sábado, 31 de mayo de 2008

Decidir

Capaz que vuelo
Capaz que veo luces de colores estrellándose contra el cemento
Capaz que siento
Capaz que escucho palabras golpeando sobre las paredes
Capaz que vivo
Capaz que desentierro telarañas escondidas en la profundidad
Capaz que río
Capaz que sueno mi nariz en un pañuelo eterno
Capaz que entiendo
Incapaz de volar
Incapaz de ver luces estrellándose contra el cemento
Incapaz de sentir
Incapaz de escuchar las palabras sobre las paredes
Incapaz de vivir
Incapaz de desenterrar telarañas escondidas en la profundidad
Incapaz de reír
Incapaz de sonar mi nariz en un pañuelo eterno
Incapaz de entender.
Capaz, incapaz


Tal vez.

domingo, 25 de mayo de 2008

Pizzas para Germán


Al mejor estilo Jorge Bucay y/o Paulo Coelho, aquí va un cuento con enseñanza.
"Era un hombre como cualquiera. Mediana edad, empleado de una metalúrgica. Volvía de su trabajo alrededor de las 19:30 hs y su mujer lo esperaba con unos mates. Se sentaba en la mesa de la cocina luego de tirar a un costado la campera de polar con el logo de la empresa. Sacaba sus borsegos que quedaban bajo la silla hasta el próximo día. Contaba sus historias. Que había hecho durante el día, la discusión de su compañero con la mujer o la relación de Sandra (la recepcionista) con el jefe de sector. Se enojaba con la nueva máquina que fichadora que estaba en período de testeo y terminaba marcando cualquier hora.
Mientras la historia corría, aparecían en la cocina sus hijos. Se sentaban mirando al padre cómo un héroe de película. Imaginaban su trabajo, sus manos levantado grandes y pesados hierros que terminaban fusionándose para convertirse en clavos. Él, casi a propósito exageraba las historias viendo el rostro de sus hijos y sintiéndose satisfecho de lo que provocaba en ellos. Un padre siempre quiere ser héroe. Y lo era.
Cierto día en donde la rutina de acciones se repetía como un ritual, y en medio de la dudosa historia de cómo se cayó un compañero desde el segundo piso y de cómo él al darse cuenta corrió velozmente y logró atraparlo salvando su vida, vio que uno de sus tres hijos varones miraba para otro lado y no tenía cara de asombro. Preocupado e indignado por semejante desaire, se detuvo en su historia, puso cara de malo y lo miró. Germán, casi sin percibirlo, siguió en su estado de ensueño. El grito de su nombre lo despertó. Estaban todos mirándolo. Germán era un niño de diez años, regordete, callado y soñador. No era el mayor, tampoco el menor. Vio que lo observaban y con caras de enojo. No estaba permitido volar cuando el padre hablaba. Entonces, fue interpelado.
Decime, Germán (dijo el padre imperativamente), ¿en qué estabas pensando?
En nada, papá.
No me mientas, mocoso. Decime la verdad. Es una orden.
Es que... es que... no puedo decirte... (decía el niño tímidamente)
Decilo o no comes la pizza que acaba de amasar tu madre.
Es que... tengo que escribir una historia en el colegio sobre el trabajo de mi padre. Y no sé que poner. (dijo el hijo con visible angustia)
Pero Germán, eso es fácil. Tu padre es empleado de una metalúrgica. (dijo la madre restando importancia a la preocupación del niño)
Ya sé... pero no sé cómo poner lo otro (su tristeza era aún más visible)
Qué otro...? (preguntó el padre)
Eso... la fuerza que tenés que podés levantar miles de kilos de hierro, que salvas gente, cuando agarraste a ese ladrón y lo llevaste a la cárcel, el día que tomaste el vaso con veneno para evitar que lo haga tu jefe y cuando apagaste el incendio con tu camisa... papá... si escribo eso no me van a creer. (termino Germán su exposición con lágrimas en los ojos...)
Silencio. El padre miró a su hijo y a su angustia. Y bajo la cabeza. No tenía nada para decir."
Moraleja: No tiene sentido alguno andar por la vida diciendo que sos un héroe, sobre todo porque le cagás a vida a aquellos que creen que lo sos. Ahora, si lo sos... sea en el ámbito o en la dimensión que sea, dale para adelante... aunque nadie lo crea.

Dedicado a las manos que amasan de Aleja y al cerebro inspirado de Diega.

