al principio y escuchaba la percusión de trompetas, trombones y redoblantes en verde y blanco. Me preguntaron, ¿cobrarán masomenos trescientos pesos éstos pibes de la corneta? ¿Cobrar? Y sí, luego de tan horrible cero a cero es imposible que sigan tocando si no les pagan. Claro, pensé. Que idiota que soy a veces. Creo en la gallina y en el huevo, pero también en la corneta y el redoblante.
Me enoja la corneta paga y el calor de Agosto, sobre todo porque no puedo enojarme por usar poleras que sería lo más lógico. Y aparece entonces la lógica, porque es lógico que mi hoja esté en blanco y que la gallina ponga huevos fácilmente.
Es probable que mañana me levante y me olvide de mi canasta vacía de huevos.

lunes, 17 de agosto de 2009

Pelotudez

Sentado en un asiento de tren, un padre lleva en upa a su pequeño hijo.
El tren se detiene antes de llegar a una estación. Un minuto, dos. El niño evidentemente molesto le pregunta al padre porqué no anda. El padre, tranquilamente le dice que se quedó sin nafta. El niño entonces retruca, a dónde va a cargar nafta, a lo que el padre aún más seguro le dice: “en una estación de servicio”.

Los grandes solemos decir muchas pelotudeces.

martes, 11 de agosto de 2009

Clubes Imaginarios II - Buscadores de internos

Aclaración
La denominación de imaginarios no apunta a la inexistencia, más bien apunta a la sensación de crear un lugar lindante con lo improbable aunque no por ello imposible. Imaginario como posibilidad de crear lo que no está encuadrado en los cánones típicos de la factibilidad. Luego de ésta explicación seudo cientificista paso a compartirles éste nuevo club. Muchas gracias

Fundado el 21 de Febrero de 2022, con firma rubricada de mi autoría y bajo la presencia de un grupo de habitantes de la Atlántida, sale a la luz éste querido y aún poco difundido club.
Su sede se encuentra en un sótano cito entre las calles Blanco y Negro. Vale aclarar que no se encuentra en ningún lugar llamado Gris.
Definiciones:
Internos: se dice de todo aquello que se encuentra acotado a un espacio físico o mental y que no tiene relación alguna con el afuera.
Buscadores: son todas aquellas personas que estando en un punto determinado trabajan para encontrar y ver todo aquello que no se encuentra y que no se ve.
De: es una palabra que indica pertenencia. Es el nexo que une al "pertenecedor" con el "pertenecido". El pertenecedor puede convertirse en pertenecido aunque el “de” no cambia. Por ejemplo: no es lo mismo “buscadores de internos” que "Internos de buscadores”.
Si usted cumple en principio una de las tres variables expuestas está en condiciones de ser miembro activo. Sino las cumple, es muy probable que sea miembro pasivo y que no lo sepa.
Requisitos:
*Mayores de 0 y menores de 105
*Ser persona, personita, personota, palangana, kiwi o pared.
*Usar anteojos de sol cuando el día es nublado y anteojos de sombra cuando el día es soleado
*Mascar chicle de uva
*Contar como patrimonio un billete de cien pesos falsos. Scanearlo y mandarlo por mail a cien personas de apellido Roca.
Zona de intervención:
Los buscadores de interiores suelen desarrollar un sexto sentido que los lleva a inspeccionar cárceles demolidas, desarmar teléfonos que posean conmutador, chistar a estudiantes de medicina que salen a fumar al patio trasero del hospital o clínica, revolver cadáveres en cementerios, amenazar a psicólogos o reunirse a tomar un whisky con decoradores. Nuestro club desea tomar en cuenta nuevas propuestas que surjan en tanto colaboren con la sociedad buscadora a encontrar nuevos internos. Irónicamente, las propuestas en éste caso son abiertas. (Destacamos el arduo esfuerzo que ha sido lograr la aprobación de éste ítem).
Servicios al socio
Si usted se asocia podrá obtener los siguientes beneficios:
*Traje completo de sobretodo marrón y lupa
*Talleres de capacitación: “Marketing para buscadores”, “Interno tóxico”, “La palabra DE me complica la vida – Recetas fáciles para entender éstas dos letras”, “Tengo miedo de los interiores”, entre otras. Vacantes limitadas.
*Lavadero de ropa sin cargo. (se lavan sólo bombachas, corpiños y calzoncillos)
*Servicios de nutrición y dermatología.
*Sepelio (se cubre el 36,2% en caso de morir en medio de la búsqueda, un 54.6% en caso de morir viendo un “interno” o 100% en caso de morir por culpa DE)

Nuestro objetivo es el encuentro con el interno, en cualquier forma que el mismo se presente. Si usted se encuentra en condiciones de afrontar tan maravillosa tarea, no dude en llamarlos y no se arrepentirá.
Gabita, los habitantes de la Atlántida y la sede social se los agradecerá.
Para más información deje mensaje y nosotros lo buscamos. Eso sí, si quiere que lo encontremos, métase adentro de algo, sino, no encontraríamos posibilidad alguna.
Foto: La Atlántida

domingo, 2 de agosto de 2009

Música porque sí (Trastienda en Malosetti La)

La primera estrofa de uno de los más conocidos poemas de Conrado Nalé Roxlo dice “Música porque sí, música vana/como la vana música del grillo/mi corazón eglógico y sencillo/se ha levantado grillo esta mañana”.
Sin ánimo de contradecir a éste escritor argentino, ni a sus conceptos sobre cosas vanas, es que me sumerjo en la refutación al verso.

Medianoche. Frío intenso en la ciudad. El calor es cuestión de cuerdas. Mesas y escenario.

Música porque sí, el espacio simula un abanico de gente de lo más diversa. Amantes del jazz, del blues y de copas bajo luz tenue.
Entonces se abre el telón del que emerge un joven guitarrista en la inmensidad del negro. El y sus dedos al servicio de las cuerdas. Un tímido mirar en contraposición a sus desbocadas manos. Silencio de quienes vemos y escuchamos. Y el bailar de las entrañas frente a la inmensidad de la melodía.
Música porque sí, e irrumpe Malosetti con su imponente guitarrabajo. Dobles cuerdas, con dos sonidos en un mismo lugar. Roja, para resaltar el saco negro y la larga cabellera de quien creo puntos en el espacio lindantes con placer auditivo. Historia y construcción de historia. Rodeado de apenas hombres. La batería con rastas de un incipiente pero contundente músico como Tomi Sainz que carga tan sólo veinte años. Los veintitrés con bigote de Hernán Segret aplauden a su bajo, a su guitarra y a su voz armoniosamente bella, dulce e intimidante. Y de postre, Nico Raffetta de maravillosas manos sobre el teclado, manos que parecen extensiones de teclas y que nos deja como espectadores de la belleza llenos de asombro por la incapacidad de ver los dedos moviéndose. Dedos fantasmas que bailan melodías geniales.
Música porque sí, el "plomo" que es la quinta pata del animal pre y pos histórico. Trae panderetas, enchufa cables y cambia guitarras. Desfila cual modelo top, bailando con cortina propia y llega en un momento a ser depositario del bajo del gran músico formando un cuarteto que excluye a su creador.

Música porque sí, silencios dentro del sonido. Silencio de bajo mientras grita el teclado y la batería. Silencio de batería mientras las voces acompañan teclado y guitarra. Lugares para exacerbar cada instrumento, cada mano que los toca y cada nota que pide permiso. Silencio de esos que no son silencio sino espacios para encontrar sonidos.
Música porque sí, Malosetti en soledad jugando con sus manos, con una guitarra cuadrada con luces en su interior, haciendo canciones en bajo y percusión con los mismos instrumentos. Momentos de intimidad y con apenas luces, contundencia y caricias. Pide silbidos para algún blues y viéndose frustrado por la incapacidad pública de silbido conjunto dice “una mierda” sin dejar su ácido sentido del humor en ningún momento. Y vuelta a la gracia del sonido que nos da escalofríos.
Música porque sí, mi cuerpo tenía sensaciones visibles de emoción en momentos. Lo que se trasmite a través del arte hecho desde la construcción y la libertad. La genialidad, o el coqueteo con ella provoca lágrimas invisibles.
Música porque sí, por tres horas de ver, sentir, escuchar y llenarse la panza y el alma.

