domingo, 27 de abril de 2008

SIN CODIGO

Una playa de estacionamiento enorme. Muchos autos en ella. Cantidad de changuitos que parecen bailar solos en la inmensidad del cemento. Gente que entra y que sale, familias que pasean, necesidad de compras. Se entra a ésta jungla artificial sin pedir permiso. Las manos y contramanos suelen estar señalizadas en el piso. Nada parece salir de ese orden impuesto de izquierdas y derechas. Puertas que te dejan entrar y otras salir.
En ésta sociedad mundial vivida nos encontramos con estos monumentos al consumo casi como con semáforos. Supermercados, hipermercados y requetecontra mercados.
En ellos, la panacea de la variedad. Encontrás desde un celular hasta un corpiño armado, pasando por los fideos y el filete de merluza. Se entiende como una posibilidad de unificar las necesidades sin gastar energías paseando de negocio en negocio. Un buen recurso.
La gente disfruta de su chango. De llevarlo, de pasearlo, de llenarlo. Ocurren de vez en cuando accidentes de tránsito. Un choque doble o triple por acá, una pisada de pie ajeno por allá o la obligación de hacer una toma de karate para llegar a la salsa basilicata lista para usar marca Molto que está invadida por changuitos olvidados, que sus dueños estacionan para continuar el recorrido consumista sin cinturón de seguridad.
El valor de los productos tiende a ser minimizado. Y no hablo del valor económico, sino del sentimental. Existe una sospechosa igualdad entre cada uno de ellos. Se tiende a no encontrar diferencias entre una pascualina La Salteña y una ojota. Y las hay, sin dudas. Pero eso no importa. Con todos se tiene la misma actitud. Se pasea el changuito hasta el lugar deseado. Se miran las diferentes opciones, algunos comparan precios, otros marcas otros deciden sin mirar. Se toma el producto y se tira casi con éxtasis dentro de nuestro móvil acarreador. Y así con cada uno. Y empiezan a acumularse, se pegotean unos con otros, se tuercen y comienzan una orgía heterogénea muy poco pudorosa.
Y así hasta que se acaba la necesidad o el dinero. Entonces, encandilados por tanta variedad y placer consumista se emprende la retirada. Allá va el chango en busca de la caja con menos cola. Elegirla, un ritual. Contar los productos si son poquitos para ver si llegan a 15 y así evitar el exceso ajeno. Y si somos el exceso ejercitar la paciencia de una eterna cola.
Y se llega. La cajera saluda y comienza la locura de contar los productos. Es el momento donde el producto deja de serlo para ser un número. Elogio a las matemáticas. Ya queda poco. Sólo pasear los códigos de barras de la maquina lectora. Y todo va bien. Hasta que un maldito jean no tiene su código. No hay manera de pasarlo. Entonces, todo se detiene. La computadora, el pasaje compulsivo de productos, las personas que hacen la cola, la cajera y el cliente. Porque es en ese momento donde se le da valor a un producto. Entendemos que es un jean sin código. Pero sobre todo entendemos que es un jean y no una "cosa" que agarramos de la góndola. Entonces se espera con ansiedad, algo de vergüenza y de bronca al empleado que hace el trámite por nosotros y va casi corriendo a buscar el código. La calma llega cuando vuelve agitado pero decidido a resolver el problema que detiene todo.
Suspiros en general, más allá de los diez minutos que todos han perdido.
Se vuelve a cargar el changuito pero ahora lleno de bolsas que organizan los productos y nos encontramos nuevamente en esa playa de estacionamiento que cada vez tiene mas autos. Y más changos.
La necesidad quedó saldada. La variedad quedó intacta. Pero ahora y por suerte todos los artículos tienen código. Aunque ya no importe
Foto: Adrian Suar y Nicolás Cabré en una escena de "Sin Código".

lunes, 21 de abril de 2008

Preguntas

¿si subo al colectivo y no hay gente, debería seguir llamandose colectivo?
¿si escribo escribo es una redundancia?
¿si le doy un beso a un obeso, me estan dando una opción?
¿si cuento cuentos, es porque hablo mucho?
¿si abro la puerta, me quedan dos puertas?
¿si lavo una copa, estoy regando?
¿si escucho, me encontre con el cantante de los Auténticos Decadentes?
¿si compro mandarinas estoy obligado a amasar mi ortografía?
¿si estoy apremiada con algo, es que gané?