domingo, 18 de mayo de 2008

30 ANIVERSARIO


Me agarró una necesidad casi inexplicable de exponerme sin pudor alguno. De esa necesidad salió esto. Bienvenidos a mí.
Me quedan sólo cuatro días para cumplir años. No suelen ser fechas demasiado conflictivas en mi persona. Lo máximo que hago es cortarme el pelo.
Hoy, al borde del cambio de década, parece llamativa mi turbación al respecto. Según me han contado por allí, cuando uno cumple 30 ocurre un evento astrológico nunca vivido. Pasa Saturno sobre nosotros por primera vez en la vidas. Guau. Sí, Saturno, ese, el de los aros. Impensadamente esto provoca un proceso de cambios y de movilización interna interplanetaria que lleva hasta un abismo sospechoso. Parece que Saturno, es tan lento que tarda treinta años en orbitar, por lo que todo se alenta. Eso me motivo, por suerte, ya que pude atribuir mi lentitud a otra cosa que no era yo misma. Por lo tanto, amigos, tengo a tan agradable planeta sobre mi cabeza.
La presencia a ésta altura indudable de la astrología me llevó a pensar en el paso del tiempo que no necesariamente es lento. Pero tampoco rápido.
Pensé en mi vida y en cada cosa que me pasó. Me miré de guardapolvo rayado cortándome el tendón del dedo gordo del pie izquierdo a la edad de 4 años, y llorando en la salita más cercana consecuencia de los muchos puntos de sutura. Me vi con la malla de Club Gimnasia y Esgrima de Ituzaingó, compitiendo en torneos de gimnasia deportiva y a mi mamá llevándome el té con leche al club todos los días en un vaso térmico porque era la única manera de tomar algo entre el colegio y el entrenamiento.
Pensé en ese guardapolvo marrón de muy mal gusto que llevaba en la primaria. El uniforme con pollera gris y chomba azul, característica de colegio copetudo de Castelar. Y las miles de actividades que hacía en él. Estaba metida en todo lo humanamente posible. Grupo campamento, grupo de religión (sí! En una época fui a la iglesia...), grupo de ayuda social (un puñado de niños bien que íbamos a compadecernos de los desvalidos) y cualquier cosa que surgiera. Y me vi adolescente, con miles de traumas, con 20 kilos más y nutricionista para adolescente a cuestas.
Y Bariloche, del cual nada me acuerdo. Pueden dejar testimonios que tengo una laguna al respecto. Es más, dudo de haber ido si no fuera por las fotos que avalan mi presencia. Y veo mis amores y desamores. Cuando uno sentía una pasión incapaz de frenar por algunos que ni siquiera eran hombres aún. Y la decepción era casi mortal, y la alegría era única.
Paseo así por mi última etapa de colegio y el salto a la Facultad. Al trabajo. Y a mi primer sueldo. Trabajaba en Mataderos. Luego de cobrar la suma de $250. - me tomé el colectivo para ir para Liniers y tenía tanta emoción que lo tome mal y me fui a Villa Madero. Impresionante. Para esa época, un amigo insistía en darme artículos sobre la anorexia a eso de las 6 de la mañana en la estación de Castelar mientras fumábamos como escuerzos esperando el local de las 6:20 hs que nos llevaba al CBC en Puan. Y yo me reía de él.
Y así pasaron libros, trenes y fiestas. Muchas fiestas. Y noches. A la distancia veo como una época absolutamente maravillosa. Salir del huevo y ver el mundo.
Y así, pululando por las facultados, en ciudad universitaria, conocí a quién sería mi compañero de ruta por muchos años. Un intelectual algo averiado por la vida que manejaba un 147 blanco polarizado bajito, en donde el caño de escape gritaba aturdiendo gente. Un día me subí y no me bajé mas. Y los viajes, los amigos, mi incipiente necesidad artística plasmada en algún que otro curso de poesía. Y ya en Ciencias económicas, y casi por casualidad (nunca existe la casualidad) unas compañeras me impulsaron a hacer teatro. Y fue otro 147 polarizado del que nunca me bajé.
Y así tuve un título, una casa, un jardín. Y me fui perdiendo en mi misma, Me olvidé de mí. Y me convertí en otro yo. Y lo disfruté. Tuve mi proyecto, era dueña de un negocio, hacía y deshacía a gusto y piaccere. Y bailaba con Rita, mi perra ovejera.
Nunca perdía mis espacios, mis amigos. Nunca perdí.
Hoy, al borde de mis treinta (casi lo repito para creerlo y por una necesidad de hablarlo, decirlo, mostrarlo) me cuesta entender lo que Saturno esta haciendo en mí. Sí, ese, el de los anillos. A veces veo mi vida anterior como un cuento imaginario.
La lentitud de éste planeta es la oposición a mi realidad. Todo gira como en un tornado. Todo esta por hacerse. Y me visto de fiesta, me pongo un vestido violeta largo con la espalda escotada. Y me pinto los ojos con sombra al tono. Y el rímel que agranda mis pestañas para ver más lejos. Y pinto mis uñas con suavidad. Me calzo los zapatos con poco taco y poca punta. Me abrigo con un tapado que hace juego. Igual que mi cartera. Y en esa cartera hay miles de cosas, que ni yo sospecho que existen.
Me paro en la puerta de mi nueva casa, toda vestida y arreglada a recibir los treinta. A abrazarlos y hacerles honor.
Y entonces miro mi vida
Y miro hacia el cielo
Y veo a Saturno (sí, ese, el de los aros)
Y está guiñándome un ojo.
Y yo? Yo, sonrío.

viernes, 16 de mayo de 2008

Y si me fumo el pie?