No sé realmente porque Conrado ha hablado de música vana. Prefiero creer en lo vano de privarse de ella. Y escuchar a Malosetti no fue en vano. Como no lo es, seguramente, levantarse con el corazón convertido en música de grillo.



Conrado Nalé Roxlo: Nació el 15 de febrero de 1898 en Buenos Aires. Colaboró en diversas publicaciones y está considerado como poeta de transición entre el modernismo y el clasicismo. Escribió poesía, teatro y periodismo. Murió en Julio de 1971.
Malosetti  presenta Electrohope en La Trastienda - 17/07/2009

lunes, 27 de julio de 2009

Clubes imaginarios

Tengo un montón de temas para abrir clubes. No es lugar ni momento para describirlos. Prefiero hoy, poner la piedra inicial para la construcción del club que hoy me convoca.
"Club Miráme y olvidate de la realidad"
En el presente club del cuál soy presidenta fundadora según consta en actas escritas con una cuchara y en un libro con hojas de parra posee las siguientes características:
• Los socios no son realmente conscientes de estar asociados.
• Se les echa un aerosol raro en los ojos y en el alma que los ciega de toda realidad.
• El carnet es un boleto de avión viejito y algo quemado en las puntas (no contiene numeración, descreemos de la enumeración)
• El socio no lleva el carnet, queda en la sede Central del Club: Nube 4 sudoeste. Cuando ésta se convierte en lluvia flota manteniéndose únicamente gracias a su capacidad de convertirse en oxígeno.
• Cuando la sede está en versión oxígeno, es cuando más adeptos absorbe. Es la etapa en donde se convierte en oxigendor de socios.
• Cuando la sede está en versión nube, se reorganizan los archivos y se envían notas a todos los socios sobre la evolución patrimonial del club. La información es enviada con una paloma mensajera que desciende sobre el socio, lo apunta y deja caer la información en forma de caca. Es por ello la suerte que "te cague una paloma". Estás recibiendo información de una nube. No somos los únicos que usamos éste recurso.
• El socio suele sentir una abstracción de la realidad momentánea. Piensa que lo que es no es y viceversa. El objetivo de mencionada sensación tiene que ver con la necesidad de proveer al asociado éste servicio. El mismo lleva a cabo a través de los sueños. Cuando el asociado duerme, sale de la nube un mosquito pequeño con forma de mano que comienza a masajear el tímpano luego de introducirse silenciosamente en el cuerpo del interesado.
• Aún no hemos encontrado la manera de sostener la irrealidad, básicamente porque quienes trabajan en el laboratorio aún no vuelen a la realidad. Piensan en volver pero no encuentran el timbre de la puerta de entrada. Como consecuencia de tal marcada falencia es que el monto de la cuota ha sido significativamente minimizado.
• La cuota social entonces no tiene valor monetario. En general los socios inconscientemente brindan su paga a través de cosas como un paraguas viejo, un paquete de DRF o un clavo con cabeza triangular.
• Se recomienda a los posibles asociados prevenirse con alcohol en gel y repelente, sobre todo por el "mosquito mano" que es de la familia del mosquito del Dengue.
• A aquellos que no se prevengan y caigan en la Nube se les brindará los siguientes servicios: tímpanos de juguete con diversos tamaños y colores, lavado de platos eterno con detergente Magistral, un piercing para la ceja en forma de cepillo de dientes, un peine al que le faltan 16 de las 40 patitas, una rueda de bicicleta de Mountain Bike lisa y sin piquitos de agarre, una balerina amarilla cortada en cuadrados de 10 x 10 cm y finalmente un descuento del 2.56% en velatorios de hormigas "negras culonas".
Como corolario, cabe aclarar que existen hasta el momento una buena cantidad de socios. Algunos lo saben, otros aún no se dieron cuenta.Nuestro objetivo de por sí es no tener más asociados, éste es el porqué de su publicación. Sin embargo, visto y considerando que insistimos en brindar servicios y en que insisten en asociarse, agradecemos poder legalizar su existencia.Para más información rogamos comunicarse con nosotros a través de las vías comunes en nuestros días: señales de humo, cartas escritas con pluma y a la luz de la vela y mediante la contratación de un jinete del Apocalipsis. Si no lograran hacerlo, no es nuestro problema

jueves, 16 de julio de 2009

Aspectos filosóficos de un andén chiquito

Hoy me agarraron la mano para subir al tren. Era completamente necesaria esa mano.
Era una mano de carne y hueso. Era mano desconocida. No tenía cara.
Uno no le da la mano a cualquiera. Va por la calle y no acepta manos de cualquiera.
Ni lo imagina. Tocar una mano totalmente desconocida no es común. Y muchomenos los es apretarla fuerte. Menos hoy, con la paranoia generalizada por pandemias infames.
Cuando la necesidad aparece, la racionalidad desaparece.
El andén fue cambiado, no era el de siempre. La masa y yo nos cruzamos. Nos enfrentamos al andén oficial. Ese que tiene justo la medida exacta para subir al tren.
Un problema de trenes evidentemente.
En el anden chiquito todos parecemos mas grandes y más.
Se aproxima el tren en un horizonte de vías. Imponente. Prepotente. Magnánimo.
Estaciona sin ningún tipo de timidez. Es enorme y no se llega ni con el paso más grande que uno pueda dar. No hay longitud ni elongación suficiente para hacer palanca con la segunda pierna que queda debajo. Ni siquiera la pierna que está arriba llega al piso del tren. Ironías si la hay. No llegar al piso, pero desde abajo. ¿Será que el andén chiquito es el infierno? Duda aparte, nuestras caras asustadas por la imposibilidad del heróico salto hacen creer que será un tren que se irá sin nosotros. Pero justo en ese momento de pánico ridículo, aparecen las manos desconocidas. Esas, que no tienen cara y que no apretaríamos si fueramos viajeros de un andén oficial.
Las manos se asoman del cuerpo de extraños tendiéndose con ganas de ser útiles a la imposibilidad. Y esas manos palanca funcionan para la ola humana como un relajador de viajes imposibles. Ya en el piso del tren, mirando el pequeño andén que atrás queda, volvemos, casi en un segundo, a temer dar la mano.
Concluí pues,
La necesidad hace olvidar los preconceptos que establecemos como sociedad.
Cuando no se puede, hay manos que hacen palanca.
Cuando no hay palancas, creemos en un tren imposible.
El punto exacto que une lo imposible con lo posible es una mano.
Si la cabeza deja de funcionar motivada por el deseo, podemos subir al tren.
La gripe A desune.
Todos somos tristemente humanos que reaccionamos como trenes.
El momento en que uno concientiza la desconciencia es efímero y el concepto de mano se vuelve irreal.
Lo irreal existe.

Nota: sí, no lo digan, tengo que dejar de viajar en medios de transporte público.

domingo, 12 de julio de 2009

Mirada de adolescente

Motivada tal vez por sensaciones y sentimientos que había creído oxidados en mi vida y que han resurgido sorpresivamente, intenté espiarme, como una vuelta al aprendizaje primitivo.
Muchos años fueron los que escribí sin decir que lo hacía, sin siquiera decirmelo a mí misma.
Es así como encontré varios escritos propios. Leyendo me encantó uno que hoy pasaré a compartir. Es del 12/06/1995, con mis diecisiete recién cumplidos. Plena adolescencia y preparándome para salir al mundo y todo lo que ello implica. Algo parecido a mi hoy, salvando las distancias y alguna cana rebelde o una arruga traviesa.
Ahí va, sin arreglos en lo semántico, ni de puntuación, ni de nada... expuesto como era cuando apenas cumplía 17.
Antes, una par de observaciones.
En primer lugar, estoy feliz con mi coherencia a nivel ideológico y de postura sobre la vida y el mundo. En segundo lugar, qué genial el sufrimiento y cómo también sigue su coherencia a lo largo de los años a pesar de los caminos recorridos. En tercer lugar, un planteo... el drama, la duda, el dolor y la luna ... nunca cambian?