domingo, 13 de abril de 2008

Poker de ases

No existe manera más extraña de sentirse libre que disponer de un mazo de cartas. Es probable que parezca un concepto reduccionista y algo limitado. Pero pensémoslo de ésta manera:
Tenemos diferentes tipos de mazos, en algunos tenemos una suerte de homogeneidad numérica (cartas de chinchón), en otro caso vemos una mixtura que vincula números y letras (póker)
Pero en ambos casos existe una situación jerárquica constante.
Los valores de las cartas pueden ser superiores o inferiores, y preferimos algunas sobre otras. A veces necesitamos hacerle honor a las cartas bajas. Otras, vamos hacia las grandes. Sin duda, cada decisión va a depender de qué juego estemos jugando y a su vez cuál sea nuestro objetivo en dicho juego.
Aparecen así, cartas distintivas y otras intrascendentes. Un Rey o una K son altamente poderosas y jerárquicas. Un cuatro por ejemplo, sea el mazo que sea, suele ser intrascendente. Existen héroes que generan un placer indescriptible en caso de sucederse. Un tres rojo en la “canasta”, un 1 de espada en el “truco” o un 7 de oro en la “escoba de 15”.
Otro tema son los comodines. Todos los mazos contienen una cantidad limitada de cartas que tienen la capacidad de mutar en beneficio nuestro. Se convierten a gusto y piaccere de lo que necesitamos. Nos sentimos tocados por una varita mágica cuando lo vemos aparecer, porque actúa como ella, simplemente.
Existen además diferentes “razas” dentro de una misma comunidad (y no estoy haciendo una análisis sociológico). La división es por palos. Oros, bastos, tréboles, corazones y muchos más. Cada uno de los grupos tiene vidas aparte y en general valen más en conjunto que individualmente. Lo mismo pasa a veces con los números. Un cuatro es intrascendente, pero siete cuatros hacen una canasta...
En algunos juegos hay cartas que no nos sirven. Simplemente las sacamos y las dejamos a un costado. Hay mazos que vienen sin esas cartas, pero ya no serían tema de análisis, puesto que en éste caso el que fabricó el mazo decidió el juego que voy a jugar. Me saca posibilidades.
A esta altura se preguntarán el porqué de la libertad.
En respuesta, y sujeta a cualquier refutación y/o corrección, digo que la libertad es poder tener cartas, elegir cuáles usar, elegir el juego, saber que estrategia poner en la mesa, ser rey o cuatro o no estar de acuerdo con la diferencia entre ambos, hacerlo solo o en comunidad de palos o números, vivir gracias a comodines, esperarlos solamente, salir a buscarlos o rechazarlos. Ser héroes que salvan partidos o descreer de su importancia. Cortar el mazo por la mitad o sólo tocar la carta de arriba, repartir para la derecha o para la izquierda. Hacer canastas puras o impuras, sacarse un velo, retrucar o irse al mazo, mentir o decir la verdad, juntar piernas o no, desconfiar o creer, jugar por plata o por placer, o por las dos o por ninguna.
Libertad es decidir.
Libertad es quiero o paso
O simplemente... chaaaancho va!


Foto: el "famoso" cuatro de copas.

domingo, 6 de abril de 2008

Nada es lo que parece

A partir de una meseta informativa, luego de tantas noticias indignantemente vacías, se me presentaron algunas definiciones interesantes donde se muestra que lo que se dice en general dista bastante de lo que en realidad es.
Nos queda a cada uno de nosotros decidir que creer, no?

Mea culpa
Terrorismo internacional: “Es el uso ilegal de la fuerza o la violencia, ejecutado por grupos o individuos que tienen alguna conexión con una potencia extranjera o cuyas actividades trascienden las fronteras nacionales, contra personas o propiedades, para intimidar o coaccionar a un gobierno, a una población civil o a uno de sus sectores, con fines políticos o sociales”. Esta definición del terrorismo es más bien engorrosa, pero tiene el valor de una confesión. Proviene del FBI, Federal Bureau of Investigations, institución oficial del país que más larga experiencia tiene en la práctica de estos menesteres en el mundo entero. (“FBI Policy and Guidelines”, 16 de febrero de 1999)
Sobre los medios
Otra definición. No es del FBI, sino de la mano anónima que la escribió en un muro del barrio de San Telmo, en Buenos Aires, en estos tiempos de crisis atroz. Y no se refiere al terrorismo internacional, sino a los medios masivos de comunicación:
“Nos mean y los diarios dicen: Llueve”.


Definiciones: "Lenguajes" por Eduardo Galeano
Foto: Manneken Pis desnudo

A propósito de las SAD

Estos últimos días, los clubes son parte de la disputa ideológica que tiñe esta previa de ballotage presidencial. Frente a la reaparición de...