Camino mis pasos productivos, tal vez dudo.
Camino mis pasos improductivos, tal vez no dudo.
Encuentro cada día motivos para apostar.
(Insisto en apostar.)
Busco cada día un lugar donde sonreír.
Y encuentro zonas incómodas.
Advierto la posibilidad de hacer o deshacer.
Tengo una armadura con antifaz.
Y me canso. (Insisto con el cansancio.)
Nada parece encontrar lugar. Cabezadura.
Dónde estará ese lugar?
Aquel lugar donde la actividad se conjuga.
La productividad y la creación.
El ser condescendiente con lo que uno quiere.
Y con lo que hace. (Insisto con lo que hago.)
Pero... es lo que quiero?
Producir para quién o para qué.
Crear para mí y para el que quiera ver.
No sirve. (Insisto en servir.)




domingo, 11 de mayo de 2008

La historia de una burbuja



Había una vez un vaso que se sentía seco. Un detergente viejo y tapado. Un alambre con forma circular olvidado y oxidado.
El primero no lograba cumplir su objetivo. Imaginen un vaso que nunca logra ser servido. Frustración el sentimiento.
El detergente tampoco lograba nada. Poco a poco se secaba. Perdía sus propiedades.
Impotencia era el sentimiento.
Y el alambre. Pobre alambre. Tantas cosas puede hacer. Tanto puede solucionar. Y nada. Nadie estaba dispuesto a usarlo y tal vez ni él ya tenía ganas.
Displicencia era el sentimiento.
La imagen era desoladora.
Objetos inanimados animados por la pena.
Frente a esa visión y a la seguridad indudable de un fin sin retorno, apareció una gota.
Una gota perdida del resto de ellas con extrema necesidad de encontrar aliados.
Y se unió al vaso. Lo miró, lo deseó, lo tocó.
El vaso incrédulo de su sensación convirtió su frustración en desafío. Y así es como vio al detergente, que triste y con su vista puesta en otra cosa sufría incansablemente. Y lo llamó. Mostró la gota. Miró con esperanzas. El detergente se abalanzó sobre él y con sus crecientes fuerzas logró dejar caer una gota, sintiendo un placer inigualable. La fusión de ambos provocó tal éxtasis que llamó la atención de todos los que presenciaban la imagen.
Poco a poco el alambre se asomó. Salió de su pena algo intrigado.
El vaso y el detergente lo miraron sabiendo y mostrando su necesidad. Y no hizo falta palabra alguna.
Casi con lágrimas, el alambre se unió a ellos. Se fusionaron. Sonrieron. Se balanceaban, bailaban, cantaban. Nada podía detener su felicidad.
Eran uno. Ya no tres. No más frustración, ni impotencia ni displicencia.
En esa mixtura de sensaciones la espuma se hacía cada vez mayor. Mucha espuma. Mucha.
Y una brisa. Una brisa que quiso participar de semejante alegría. Y penetró en esa fusión y sopló a través de ellos. Entonces, como si nada pudiera ser igual, una burbuja empezó a brotar del alambre. Una burbuja que unía la gota, el vaso, el alambre y la brisa. Y crecía, crecía. Hasta que se liberó convertida en un círculo perfecto, llena de ganas de volar. Y se fue. Miró su atrás y se vio parte de todos. Pero no era todos. Era distinta.
La miraron sorprendidos y satisfechos. Se miraron entre ellos.
Ya nada sería igual.

domingo, 4 de mayo de 2008

Conexiones

El perro levanta la pata. La pata camina raro. El raro es mirado mal. El mal suele estar dando vueltas. Las vueltas marean. La marea trae caracoles. Los caracoles tienen baba. Sai baba ora de rodillas. Las rodillas tienen rotulas. Rotular es estructurar. La estructura genera seguridad. El de seguridad lleva gorro. El gorro evita el frío. Evita no quiere ver llorar. Llorar deja ojos rojos. Ethel Rojo era vedette. La vedette sobresale Si sobresale se corta. Corta es la onda. Sin onda nada se hace. El que nada llega a la orilla La orilla es la cornisa La cornisa es de Luis Majul. Luis Salinas toca la guitarra La salina es blanca. Blanca Curi te dice el futuro El futuro esta por venir. Porvenir es un club de la C. La C es la tercera letra Tercera es de bronce El bronce parece dorado. Dorado es un pez El pez esta en el agua. Con el agua se limpia. Limpia el ama de casa. La casa tiene puerta. La puerta hace ruido. El ruido interfiere la comunicación. Comunicar aclara dudas Duda es incertidumbre. La incertidumbre provoca ansiedad La ansiedad destruye uñas Las uñas se pintan de rosa. Doña Rosa opina. Opinar es un derecho. Derecho y sin curvas A cualquier curva el médico la opera. La opera en el Colón. Colon descubrió América. América puede ser latina La tina esta llena. Luna llena en el cielo Crema del cielo en helado. Helado quedó por la noticia La noticia sale en los diarios El diario mancha de negro. El negro adelgaza. Adelgaza el que come poco. Poco queda de los árboles en otoño.

A propósito de las SAD

Estos últimos días, los clubes son parte de la disputa ideológica que tiñe esta previa de ballotage presidencial. Frente a la reaparición de...