"Hay días y días. Hay estados de ánimo totalmente diferentes
y hay planteos que se agudizan según el ánimo.
Hay vida, pero cómo sentir la vida.
Hay dolor, si... Hoy veo dolor rodeándome y hay dolor que está matándome.
Estaba la luna, cuando miré el cielo y no me animé
sentirla como tal.
Hay lunas y lunas. Hoy ella me hizo pensar.
Hay sentimientos que me avasallan, hay lunas...
Sentí que no había salida para la humanidad
Sentí que no podía mirar la luna...
Si bien mis lágrimas impidieron ver con nitidez
sé que hay luna, y sé que hay nitidez.
Sólo es cuestión de verla.
Hay hambre y dolor que me rodea
Hay maldad y soledad.... eso me marea
Cuando todo es oscuro, sé que hay luz
pero no puedo verla. Me abate, me duele
Creo en el sol y en las estrellas
Creo en la vida, en el amor, en el dolor
Hay miedo, miedo de no ver la luna
Hay miedo, de no reconocer cuál es
o de no encontrarla jamás, porque está
y los ojos se me empañan y no la veo, y me desespero.
Desde mi niñez pido con fé
que no me abata el dolor
Desde mi niñez que no me duele saber lo que es
Será que todo es indescriptible, o que el dolor
es una ilusión que inventa mi alma o mi corazón
Hay hombres que habitan hoy éste mundo,
que no saben del amor, del dolor y de diferencia entre ellos
Hay ojos que miran como perdidos
las manos con grandes anillos de oro
hay labios que no pueden hablar, porque no son
Hay oídos que no escuchan porque nadie les habla
o porque no buscan la voz de la conciencia.
Si lloro por éstos, soy tonta o ridícula
porque hay prejuicios, porque no hay nada que ver
realidades que duelen, porque nadie ve al que tiene al lado
Pero existe el otro, y tambien existe la luna
y si mis lágrimas me impiden verla, es porque
no tengo valor de hacerlo, porque me duele.
Hay deseos, que no se cumplen y detesto saberlo
Sé que creo más allá de lo que siempre es
es por eso que no puedo ver la luna nítida
es por eso que mis ojos despiden lágrimas
lágrimas de impotencia, dolor y resignación.
Hay lágrimas. No las voy a reprimir.
Hay necesidades que nos las veo venir
pero sé que el tiempo es corto y la vida se me va
y el sol sigue saliendo, y no me detengo a verlo
que las estrellas titilan, y no me doy cuenta
y que la luna siempre se muestra para
que la vea, y aún no puedo hacerlo."



Es raro mostrarlo, en ese momento nunca imaginé éste momento.
Y eso es lo maravilloso, creer en lo bello de la sorpresa en el camino que vamos haciendo.
Salud a mi adolescencia y a mi hoy (y al drama en ambos casos).

Foto: parece que el mundo de Gabita es anterior a lo concientemente sabido...



domingo, 5 de julio de 2009

Mi secreto

Dentro de un baúl antiguo guardo pequeños cuadraditos de colores. Son papelitos recortados con tijeras chiquitas y con poco filo. Cada papelito está pintado con fibrones de colores que dejan escapar las vetas que la pintura produce. Miden entre cinco y siete centímetros. Son de distinto tamaño y estan pintados de los dos lados.
Todos los días saco uno sin mirar. El color que sale pinta el color de mi día.

No quiero ser Roger Federer


La pelota que golpea sobre el pasto gastado.
La red que deja entrever lados.
Las raquetas funcionan como un freno a la velocidad y la potencia.
Un arbitro que marca puntos de a 15, o de a 10.
Algunos que marcan el adentro y el afuera.
La rotación enfermiza de cabezas de derecha a izquierda.
La gloria o la nada por centímetros.
Un ranking que determina el lugar que se tiene.
Correr por ese lugar.
La vida por una pelotita.
Una banana entre medio.
La mirada desde una silla con lentes negros.
La quietud y la observación del espectador.
Un brazo más fuerte que el otro.
Veteranía a los 30.
Drogas legales para ser superior.
Pantaloncito y remera.
Pulcritud y prolijidad.
Atinar a un rectángulo y sólo dentro de él.
La cámara que sigue movimientos.
Rey del mundo.
Triunfo es gloria y es billete.

Todo es mentira.

Sufre el pasto gastado por pelotas.
Los lados sufren la red de su medio.
La velocidad y la potencia sufren limitadas por raquetas.
El de a 15 o de a 10 fue capturado por un árbitro autoritario.
El adentro y el afuera sufren el lugar impuesto.
Las cabezas son obligadas a moverse porque sí.
Los centímetros sufren de glorias y de nada.
El lugar sufre sólo ser un ranking.
Ese lugar ve que corren sin sentido.
La pelotita sufre por su vida.
El medio no es banana.
Los lentes negros sufren de mirar sentados.
El espectador odia la quietud y la observación.
El otro no es más fuerte que el brazo.
30 no es veteranía.
El ser superior olvida las drogas legales.
La remera no quiere al pantaloncito.
Ni lo hace la prolijodad a la pulcritud.
Él sufre por sentir que deben atinar en su interior.
Los movimientos no quieren cámaras.
El mundo sufre a sus reyes.
El billete y la gloria, no es triunfo.

Mentira es todo.

Y yo no quiero ser Roger Federer.

domingo, 28 de junio de 2009

Punk Rock (pre electoral)

No voy a hablar de las elecciones legislativas, por lo menos no ahora. Hablaré del Punk Rock. No porque sepa ni porque sea mi música predilecta, sino por haber vivido una maravillosa experiencia.
Cuando pensamos en el punk pensamos en The Clash, Sex Pistols, The Ramones o en los locales y más actuales Ataque 77 pero nunca pensamos en Shaila.
El sábado por la noche, justo antes de que todo se cierre para esperar el próximo acto ciudadano del 28, fui hasta Circus a ver punk rock. En los últimos tiempos este lugar se ha convertido en unos de los lugares más representativos de la zona Oeste, específicamente en San Justo, en dónde tocan bandas de una mediana convocatoria. Bandas que están en un promedio 200 personas.
Es un lindo espacio para bandas, mediano y con una enorme "bola de boliche" en medio de su techo. Dos barras enfrentadas y un escenario grande que parece bastante cómodo para el oferente musical y con una visibilidad total para el demandante.
Shaila se formó en 1994 y tiene una gran trayectoria dada por los años, las giras nacionales e intenacionales y una discografía bastante frondosa.
El promedio de gente convocada es de unos 20 años. Mucho negro y mucho piercing. Los más grande nos quedamos el las adyacencias haciendo un cordón que rodeaba niñoa felices y con los ojos en el telón. Sí, en Circus hay telón, característica no tan común pero muy bonita. Los telones avalan las sorpresas y motivan las expectativas, cuando se abre  es más lindo lo que se ve si
no existiera. Sale la banda y todo explota. En contraposición al negro reinante, fueron al aire muchos globos rojos, papelitos y cintas blancas que pintaron de fútbol la irrupción de Shaila.
Old School. Me enteré en ese momento que los recitales denominados así significan que van a tocar temas antiguos. Un recital con todos temas viejitos, un viaje hacia atrás, un revival. Consecuencias del old school,  un punk furioso y latoso. Algunas letras en inglés, temas cortos según promedio y actitud. Comenzó el baile casi frenético. Pogo, pero ese en el que la prioridad está en llegar lo más alto posible. "Caerse hacia arriba"  o "Mosh" es la idea. La gente se trepa una a otra y forman grandes masas de doble piso para acercarse lo más posible a Joaquín Guillén, el cantante o frontman quién tiene una actitud absolutamente paternal y contestataria que aunque suene excluyente se dan de la mano maravillosamente. Su actitud es coherente con la concepción del punk, lo que dice y cómo lo dice (él y sus músicos: dos guitarras, bajo y batería). Pero es paternal porque cada vez que algún descontrolado llega a sólo treinta centímetros, cosa que pasa exactamente cada quince segundos, él les ofrece el micrófono para que canten un poquito y mientras chicas y chicos cantan apenas cinco palabras de un tema, él los agarra, los sostiene, los mira. Ellos miran a los ojos a su público. Eso no se suele ver, irónicamente. Y así continúa todo, mientras el abajo del escenario se convierte en una pileta a dónde se tiran todos de panza. mosh que comienza en alturas y desde allí un momento de stand bye y luego la caída libre desde el escenario o desde el hombro de un compañero. Hombres y mujeres o proyectos de hombres y mujeres que insisten en el disfrute. Los globos rojos también bailan mientras algunos chicos hacen honor al barbijo anti gripe A, entendiéndolo cómo algo gracioso o bien cómo la ironía de lo que vivimos, de ser irónico con el miedo. Ese miedo que nos imponen como orden social. Por las gripes de chanchos, de gallinas, por el mosquito macabro y por todo aquello que impide abrazarnos.
Duró aproximadamente hora y media y el cierre se vio acompañado de sonrisas y felicidad reinante. Ellos, felices de tocar temas viejos, quiénes los escuchaban felices de poder bailarlos y yo feliz de poder verlos por primera vez entendiendo y disfrutando esto de los rituales, de las posturas claras sobre ideas preconcebidas aunque adaptadas a la realidad que se vive.
Shaila seguirá tocando. Sus seguidores seguirán escuchando. Los globos seguirán inflándose y la música bajo cualquier signo seguirá siendo un espacio creativo, identificatorio, aglutinante y disfrutable.

Las campanas tocan las vísperas del 28 y creo concebir la necesidad del punk en las urnas, que aunque suene contrapuesto, es actitud. Algo que tal vez falte en ellas, en las urnas digo.

Fotos:
1-Shaila de frente
2-Remeras (muchas de ellas)
3-El hombre y sus circunstancias (barbijiles)
4-Joaquín Guillén en acción

lunes, 22 de junio de 2009

Rasti Humano

No voy en tren, voy en avión. Que suerte tuvo Charly al evitar el chucu chucu del tren (aunque no evitó el chipi chipi de algo que no es un tren).
La cuestión entonces se centra en los trenes, pero en éste caso en trenes que viajan tierra abajo denominados de manera simplificada, subtes. Tendría algo de duda sin embargo en cuanto a su significado, ya que en soledad y sin su demoniminación completa subterráneo podríamos estar hablando de la letra "U" en caso de listar un abecedario de forma vertical descendente o bien de la letra "S" si lo hacemos de manera ascendente. Podríamos estar hablando porqué no de la parte inferior de la taza o bien de una saquitera (dícese del recipiente pequeño que permite descartar saquitos). Otra posibilidad es hablar de surcos en la tierra que sirven de cuna a las plantaciones originarias de oriente.
De cualquier manera, para ésta inevestigación no nos importa más que el subte cómo diminutivo de subterráneo.
El subte es un medio de transporte veloz por excelencia que permite evitar atascamiento de automóviles y/o colectivos así como hacerle pito catalán a los semáforos.
Pero como todo en la vida, tiene sus pro (sin ningún tipo de intención política, estamos en épocas eleccionarias y quiero evitar cualquier tipo de publicidad subliminal) y sus contras.
Pero antes apelo a sus recuerdos más lejanos, allí cuando eran niños. Había un juego por excelencia denominado "Rasti" (hoy el afamado LEGO). Si bien el nombre antiguo tiende mas a ser un apodo cariñoso para los seguidores de Bob Marley, el recuerdo del juego volvió no hace mucho a mi cabeza. Eran partecitas de plástico que tenían relieves redonditos que podían ensartarse (nada tiene que ver con las relaciones amorosas carnales, tampoco acá intento dejar mensajes subliminales) una a una formando extrañas o comunes formas. He jugado bastante con los rastis a lo largo de mi niñez, creo que un día hasta construí una casa en la cual viví varios años (mis padres intentaban sacarme pero no había caso, recién a los 9 logré dormir en mi cama real).
La cuestión entonces se centra en la relación directa entre el subte y el rasti.
La necesidad de subir a éstos trenes provoca en cada persona la insitencia por convertirse en un pedacito adaptable. Las horas pico son como oleadas de humanos desesperados por encontrar un lugar en el mundo lúdico. De manera apricionada comienzan a entrar a cada bagón decenas de personas ávidas por llegar a sus destinos. Es este viaje nos vamos aprisionando uno a uno encontrando los lugares perfectos para cada parte del cuerpo. Solemos encontrar huecos entre los brazos en alto, las piernas flexionadas y las panzas prominentes que nos hacen marcar el arco de la espalda. Las carteras grandes molestan y nos hacen adaptarnos a sus formas mientras que desayunamos mochilas ajenas. Poco a poco, nos vamos convirtiendo en una forma extraña masificada e indivisible. Es un gran humano formado por humanitos adaptados entre sí como rastis.
Hace unos días saqué la siguiente conclusión. No hay manera de sobrellevar el viaje si no nos aflojamos. Según el estudio realizado durante algunos días, estudio de campo y con poco presupuesto, pude corroborar feacientemente que aquel que intenta conservar su lugar sale perdiendo. Este individuo, lo que hace es endurecer todos los músculos de su cuerpo para mantener sus centímetros ilesos de rastis. Error. Grave error. No hay manera de viajar de ésta manera. Es esfuerzo por mantener su rigidez y por ende su espacio no hace más que transformar lo que es un viaje lúdico en malhumor y enojo. Quién viaja rígido tiene cara de enojado, el esfuerzo que realizan los encoleriza de tal manera que puede vérsele la cara roja de indignación y cansancio. Eso no hace bien a la salud: problemas cardíacos, presión alta, colesterol y gripe porcina.
Por lo tanto como conclusión del estudio por mi realizado les dejo mi consejo:
Nunca deben ponerse tensos, respiren profundo, suelten el aire, aflojen los músculos y dejénse llevar por los cuerpos ajenos. Imaginense jugando a los rastis y que cada uno es parte de una forma más grande y extraña. No se pongan duros ni rígidos, sabemos en cualquier caso que esto duele. Por perder un centímetro de lugar no dejan de ser ustedes. No se sientan invadidos en su ser. Relájense y gocen.
Y van a ver que flojitos, flojitos, empezarán a viajar sintiendo ser parte de algo más grande, de una formación humana mayor, específicamente de un "Rasti Humano".
Estudio realizado por la Licenciada en Viajes Eternos, "Yessica Subway" extraído del libro "Estoy harta de viajar al pedo para todos lados ("I´m a fucking stupid traveller"). New Yersey, 2009.
Yessica se radicó en la Argentinaí en 1977 ya que su padre era el dueño de la empresa "RASTI SA". Luego de volver a Estados Unidos para estudiar la Licenciatura en VE vuelve al país y comienza sus estudios de campo. Hoy dicta clases a pasajeros de todo el país. Se comenta que sale con Charly García y que toma el tren Sarmiento que la deja en Luján dos veces por semana. (FOTO)

lunes, 15 de junio de 2009

Payasos

La palabra crece a pasos agigantados. Un hombre camina encorbado buscando el lugar en dónde encontrar las mentiras que la vida le había presentado sigilosamente. Para buscarlas no hacía mas que ponerse una nariz de payaso roja tapada con un pañuelo para disimular la mirada de los demás. Salía asustado a la calle, presto con su equipaje de búsqueda. La nariz roja era de plástico blando que actuaba de filtro. Podía oler entonces las mentiras más grandes, pero también las más pequeñas. Parece raro poder oler las mentiras sólo convirtiéndose en payaso.
La nariz derivaba en un proceso de transformación de su propio yo. Era inevitable una vez que se colocaba la nariz sentir la necesidad interna de pintarse la cara de colores blancos y rojos. Un día fue a una perfumería y solicitó una base blanca. La vendedora encantada de poder vender esa base tan blanca como un copo de nieve le regaló un descuento especial de quince pesos. La bases blancas no son baratas, sobre todo cuando su envase supera en largos gramos estándar de cualquier crema demaquillante o rejuvenecedora. El hombre salió de la perfumería con una bolsa cargando los cuatro kilos y medio de base blanca. Cuanto más base, más nariz y más mentira. El rojo de la nariz parecía conectarse con el rojo del lápiz con que se pintaba los labios.
Ni un pañuelo grande alcanzaba para disimular la búsqueda. Pañuelos de seda de colores llevan a pensar en la vida de la abuela que los usaba o de la tía viejita que lo enrrollaba en el cuello sólo para taparse del frío matinal. Los pañuelos son pedazos inútiles de tela que no tienen más sentido que enrollar cuellos o narices. Si los pañuelos fueran animales serían boas y tendrían veneno, el veneno de la tristeza de esconder narices de payaso y bases blancas para encontrar mentiras.
El hombre pintaba así una lágrima en su cachete. Los cachetes son depositarios de lágrimas. Son el cause que crea el propio cuerpo por donde se proyecta el agua salada que emana de las entrañas aungustiosas o felices, son el cause que se crea como consecuencia de causar causes.
La lágrima pintada en un cachete oía la tristeza del cause que no es. Crear una gota oscura para imaginar un cause que encuentre las mentiras más blancas que jamás se hayan visto. Un cause de río salado y negro creado para hacer reír a los planetas mas lejanos del universo.
El hombre se tapa así con su pañuelo mientras camina con sus pantalones de seda roja y tiradores de elástico. Y el rojo le cae sobre la cara blanca y la lágrima negra. Las mentiras se convierten en seres inquietos que caminan observando el pañuelo de la abuela canosa y de los tiradores que sostienen pantalones mentirosos.
La palabra crece a pasos agigantados. El hombre camina encorbado buscando el lugar en dónde encontrar mentiras. Y la sonrisa roja es lágrima negra sobre un cause blanco.

jueves, 4 de junio de 2009

Micaela me regaló un libro

Micaela me regaló un libro. Lo trajo envuelto en un paquete que abrí sin mucho cuidado, aunque guardé el moñito (parece un legado familiar eso de guardar los moños de los regalos. Es raro, pero no puedo dejar de hacerlo). A los días, y habiendo terminado "El ejército de la ceniza" de Juan Pablo Feinmann me decidí a leerlo. La primera lectura comenzó en una mesa solitaria de Plaza Serrano. Tenía un tiempo entre actividades y decidí sentarme a leer. Siete de la tarde, campera y gorro, porroncito y maní. Hacía frío, pero gustaba de sentarme en el exterior mirando sombreros que vendía un pelado grandote. "La insoportable levedad de ser" era mi próximo destino. "No había visto la película ni sabía de que se trataba" (comenté luego en diferentes charlas). Desde su comienzo me pareció absolutamente genial. El concepto de lo grave y de lo leve y es sustento filosófico entre ambos; el planteo de lo que es mejor, si hay alguno que es mejor (o peor) o la eterna vuelta a cada uno de ellos de manera casi obsesiva. Leí cuarenta páginas y mi nariz era un cubito. Me llevó cuarenta páginas darme cuenta. Apenas con el calor que el placer en sus diversas maneras da, me levanté y me fui, no sin antes robar una servilleta para usar de índice (me pasa lo mismo con las servilletas que con los moños)
 Pero mi historia no termina allí. 
Algo raro pasaba con ese libro y en los próximos días lo iba a saber...
Los signos me comenzaron a seguir. Un par de días luego de mi primera lectura me crucé y concienticé una persona espejo (tomando palabras prestadas) desde los signos del ser y en el intercambio de filosofía poética surgió oportunamente contar mi actual lectura cosa que fue respondida con un "yo retomé su lectura hace unas semanas". Mirá vos me dije.

Nada hubiera pasado (las casualidades existen, ¿existen?) si al otro día hablando con mi compañero de oficina sin imaginarlo como lector de cierto tipo de literatura, y mientras hablábamos sobre una cooperativa me dice "es como dice Kundera en "La insoportable levedad de ser" .... ¿leíste algo?" Kundera, Kundera... pero si estoy leyendo! Y saqué mi libro de la cartera sobre todo para creerme yo la segunda coincidencia. 
Nada hubiera pasado (las casualidades existen, ¿existen?) si al otro día trasladándome una vez mas de un lado a otro no hubiera escuchado la conversación entre dos personas totalmente desconocidas en donde el tema en cuestión era el ya a ésta altura tan afamado libro.
Quedé estupefacta. Sin preguntas ni respuestas. Sin decires ni callares.
Cómo era posible que en treinta y un años no haya siquiera escuchado la mínima mención y ahora inyectado en el cerebro como una pócima indescifrable todo se convertía en esa levedad y gravedad.
Concluí en la posibilidad de la atención, de la atracción y de la generación propia de energía frente a los intereses que se van presentando. Tal vez haya algo de eso.
Ahora sigo leyendo, aún faltan muchas páginas y debo reconocer que me da vértigo seguir encontrando signos. Sobre todo porque aún siento incertidumbre de respuestas. Porque como define Kundera, vértigo es la profundidad que se abre ante nosotros, que nos atrae, nos seduce y que despierta el miedo a caer... de lo cual nos defendemos espantados.
Bienvenida la caída y el espanto.

Bienvenida a la levedad y al ser, entonces. 

martes, 2 de junio de 2009

Susurros

En la larga imagen del día y trepada en la triste serenidad de la existencia, descubro lugares vacíos, oscuros rincones de pesada extrañeza. Descubro los días teñidos de cuentos y de imagenes superfluas que entretienen malestares. Escucho palabras sin significado y me hago sorda de la voluntad del viento. Mis ojos huelen el rocío de la penunbra. A dónde sumirme silenciosa y navegar por las alturas del alma, a dónde sumergirme dichosa de la niebla espesa del silvido, a dónde mirar susurros que escupan preguntas , a dónde.

domingo, 24 de mayo de 2009

Inconsciente Colectivo

Nunca me había comentado aquella circunstacia. Creo que no era necesario el comentario pensándolo bien. Lucas se empeña en decirlo una y otra vez: "no hace falta aclaraciones al margen cuando de cosas cotidianas se trata". A veces me agota escucharlo repetir esa frase una y otra vez. Pero es así. Lucas es así y a esta altura no me importa.
Sin estar prevenida de nada subí. El colectivo estaba repleto. Había poco lugar para mantenerse de pie. Yo cargada como siempre con mi bolso lleno de papeles de la inmobiliaria intenté hacerme lugar entre la gente. Desde el primer momento que le dije al chofer el valor de mi boleto sentí el ambiente raro que me rodeaba. Doble mi cabeza hacia el fondo y fui realmente incapaz de divisar las caras. No era efecto de mi corta visión ya que invertí unos buenos pesos en hacerme lentes de contacto de última generación "nuestra tecnología esta petentada, que es un agente humectante interno extremadamente hidratante que actúa en la superficie y en todo el interior del lente, además de contar con bloqueo para rayos UVA y UBV. Súmele a ésto que tienen marca de derecho-revés para colocarse los lentes correctamente" me dijeron en la óptica antes de que pasen mi tarjeta de crédito. Tenían razón, siento mis ojos hidratados constantemente.
Sí, no veía caras, veía torzos, uno pegado al otro. Miré un poco hacia arriba y entendí finalmente que no podía ver caras dada la altura de todos sus pasajeros. No había una persona que midiera menos de un metro noventa. Hombres, mujeres. Diversas edades. Intimidada por mi metro sesenta fui haciéndome lugar a través de los altos. Tengo la leve sensación que ni siquiera podían llegar a sentir mi presencia. Un señor mayor de casi dos metros agachado miraba por la ventanilla, una mujer joven leía un libro mientras su cabeza rozaba contra el techo del colectivo, un adolescente de apenas metro noventa se sumía en sus auriculares siguiendo al compás la música. Los que estaban sentados no debían ser así de altos, no hay manera que se juntaran en un mismo colectivo toda gente tan alta. Mi teoría se vió desbaratada cuando en una importante avenida bajaron varios de los sentados. Y eran altos, tanto como la pareja de jóvenes tomados de la mano y el señor de traje y maletín que subieron en esa misma parada. Las sensación de error se apoderaba cada vez más de mi. Deseaba haber estado con Lucas a ver qué tenía para decir. Si siempre tiene respuesta para todo deseaba que encuentre una para ésto. Pero no estaba y yo sí con mi metro sesenta, mis lentes de contacto nuevos y mis papeles revueltos. ¿Qué sería lo que ocurría allí? Un transporte para altos, para gente que puede tocar los techos con sólo levantar el brazo o para gente que al agacharse recorre varios kilómetros. ¿Será que en éste colectivo existía un imán para altos? ¿La gente alta es cómo el metal que tiene un mineral que lo atrae? Será que el alto es metal y el colectivo imán. Subió una abuela, la rubia del asiento de adelante le dió su lugar. Nunca había visto una abuela tan alta. No es coherente ser señora canosa y añosa e inestable al caminar y que todo ello se encuentre en un metro noventa y tres. La edad achica, nunca mantiene o estira. Lucas siempre me dice que es la sabiduría: "uno crece, gana experiencia y filtra, filtra tanto el conocimiento que cada vez ocupa menos lugar aunque sea mayor, es por eso que de viejo uno se vuelve más chiquito..."
Se acercaba ya la hora de bajarme y sólo pensaba en si alguna vez volvería a viajar en un colectivo de altos, pero de altos altos. Toqué el timbre como pude. Pasé por entre medio de la parejita de metro noventa y cinco y noventa y ocho mientras miraba hacia arriba y sus rostros enamorados. Paró el colectivo y bajé, conmigo lo hizo algo más de gente alta.
Me quedé parada, dejé caer mi bolso y con el mis brazos que se desplomaron pesados al lado de mi cuerpo. Miré el irse del colectivo que se perdía lleno de metros. Los que bajaron conmigo se perdieron entre la gente. Volví a mirar el horizonte de cemento y ahí pequeñito aún se dejaba ver. Me quedé diez minutos o tal vez dos horas mirando ese colectivo que ya no veía.
Pero lo miraba con mis lente nuevos. Esos, que siempre estan hidratados.

domingo, 3 de mayo de 2009

Feria de guitarras

La tarde era propicia para visitar la Feria del Libro. Cómo cada año, insisto en caminar a través de los stánds para deleitarme con la multiplicidad de libros. Hacía ya un par de años que no iba un fin de semana. Había olvidado las mareas humanas. Y siendo domingo, era una fija lo que me iba a encontrar. Despojada de prejuicios frente a las corrientes humanas entré. Siempre me hizo un poco de ruido que la cita sea en La Rural. Lugar altamente complejo de asimilar, sobre todo por su pasado y por su presente que no deja de estar siempre en ese lugar dudoso de la oligarquía argentina. Sigo impactada de hecho que el pabellón principal se llame José Alfredo Martínez de Hoz (padre de nuestro conocido ministro de economía y viejo estanciero presidente de la Sociedad Rural, quien obtuvo las tierras gracias a la donación que Julio Argentino "billete de cien pesos" le hizo a su familia).
Omitiendo tristemente ésta circunstancia, me adentré en el mundo de los pabellones. No sin antes cruzarme con Miguel Cantilo en la pecera de Radio Nacional. Esta viejito. Es una cana caminando incluidas sus cejas enormes que despiden largos pelos blancos. Estaba con su guitarrita emulandose a sí mismo y contando sus andanzas setentosas. Me quedé un rato como mirando el museo del rock nacional y sus páginas amarillas. Me gustó la mucha gente mirando y que sea yo una de ellas. Me fui al rato, suficiente me dije.
Entré en el Pabellón azul y observé una multitud apilonada. En éste contexto me uní a la marea humana, sólo por despuntar el vicio. ¡Era Roberto Piazza! Parece que el querido modisto escribió un libro y hoy firmaba ejemplares. Jamás imagine encontrarme este personaje. Pantalón negro chupín, borsegos, campera negra de cuero con un detalle en su espalda de cositas colgando que no llegué a descifrar. Mechitas rubias y colita. Piel arruinada. Y llamativamente más bajo que yo.
Semejante visión me dejó medio abrumada y ni siquiera había empezado a ver libros.
Diciendole a mi cerebro que olvide rápidamente lo visto empezó mi recorrida. Pabellón azul, verde y amarillo. Compré "El ejército de la ceniza" de José Pablo Feinmann. Luego me propuse insitir en bibliografías clásicas. Esta vez fue cultivarme en Borges. Si bien soy de leer mucho hay un par de autores en los cuáles soy analfabeta cien por cien. Es el caso de Roberto Arlt o del mismísimo Borges. Así que fui por José Luis. Adquirí por una módica suma tres libros: El Aleph, Historias de la eternidad e Historia universal de la infamia. Además, mi papá me había pedido que le compre algunos. A él le encanta el espionaje y los policiales y esta agotado de leer sus mismos libros una y mil veces ya que no le gusta ir a comprar. Un personaje.
En el interín de compra y compra me topé con otro autor que firmaba libros. Pero para mi sorpresa (o no) estaba parado charlando con un par de señores y con una visible escacez de público. Parece que Guillermo Salatino escribió un libro sobre Racing. Y ahí estaba. Esperando la nada con una birome en la mano. No entendí si es que la gente de Racing no lee, o está agotada de tantos libros y pocos campeonatos o qué. Luego imaginé que debo ser una de las pocas mujeres que conoce a Salatino. El mismo padre que no compra libros me hizo crecer escuchando Competencia los días de semana de 19 a 21 por Continental o la trasmisión del domingo y el tatatata gol. Y ahí, siempre fanático de Gabi Sabatini y luego de Coria, lo encontrabamos a "Salata" hablando. Hasta que se fue a la Red. Ahí medio que le perdí el rastro, excepto en la tele y sus comentario tenísticos. Sea como sea, no tenía público. Casi le doy para firmar uno de Borges, pero luego me dije que sería peor,... y me fui cabizbaja por mi compañero radial de tantos años.
La gente empezaba a molestame y mis pies sufrían una especie de colapso nervioso. No fui en zapatillas. Un error sin dudas. Igual, ya había hecho y visto todo lo necesario por lo que decidí huir de la mar de pabellones y de tantas discímiles caras famosas y no famosas.
Así fue como salí del largo túnel alfomabrado de rojo, no sin antes imaginarme como una estrella famosa en "the red carpet" Hollywoodense. Y pensé en Liam y el Noel y sus eternas peleas. No muy lejos de allí, estaban por empezar a sonar los ingleses y toda su frialdad. Me puse a pensar entonces en dónde estará el cassette con su primer disco que había grabado anda a saber de dónde y al que le había hecho por mí misma el arte de tapa. Concluí que había quedado perdido en otra casa y atrapado en otra película de mi vida. Me dio pena, aunque más pena me dió no haber estado en el monumental. Una vez, perdí la oportunidad concreta de ir a verlos por tontería. Hoy, entendí que había perdido la oportunidad otra vez y sin ser conciente de las ganas que tenía de ir. Resignada por la poca inteligencia a cerca de mis gustos y entendiendo que me estaba perdiendo demasiados recitales éste año, busqué alguna radio que lo pase. La voz de Lalo Mir en el estadio y los primeros acordes me conformaron un ratito. ¡Qué guitarras, por favor!
Entonces volé con con mis auriculares en los oídos hacia el estadio mientras mis ojos miraban las manos de la gente con bolsas llenas de libros y a viejos músicos tocando guitarras.

viernes, 1 de mayo de 2009

Cerraduras

Se sentó en el medio de la sala celeste. Habían pintado de ese color la habitación.
Sólo quedaba la silla de caño gris y cuerina beige, un insulto al buen gusto.
Mientras entendía que sólo eran la silla y él, se produjo un incendio a dos cuadras de allí. Los bomberos pasaban velozmente y las sirenas le taladraban lo que le quedaba de su cerebro. Había entrado por la única puerta de la habitación. La cerradura andaba mal. Introdujo la llave como pudo y se sintió sólo con fuerzas para llegar al mueble que quedaba. La docena de copas consumidas hacían estragos en sus rodillas que coqueteaban con el parquet gastado y manchado de negro. La lamparita colgaba del techo, su luz tenue no llegaba a convertirse en claridad.
Sentado miró a su alredodor y su cabeza cedío al igual que sus brazos. Preocupado por su postura intentó mirar hacia arriba. El esfuerzo fue enorme pero logró quedar sentado. Cabeza hacia atrás, brazos a los costados, piernas estiradas dejandose sostener apenas por la silla.
Ya sólo quedaban recuerdos de la bocina. Por un instante imaginó las llamas destruyendo madera, sábanas, colchones, cortinas. Imaginó el fósforo cayendo desde la mesada de la cocina mientras la pareja se olvidaba de correr el repasador caído en el piso, llevados por la pasión del encuentro. Y el calor de sus cuerpos hacía olvidar el calor que comenzaba a brotar desde la cocina. Imaginó los besos más sublimes rodeados del fuego destructivo que terminaba con todo lo que se le ponía frente a él y que escondía las formas para convertirlas en restos chamuscados y olvidados.
Imaginó los gritos desesperados de una mujer envuelta en las sábanas y la desesperación del hombre haciendo esfuerzos inútiles para apagar el propio fuego y el que entraba por debajo de la puerta de la habitación.
Imaginó la falta de aire y de oxígeno, las llamas desapareciendo las sábanas que envolvían a la mujer, el furioso color anaranjado que hacía explotar los espejos tan dedicadamente colgados.
E imagino una canción aún sonando en el viejo equipo de música. Una canción tristemente romántica que no parecía perderse con el fuego, que lo desafiaba con sus notas conservando el misterio de lo imposible que es seguir sonando cuando el calor domina.
Su mano logró sacar el arma del bolsillo derecho aunque pesaba demasiado. Quedó apoyada en su muslo. Una lagrima se perdía en su mejilla mientras miraba la lámpara del techo e imaginaba el olor a venganza mezclada con pena. Acercó el arma a su cabeza y la apoyó sin antes mirar a su alrededor. Era la nada misma, el celeste cada vez era más penetrante, la inexistencia de objetos y las manchas negras del piso. Respiró profundamente y sintió el olor a humo, un olor a dolor quemado y a tarea cumplida.
Y disparó.

martes, 21 de abril de 2009

Manos y Contramanos

Av. Elcano es una conocida calle de la Ciudad de Buenos Aires. Muchos de nosotros la ha caminado o navegado en diversos medios de locomoción. Pero como toda calle, hasta la misma Rivadavia, se corta. Allí, donde Elcano se cae me suelo encontrar habitualmente generando mi sustento. Es un lugar terriblemente inóspito. No se sabe realmente su localización. Puede que sea Paternal, o Agronomía o Chacarita.
Al final de la avenida que nos convoca hay un paredón. Y árboles que se asoman tras él. Nunca me queda claro que es ese muro. No porque no se sepa, sino porque no logro aprender qué es esa institución que coquetea por su otra arista con el ex albergue Warnes (hoy Hipermercados asociados SA).
Hace un largo tiempo ya que están construyendo un túnel. El túnel Punta Arenas, que conecta algo con algo. No es porque no se sepa, sino porque no logro aprender qué es lo que conecta.
En la mañana de hoy abrieron el esperado (¿por quién?) túnel. Las cintas de inauguración se desplegaron y el jefe de gobierno y su bigote conservador desplegaron un sin fín de tijeretazos de oro y diamante. Mucho por la proximidad electoral y por el concepto de "desarrollo urbano". Era tan monono como el obelisco iluminado con la frase "jugá limpio" o como la mujer que sigue durmiendo impunemente sobre la 9 de Julio.
Pero no todo son rosas. La existencia de ésta nueva obra generó la alteración de las manos y contramanos de dos concurridas (aunque escondidas calles). Paz Soldán, paralela hacia las vías del San Martín siempre fue mano hacia el Cementerio y Elcano siempre lo fue hacia el paredón incierto. Hoy, a partir de las once todo cambió. Se invirtieron.
Lo que era mano se convirtió en contramano y viceversa.
Mareos automovilísticos, vecinales y animales.
El amanecer de la tarde diaria me encuetra paseando por Paz Soldán, Elcano, Avalos y por qué no Punta Arenas. Salgo en mi horario de almuerzo de ese tupper en que se transforma mi día para poder respirar sol y nubes. O simplemente para respirar.
Mi sorpresa fue mayúscula al ver el caos. Los comentarios previos de quiénes lo habían vivido segundos nomás no logró opacar mi sorpresa.
La calle se encontraba llena de autos que nada sabían de manos. Ni de contramanos. Los vecinos asomados y más de uno en reunión vecinal comentando la circunstancia actual. "Si siempre fue mano para allá, cómo es posible que los autos vayan de otra manera. Entonces cambiaron la mano... y ahora qué hacemos?".
Un colectivo 78 sobre Paz Soldán estrenaba mano cuando se encontró de frente a un hermano 78 que hacía el camino de vuelta por el mismo lugar que él hacía de ida. El chofer correcto se detuvo y sacando medio cuerpo desde su ventanilla explicaba con efusivas señas el nuevo recorrido al chofer equivocado.
Mientras todos iban correctamente sobre Elcano en su nueva versión, todos los autos estacionados estaban incorrectos. Estacionados en contra. ¿en contra de quién? ¿en contra de qué? Y pensé en cómo lo correcto y lo incorrecto puede cambiar de un momento a otro y simplemente por una flecha. ¿será así siempre? ¿será así con todo?
Ya mareada, habiendo caminado sólo algunas cuadras a la redonda llegué al túnel. Tenía mano y contramano. Y estaba vacío. Algún que otro auto pasaba casi pidiendo permiso. Olor a nuevo y a desarrollo urbano. Olor a huevo y a desarrollo en Urano.
Era la hora de volver. Siempre que vuelvo por Elcano desde Punta Arenas vuelvo contramano. Hoy, y luego de la transformación vial, vuelvo mano.
¿Cómo nos modifica una mano o una contramano? ¿porqué creer que un cambio tan sencillo como éste puede generar caos en un vecindario escondido? ¿cómo desacostumbrar al cuerpo de las manos y contramanos? ¿Y a la mente?
Un señor X dice correcto o incorrecto. Y todos cambiamos la concepción de lo que se debe.
La manos y contramanos saben de ello. Y nosotros también.

sábado, 4 de abril de 2009

Ochentaydos


Me levanté cansada. Hace dos días mientras intentaba descansar sonó el teléfono. Era un señora preguntando por José. Le dije que se había equivocado que no había ningún José en la familia. Cortamos. Sonó nuevamente y la misma señora insistía con hablar con José.
Yo, con mi mejor predisposición, le dije que se había equivocado y que no había nadie llamado así. Le consulté el número de teléfono y era exactamente el mío. Le aseguré que tenía mal el número y que por favor no llame más. Con mala disposición me dijo que era todo muy raro pero que dejaría de llamar y que le informara a José que Marisa lo estaba buscando por el temita del dinero.
Sólo por no contrariarla y porque tenía ganas de dormir le dije que estaba bien, que si lo veía le iba a decir. Pude conciliar el sueño alrededor de las dos menos veinte. Fue la última vez que miré el reloj despertador.
Me despertó con el sonido del timbre. 
-¿Quién es? 
- José. 
Sorpresa. 
Recordé el llamado de ayer. ¿Será ese José? Me asomé por la ventana y le pregunté que necesitaba. "Es por lo de Marisa" me dijo y continuó: "hablé con ellos y me dijo que Marisa quiere que te deje el dinero de la planta. Parece que no quiere verme pero no me importa, hace tanto tiempo que no la veo que no me preocupa demasiado".
Por cortesía le dije que estaba bien, que me deje el dinero a mí que yo me ocupaba.
José era de mediana edad, calculo de unos cincuenta años. Estaba muy bien vestido. Los zapatos eran una especie rara de mocasines con tiritas en color beige oscuro. Muy típico de los Josés.
Pasó el dinero por debajo de la puerta y se fue caminando lento hasta la vieja camioneta.
Subió y se fue.
Tomé el sobre y lo abrí. Encontré un cheque de quinietos pesos diferido a julio. Estaba a nombre de Marisa Gómez. Además había una nota escrita en mayúscula de imprenta que rezaba:
"Carmen: te dejo la plata de tu planta. No era necesario que Marisa me llamara para pedirla. Te iba a traer el cheque en cualquier momento. La planta está bien, sólo un poco mareada con el clima. Viste como está todo, somos invierno y hacen treinta y cinco grados. Llamó Luis pidiendo por vos, le dije que estabas de viaje unos días buscando nuevas especies. Creo que no me creyó. Es más que obvio que Julián le contó todo y sabe que te viniste a Tres Arroyos. Saludos. José"
Guardé la carta en el primer cajón de la cómoda.
Mi día transcurrió como de costumbre. 
Alrededor de las diez de la noche suena el timbre nuevamente. 
Era Marisa. No me costó reconocerla ya que golpeaba la puerta pidiendo por José. 
Apenas le abrí entró y se fue a sentar sin pedir permiso al sillón que está al lado de la ventana. 
Tenía expresión de enojo. Bueno, me dijo, decile a José que baje.  -"No está" le dije. Luego detallé lo que pasó a la mañana y le dí el sobre. Ella lo tomó bruscamente, miró el importe de cheque y comenzó a leer la carta.
Me dijo que efectivamente el clima está completamente loco y que eso afectaba a cualquiera. Además que acá en Tres Arroyos no llueve desde hace unas largas semanas entonces las plantas no sobreviven. Hasta se murió un perro rengo que no llegaba nunca a tomar agua de un vertedero en la plaza principal.
Ya eran las doce y Marisa seguía sentada mirando el cielo razo. Insistí con servirle un té de boldo pero me dijo que le daba gases y que prefería esperar. 
"¿Qué cosa esperás?" pregunte. "Me pasa a buscar Julián alrededor de las dos. Además, no puedo irme caminando".
A las dos en punto apareció un Torino rojo con vidrios polarizados. Era Julián. Entró, tomó de un brazo a Marisa, le dió un beso novelezco en la boca y se la llevó. Se fue el Torino y el cheque. La nota quedó tirada en el piso. La tomé con mis manos y al levantarme lo ví a José mirándome de la puerta. No decía nada. Entonces le conté de Marisa, de Julián que se la había llevado junto al cheque. Su cara no expresaba nada me saludo con la mano y se fue caminando. 
No era un mal hombre, pensé.
Me acosté agotadísima. El tema de la planta no me dejaba dormir.
La mañana me encontró cansada. Hacía dos días que no descansaba bien. Debía ser el teléfono o el timbre. O Marisa y Julián. O podría ser José que parecía tan bueno pero a quién no terminaba de entender. Sobre todo por la planta. No podía entender que él tuviera la planta.
Me trajeron el diario "La voz del pueblo" del domingo y lo tiraron en la puerta. Lo abrí y ví el acto de conmemoración por Malvinas. 
A veces no podía recordar nada. 
Y José se encargaba de recordar. Con nuestra maldita planta. Ahora la tenía él. ¿quién era José? ¿ Y Carmen?
Cuando era apenas un niño, se fue con gorro y de verde. Cuando volvió y sólo porque volvió la plantamos. Hace 27 años. Yo me fui hace 15 y volví. Sin saber quién era yo, y apenas sabiendo quién es José.
Cerré el diario y me preparé un té de boldo. Miré la heladera y la foto en ella pegada. Tres personas en una playa desierta y sus nombres escritos en la arena. Era Marisa y era José. Y Carmen.
Me puse los anteojos. Miré la foto y me miré al espejo.
¿Cómo estará la planta?


Foto: José Luis Gómez, uno de los ex combatientes de Malvinas en Tres Arroyos

martes, 24 de marzo de 2009

Cromosoma 21

Como cada año, como cada 24 y como cada momento en el que uno camina con libertad por la calle, compartí con numerosas personas el recuerdo de nuestra triste y trágica historia.
Fue el 76 y fueron otros muchos años, antes y después, en donde la sociedad ha sufrido el reflejo de lo que ella misma es. Y ese reflejo produjo y produce innumerables consecuencias que entristecen la realidad de lo que somos y de lo que construimos.
Hoy podemos decir, podemos opinar, podemos sentarnos en medio de la calle y gritar. Y gritarnos.
Aunque parece que estamos incapacitados de saber que decir o que opinar o que gritar.
No somos la sociedad de hace 33 años atrás, no lo es el contexto.
Habiendo nacido en el 78, casi junto con el Mundial, y no habiendo tenido vínculo ni riesgo de perder mi identidad, como sí lo han hecho muchas personas de mi edad, no soy siquiera parecida a quienes han nacido hace diez años, o a quienes lo hicieron hace veinte, respecto del marco social que me ha acunado.
La sociedad, nosotros como sociedad, no somos los mismos de antaño.
Pero la intolerancia, la falta de comunitarismo, el no te metas y la discriminación no cambio.
Recién amanecido el 24 de Marzo, sale León Gieco al escenario. Pero no sale sólo, lo acompañan muchas personas que bailan, cantan, tocan instrumentos y sonríen. Personas que no vamos a ver habitualmente a un recital. Personas en sus sillas de ruedas, personas con distintas caras algo achinadas por su desarrollo genético, personas que no ven y otras que tiene limitada su capacidad de aprendizaje o de habla.

El Síndrome de Down es una alteración genética que se produce en el momento mismo de la concepción, al unirse el óvulo y el espermatozoide. Es causado por la presencia de una copia extra del cromosoma 21 (o parte del mismo), en vez de los dos habituales (trisomía del par 21), caracterizado por la presencia de un grado variable de retraso mental y unos rasgos físicos peculiares que le dan un aspecto reconocible. La causa que la provoca es, hasta el momento, desconocida. Cualquier persona puede tener un niño con síndrome de Down, no importa su raza, credo o condición social.
Tenía algo de cuatro años cuando les pregunté a mis padres mientras mirábamos un programa sobre niños con "síndrome de down" en la tele blanco y negro. "¿Así es Gustavo, no?" Ellos me miraron y me dijeron. "Si". Fue mi propia revelación sobre mi hermano. Me levanté y me fui a la cama solita.
Tenía Gustavo 5 años cuando andaba de la mano de mi mamá paseando de jardín en jardín para que le acepten la vacante. "Señora, se le nota en la cara, vamos a tener quejas" mientras cerraban las puertas, una tras otra, hasta que un pequeño jardín lo aceptó.
Tengo yo 30 cuando mis padres tuvieron una reunión con los coordinadores del taller protegido de Palomar en donde trabaja con el cuero, hoy Gustavo a sus 26, para decirles que éste trabajador "protegido" estaba bajando su productividad y que se evalúe la posibilidad de hacer estudios neurológicos invasivos para observar la causa, cuando había sido rechazado por su propio neurólogo y su terapeuta. "Presión de los de arriba" fue la excusa.
La memoria no deja de ser la base del 24 de Marzo, pero se transforma, se transforma como lo hace la sociedad. La aceptación del que piensa diferente, del que es diferente. Del que cree en algo distinto. La intolerancia con el otro. No aceptar otras opiniones ni otras caras. La discriminación por la postura política, la ropa que se usa, por el dinero que se tiene o por la condición sexual.
No hay memoria sino hay aceptación. No hay memoria si hay impunidad. No hay memoria si hay discriminación e intolerancia. No hay memoria sino se construye y si caminamos al lado de genocidas. Y no hay memoria si una sociedad se plantea la pena de muerte cuando es ella misma la que provoca lo es.
Parecía en principio no entender a León que nada dijo sobre el Golpe. Pero él lo entendía a la perfección. Las ideas son las mismas. Sólo cambian el vestuario.


Foto: Cromosoma 21 duplicado

A propósito de las SAD

Estos últimos días, los clubes son parte de la disputa ideológica que tiñe esta previa de ballotage presidencial. Frente a la reaparición de...